Felicidad En El Pensamiento Pedagógico
Enviado por KLullaby • 17 de Abril de 2013 • 1.612 Palabras (7 Páginas) • 1.610 Visitas
Educación y felicidad
EDUCACIÓN FÍSICA Y DEPORTES 92, 2.º trimestre 2008, Edit. Apuntes para el siglo XXI
Si educar es ayudar a vivir, la buena educación debe mostrar además el camino de la felicidad.
La educación es un proceso humano tan antiguo como el hombre. Es un proceso esencial para la supervivencia del grupo y para la continuidad de la especie humana. A través de la educación, el ser humano transmite los conocimientos atesorados por un grupo, instruye en las normas de convivencia, muestra la experiencia adquirida por el grupo y señala las posiciones que cada cual debe asumir en el colectivo. La educación potencia la transmisión sistemática de la cultura del grupo, refuerza el sistema dominante y procura integrar a los nuevos elementos del grupo en el sistema social, cultural y político.
Desde esta perspectiva, un buen sistema educativo es aquel que facilita la asimilación y acogimiento social, cultural y económico de un mayor porcentaje de ciudadanos, minimizando porcentualmente a los marginados sociales, contraculturales y delincuentes.
Cualquier proyecto educativo promueve la excelencia de los educandos en el marco del sistema educativo vigente, de tal manera que las generaciones maduras y dominantes pretenden formar e instruir a los nuevos educandos para lograr una nueva generación de ciudadanos que continúen y mejoren el proyecto social existente. Desde esta óptica, un buen sistema educativo es aquel que amplia la igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos sin distinción de ideología, origen, raza, género o credo y propicia la satisfacción vital de sus ciudadanos y también del grupo al que pertenece.
La felicidad es, básicamente, un estado de ánimo que corresponde a una situación temporal del ser para quien las circunstancias de su vida transcurren tal como se desean. Es decir, la vida deseada por un individuo coincide en un momento determinado con la vida real.
Felicidad es sinónimo de alegría serena, estado de ánimo placentero o satisfacción profunda y ha sido un tema de debate en la filosofía desde los tiempos de la antigüedad clásica. En las filosofías antiguas la felicidad era el fin último y supremo bien del hombre que podía conseguirse ya por el placer (hedonismo, epicureismo), ya por la razón (Sócrates, Platón, Aristóteles), o ya sea por el dominio del dolor y las pasiones (estoicismo).
En las filosofías modernas se sustituye el concepto individualista y egoísta del concepto de felicidad de la Antigüedad y se articulan planteamientos éticos en los que la felicidad individual se debe vincular cada vez más a la del otro para que sea efectiva.
Así, aparecen distintas interpretaciones sobre la condición esencial de la felicidad y los medios necesarios para alcanzarla: el sacrificio y la caridad para con el otro (del cristianismo), el concepto altruista de la felicidad (defendido por el economista Adam Smith y por el filósofo y pedagogo Jean Jacques Rousseau) para quienes la felicidad individual no puede existir si no viene acompañada, de algún modo, por la felicidad del otro. O incluso existen filósofos, como Kant, que prescinden de la felicidad como motivación, ya que esta condición se constituye en un imperativo necesario de la razón.
En la actualidad, la psicología positiva, promovida fundamentalmente por corrientes psicológicas anglosajonas que buscan el bienestar del hombre posmoderno y el desarrollo del potencial humano, se contrapone a la psicología “negativa”, centrada casi exclusivamente en los traumas, trastornos y patologías de la mente. La psicología positiva estudia básicamente las emociones placenteras, el desarrollo de las virtudes y la búsqueda de la felicidad. La base de sus análisis y estudios parte de la base de que el dinero, a partir de un cierto nivel mínimo, no da la felicidad, sino que existen una serie de factores intrínsecos y
extrínsecos que inciden en el logro de la felicidad. Desde esta comprobación se observa que, en las sociedades desarrolladas, una parte importante de sus individuos tiende a tomar atajos para conseguir el placer (las drogas, el sexo sin amor, la televisión, las compras, la buena vida) y, en una sociedad rica, cada vez existen más atajos. Por otra parte, asistimos a un proceso de creciente individualización del hombre posmoderno frente al grupo, lo que supone para la persona una disminución (o incluso pérdida) de la familia, del grupo amical, de la comunidad o del círculo religioso.
Éstas eran las instituciones tradicionales que apoyaban al individuo en los momentos difíciles y que han supuesto siempre, a lo largo de la vida de las personas, centros de acogida, de antidepresión y de rehabilitación personal y social. Finalmente, también las Ciencias Sociales han vertebrado teorías en las que resaltan que el individuo es víctima de su entorno y que lo importante no es el individuo sino el contexto, que a su vez manipula y limita al individuo.
Todo ello dibuja un panorama sombrío para que el hombre de nuestros días pueda alcanzar la felicidad. Pero en lo que sí que están de acuerdo filósofos y pensadores es en que, para que el individuo pueda
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