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Flores En El Atico


Enviado por   •  11 de Febrero de 2014  •  365 Palabras (2 Páginas)  •  324 Visitas

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abrumadoramente guapo, y esos modales tan llenos de encanto lo que conquista a la gente. Santo cielo, Chris, ¿qué persona normal podría resistirse a un hombre como tú?»

Y yo le daba la razón, con todo entusiasmo. Nuestro padre era perfecto. Medía un metro noventa de estatura, pesaba ochenta y dos kilos, y su pelo era espeso y de un rubio intenso, y justamente lo bastante ondulado para resultar muy atractivo; sus ojos eran azul cielo y estaban llenos de vida y buen humor. Su nariz era recta, ni demasiado larga ni demasiado estrecha ni demasiado gruesa. Jugaba al tenis y al golf como un profesional, y nadaba con tanta frecuencia que se mantenía atezado durante todo el año. Siempre estaba viajando en avión a California, Florida, Arizona o Hawai, o incluso al extranjero, por motivos de trabajo, mientras nosotros nos quedábamos en casa, al cuidado de nuestra madre.

Cuando volvía a casa y entraba por la puerta principal, todos los viernes por la tarde (solía decir que le horrorizaba la idea de estar separado de nosotros más de cinco días seguidos), aunque estuviera lloviendo o nevando, el sol parecía brillar de nuevo en cuanto él nos dedicaba su gran sonrisa feliz.

—¡hala, venid a besarme, si me quereís de verdad!

Mi hermano y yo solíamos escondernos cerca de la puerta principal, y, en cuanto oíamos su saludo, salíamos corriendo de detrás de una silla, o del sofá para lanzarnos en su brazos abiertos de par en par, que nos recibían y nos levantaban inmediatamente. Nos apretaba con fuerza contra su pecho y nos calentaba los labios con sus besos. El viernes era el mejor de los días, porque nos devolvía a papá, para estar con nosotros. En los bolsillos de su traje encontrábamos pequeños regalos, pero en la maleta guardaba los regalos más grandes, que nos iba entregando uno a uno en cuanto saludaba a nuestra madre, que solía esperar pacientemente en el fondo, hasta que hubiera terminado con nosotros.

Después de recibir los regalos, Christopher y yo nos apartábamos a un lado para ver acercarse a mamá despacio con una sonrisa de bienvenida que hacía brillar los ojos de papá, quien la tomaba en sus brazos y la

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