Ensayo Sobre Los Premios De Julio Cortazar

Hace unos días terminé de leer “Los Premios” y llegué a una conclusión: Cortázar siempre lo logra, siempre puede conmigo. Ahora bien, aunque hay indicios de “Rayuela” en “Los Premios” (1960), “Rayuela” (1963) es otra cosa, es un poco más genial, un poco más...

No significa que “Los Premios” sea una novela más; es una novela de Julio Cortázar, lo que de movida significa mucho. Pero: ¿de qué se trata?

No parece demasiado complicada la trama en un inicio, aunque siempre hay algo más insinuándose entre las sombras. La novela comienza y termina en un Café, el London de Perú y Avenida, quizá como metáfora de la importancia sublime de las charlas de café o como si el mundo fluctuara gracias a ellas. Pero luego la trama pasa a un barco, el Malcom, donde una rifa reúne al más heterogéneo de los públicos (diversas clases sociales, culturales y generacionales). El premio es un viaje transoceánico que han ganado los ahora tripulantes, pero a ese premio una serie de acontecimientos inesperados lo van desvirtuando más y más. Primero por el extraño comportamiento de la tripulación del barco y los raros casos de tifus entre los marinos; luego por estar vedado el paso a popa, tanto para los tripulantes como para el lector, lo que sube la apuesta, porque en definitiva el viaje nunca parece posible de consumarse. ¿Qué hay en popa que no puede ser visto? se preguntan los personajes mientras lo mismo nos preguntamos los lectores.

La novela tiene diálogos sublimes -quizá los de Jorge o Raúl-, personajes femeninos geniales -Paula y Claudia- y monólogos perturbadores -los de Persio, “para que no sea todo tan lineal” según su autor-; pero la novela, en sus cerca de 400 páginas, fluye plácidamente por laberintos y penetra en el lector, lo sumerge en los personajes y lo introduce en el mismo barco.

Si bien Cortázar niega firmemente todo propósito alegórico, acaba sin embargo construyendo una alegoría de la desilusión. Y si la novela se toma literalmente no está mal, pero si buscamos las simbologías de los personajes, de sus actitudes y de las situaciones planteadas, quizá encontremos entre otras que al mundo lo puede modelar una charla de café; o que Argentina, al igual que el Malcom, no llegará nunca a destino, tripulado por temerosos o indiferentes o conformistas o, en el mejor de los casos, por rebeldes; o que la felicidad es buscar un sentido a algo que finalmente está vacío, igual que la popa, y así el absurdo gana su batalla de todos los días.

“Los Premios” es una novela que como dice su contratapa, “anticipa gozosamente la fiesta de Rayuela”. Atrapa y se lee de manera distendida, crea climas atrayentes, y navega por la conciencia en las noches mientras la vamos leyendo, y nos soñamos viajando en el Malcom, sin rumbo fijo, y preguntándonos que habrá en popa.

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