Ensayo: La vida de la oscuridad

La vida de la oscuridad

Quién soy?... Acaso no lo saben míseros mortales??  Yo soy la oscuridad! Soy aquello que ustedes simples adefesios ni se atreven a mencionar, soy el mismísimo dios del inframundo, Hades!!! Sométanse ante mí. Soy hijo de Cronos y Hera; hermano de Zeus, Poseidón, Hera y Deméter. Cuando nací fui devorado por mi “querido” padre, al pasar los años fui liberado por mi hermano Zeus gracias a la ayuda de mi madre y junto a mis hermanos Zeus y Poseidón, y la ayuda de otras criaturas, nos armamos a la batalla contra Cronos. En la guerra titánica para prepararme a esta guerra los ciclopes me brindaron un casco cuyo poder era inigualable que me daba el gran poder de hacerme indetectable para las ojos de cualquier ser! Es maravilloso. Después de haber arrasado con los titanes, se me fue entregado el mundo subterráneo también conocido como el tártaro. A mi hermano Poseidón le tocó los bastos mares y a Zeus el cielo y la tierra.

Luego de eso me dedique a reinar los infiernos, siendo el amo de todos aquellos que residen ahí, sin dejar escapar a ninguno de mi súbditos del tartaro, tenía la ayuda de demonios y cualquier tipo de genios. Caronte el encargado de llevar a los desdichados a mi manejo; tenía a su lado a una bella mujer, Perséfone, oooh la bella Perséfone!... Ella, mientras jugaba en los llanos de Sicilia con sus amigas la rapté debido a que estaba profundamente enamorado de ella, la lleve al Hades a vivir conmigo y, a pesar de que Zeus le había advertido de lo que pasaba si comía en mi reino, la pude engañar, sin mucho problema para que probase un bocado del grano de granada y así sería mi prisionera para toda la eternidad. Perséfone era mi sobrina, yo estaba perdido en amor hacia ella, pero mi hermano Zeus era su padre, él me pidió que devolviese a Perséfone a su madre. He hice un trato para que viviera la mitad del año conmigo y la otra mitad con su madre

Recuerdo aquel semimortal Heracles descendió a los Infiernos, pero yo quise impedirle la entrada en mi reino y se abalanzo a atacarme me  hirió de un flechazo en el hombro y tuve que ir rápidamente al Olimpo, donde Péan, el "dios que cura" para que me aplicara un bálsamo milagroso, que me cicatrizó rápidamente la herida. Muchos dicen que me abatió con pedradas, pero sea lo que fuera la victoria quedó para el hijo de Zeus y me quedo una herida en mi ego la cual nunca sanará.

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