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Ensayo de El túnel de Ernesto Sábato


Enviado por   •  14 de Mayo de 2018  •  Ensayo  •  967 Palabras (4 Páginas)  •  497 Visitas

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El solitario túnel de incertidumbre:

Ensayo de El túnel de Ernesto Sábato

Nicolás Rueda Corzo

De entrada, podríamos evidenciar en El túnel una variedad de conflictos narrativos del personaje principal, Juan Pablo Castel, con el mundo que narra, este es, su propia versión reflexiva del asesinato de María Iribarne cometido por él mismo. Una mente conflictuada, que cae en contradicciones de su realidad y reafirmaciones de hipótesis validadas por su raciocinio, es representada en la narrativa del libro: constantes teorizaciones realizadas en abstracto —es decir, sin integración absoluta del mundo concreto, cuestión que será tratada más adelante—, que van de una idea a otra con el fin de justificarse, esto es, darle certeza al pensamiento del escritor-personaje. Aquí trataremos esta obra conflictiva desde (…) siendo determinante el fin de tratar a profundidad el final de la obra.

Puede quizá detallarse la no incorporación del tema de la violencia como variable de análisis independiente —ya que será representada como dependiente de una situación temporal del ser. Esto siendo porque me centraré en lo que, en conceptos vagos, he catalogado como agonía de certidumbre cognoscitiva, o lo que es en términos introductorios: la frecuente lucha por la determinación cognoscente del mundo, o como se verá a lo largo del análisis, de mi mundo[1]. De esta forma, el análisis nos lleva por la comprensión de la persona allí escrita por sí misma y de su mundo allí revelado; no es, por tanto, un análisis de la percepción de la persona, ni mucho menos la construcción del personaje según su autor. En pocas palabras, este análisis será acerca de Juan Pablo Castel según sí y desde su mundo narrativamente expuesto.

Empezaré por concentrarme en el yo respecto a sí, y por ello, es necesario destacar una descripción particular que permanece transversal, aunque secundario en la obra:

En el Salón de Primavera de 1946 presenté un cuadro llamado Maternidad. Era por el estilo de muchos otros anteriores: como dicen los críticos en su insoportable dialecto, era sólido estaba bien arquitecturado. Tenía, en fin, los atributos que esos charlatanes encontraban en mis telas, incluyendo “cierta cosa profundamente intelectual”. Pero arriba, a la izquierda, a través de una ventanita, se veía una escena pequeña y remota: una playa solitaria y una mujer que miraba el mar. Era una mujer que miraba como esperando algo, quizá algún llamado apagado y distante. La escena sugería, en mi opinión, una soledad ansiosa y absoluta. (pág. 50)

        La obra Maternidad allí presentada hace, desde mi perspectiva, un claro resumen de Juan Pablo —siempre desde sí mismo—: su forma estructurada, absolutamente mentada y sólida que destacaba en los críticos que tanto odiaba, es, en todo caso, lo que aparenta y lo que es a largo aliento, una vez no está en el instante[2]; por su lado, la mujer a través de la ventana es, claramente, una representación de sí mismo, de su ansiedad por compañía y comprensión, de su soledad absoluta. Aclaro: estas dos perspectivas, como veremos, son complementarias, puesto que no hay negación absoluta de lo que es en sí, en cuanto hay una armonía fundamental entre autodefinición-interpretación[3].

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