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Ensayo País De Nieve Yasunari Kawabata


Enviado por   •  29 de Octubre de 2013  •  1.476 Palabras (6 Páginas)  •  1.599 Visitas

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Las termas de montaña como la que aparece en este libro cumplían una función específica en la época en que Kawabata escribió País de nieve en la segunda mitad de los años treinta. Los huéspedes rara vez acudían a ellas por motivos de salud y jamás iban a pasar allí “la temporada”. Puede que esquiaran, que asistieran a las diferentes festividades que se celebraban en la región o que simplemente disfrutaran el espectáculo de la coloración de las hojas de arce y el florecer de los cerezos, pero era muy raro que llevaran a sus esposas. Y no había posada termal que careciera de sus geishas. La geisha de montaña no era una desclasada exactamente, pero no tenía el aura social de la geisha de ciudad, que solía ser una consumada artífice del arte de la danza, la música, la intriga política y hasta el mecenazgo cultural. La geisha de montaña amenizaba a los huéspedes de las posadas y la distancia que la separaba de la prostituta era más bien sutil. Si bien a veces podía unirse en matrimonio a un huésped frecuente, o lograr que éste le solventara un restaurante o una casa de té, por lo general iban de terma en terma, de posada en posada, cada vez menos requeridas, lo que las convertía en una conmovedora encarnación de belleza menguante y dilapidada. No es un azar que Kawabata haya elegido a una geisha de montaña como heroína de esta novela, a un acomodado diletante de Tokio como antagonista y al desolado paisaje del “país de nieve” como escenario para ambientar la tortuosa (relación entre ambos personajes. Al comenzar los años treinta, Kawabata estaba dejando atrás su juventud y redefiniendo su estilo literario. Nacido en Osaka en 1899 y egresado de la Universidad Imperial de Tokio en 1924, había fundado con un grupo de colegas de su promoción la revista Bungei Jidai, con la cual se opusieron al realismo social que dominaba la literatura nipona de la época, difundieron las vanguardias estilísticas europeas y se reivindicaron como neosensualistas. Con la publicación de sus primeros dos libros (Diario íntimo de mi decimosexto cumpleaños en 1925 y La bailarina de Izu en 1927), Kawabata se convirtió en el portavoz indiscutido de la nueva generación. Pero su interés por las novedades literarias occidentales y por las batallas estilísticas de la época fue desplazándose, en los años siguientes, hacia la milenaria tradición estética japonesa. En 1931 se casó y dejó Tokio para instalarse en

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Kamakura, la vieja capital samurai, y para cuando comenzó a publicar por entregas País de nieve (a fines de 1934), la trama pareció reflejar paso a paso la compleja evolución que estaba experimentando su autor. Shimamura, el diletante de Tokio que necesita “purgar” periódicamente su mundanidad en las termas de montaña, es un experto en ballet occidental... aunque jamás ha visto uno con sus propios ojos. Su concepción estética queda expuesta en el pasaje hoy clásico del principio de la novela, cuando prefiere contemplar el rostro de una joven desconocida que viaja en su vagón a través del reflejo que ofrece la ventanilla del tren, en lugar de mirarla directamente, porque de esa manera logra la “distancia” que le permite valorar la belleza sin sus “accidentes” (de ahí su negativa a asistir a representaciones de ballet en vivo). El amor apasionado que despierta en la geisha Komako le planteará un dilema: incapaz de corresponderlo, pero a la vez fascinado por su intensidad, Shimamura optará por repetir y prolongar su estadía en las termas, aprovechando la distancia perfecta que le ofrece la relación huésped-geisha y desestimando las consecuencias de su equívoca actitud. En los raros momentos de franqueza interior, justifica sus actos argumentando que la pasión de Komako impregna de una belleza inédita aquel paisaje tan entumecido como la mirada de Shimamura (el protagonismo culminante del paisaje se alcanza en el formidable capítulo dedicado a la seda Chijimi, trabajada por jóvenes vírgenes en oscuros sótanos al rojo vivo para luego poner a secar en la nieve un día y una noche enteros, cuando adoptará el blanco prístino que la convertirá en la seda ideal para kimonos de verano, porque su delicadísimo hilado “conserva el espíritu de la nieve”). Un tercer personaje teje su destino al de Shimamura y Komako —o habría que decir un cuarto personaje, ya que el “país de nieve” no sólo es trasfondo

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