Etopeya

Autobiografía

“El verdadero amor supone siempre la renuncia a la propia comodidad personal”   –Leon Tolstoi

Durante mi niñez siempre fui bastante tímida e insegura, gracias a esto estuve cerca de perder preescolar , lo sé ¿quién pierde preescolar?, pues niños como yo, cuya única compañía habían sido sus padres y que se veían obligados a pasar seis horas diarias con niños a los que no conocía y bajo el cuidado de una profesora que curiosamente tenía un leve parecido a tronchatoro; durante más de la mitad de año me la pasé sentada en un rincón mientras transcurría la clase, sin embargo ya sabía lo necesario para pasar a primero, mi mamá se había encargado de enseñarme desde los cuatro años. Al final fui evaluada ante el consejo directivo y aprobé.

No tuve compañeros a los que pudiera llamar amigos, pero había logrado encajar con un grupo de niños que eran mis vecinos, mi infancia tomó su curso y los juegos se volvieron parte de mi rutina. Poco a poco fui saliendo del capullo en el que había encontrado seguridad y me permití disfrutar abiertamente de la amistad infantil

Al entrar en la adolescencia tuve que enfrentarme al acoso por parte de algunos compañeros y a las consecuencias de la separación de mis padres.

Me obligue a madurar, no podía seguir en mi zona de confort esperando a que mamá solucionara todo. El acoso escolar me persiguió durante dos años hasta que logré construir una autoestima sólida, lo cual me llevó a ser más segura.

Recuerdo lo mucho que nos costó a mi madre y a mi superar el hecho de que mi padre decidiera abandonarnos y vivir con otra familia. Fueron noches en vela viendo a la que fue mi heroína llorar y resquebrajarse.

Cometí errores que trajeron consecuencias irreparables, pero aún así, muy en el fondo de mi ser, los cometería otra vez, esos errores me convirtieron en la persona que soy ahora. Sé que seguiré equivocándome, y que seguiré aprendiendo, al final de cuentas la vida es un ciclo de error tras error hasta llegar al momento de la liberación

Etopeya

La seguridad se veía reflejada en su andar, la mirada hacia el frente y la espalda recta. Expresaba sus ideas con facilidad y  alzaba su voz ante lo que consideraba injusto; controlaba sus emociones logrando dar su opinión sin parecer grosera. La sumisión no era lo suyo entre sus planes no estaba el casarse y formar una familia, ella quería volar cual ave apreciando lo que la rodeaba. En las noches cuando la melancolía tocaba a su puerta, se escondía bajo los viejos recuerdos de sus más grandes anhelos; al amanecer de un nuevo día  flores se abrían a su alrededor ignorando la agonía que había en su interior

...