FORMACION CIVICA Y ETICA

La educación ética forma para la autenticidad y también para la autonomía. Una buena iniciación cívica auspicia la solidaridad y también la capacidad del sujeto para juzgar y oponerse a principios ético-políticos con los que no esté de acuerdo.

Pongamos un ejemplo histórico: en Los Estados Unidos, hacia los años sesentas, muchos jóvenes se opusieron a ir a pelear en la guerra USA vs Vietnam. El Estado, a nombre de la ley, apresó a quienes se negaron; y ellos, a pesar de ir a la cárcel, tenían una legitimidad basada en su conciencia, en su propia moral, en principios ético-políticos contrarios a los de su gobierno. Con el tiempo esos principios morales acabaron triunfando, se impusieron frente a la llamada “legalidad” del encarcelamiento.

La persona verdaderamente cívica es solidaria, humana; en principio observa las leyes, pero no por eso abdica de la autoridad y del fuero interno de su auto soberanía, no renuncia a su libertad de conciencia. Y, desde esa su relativa autonomía, puede conocer y hacer valer sus derechos, cumplir sus obligaciones y vigilar como ciudadano que las autoridades cumplan con las suyas. Vigilar como ciudadano significa unirse a su sociedad civil que evalúa al estado. Decía Thomas Paine, ciudadano inglés y prócer de la independencia de los Estados Unidos: “El deber de un patriota es proteger a su país de los ataques de su gobierno.” Esta frase de Paine, supone a la par autonomía personal y responsabilidad social. La combinación de estas dos cualidades es fundamental para lograr una buena formación cívica.

El civismo en la perspectiva del programa JVLV propicia desarrollo de la autosoberanía y sentido del deber social.

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