Guión EL VIEJO Y EL MAR
Enviado por Kristie Yandun • 4 de Octubre de 2018 • Trabajo • 1.075 Palabras (5 Páginas) • 2.101 Visitas
En un cálido día, dos pescadores de un pequeño puerto cerca de la Habana estaban conversando sobre la mala racha que tenía un viejo pescador Santiago desde hace ochenta y tres días.
P1: ¿Si te has enterado de la mala suerte de Santiago? Qué pena me da, ha pasado mucho tiempo y no ha podido cazar ni un pez.
P2: Sí que pena, y con la experiencia que tiene debería pescar buenos peces, algún día no podrá pescar nada y se quedará solo, que lástima.
En eso pasa Santiago y escucha la conversación de los pescadores pero le da igual lo que digan. Los pescadores al ver a Santiago se van y lo dejan solo y entonces llega su mejor amigo, el muchacho Manolín con quién ha pescado desde que él era un niño.
M: Viejo Santiago, ¿Cómo se encuentra en esta hermosa mañana? ¿Ya se le quitaron los dolores de la espalda? ¿Quiere que le traiga algo?
S: Sí Manolín ya me siento mejor, ¿quisieras ir a pescar conmigo? Tal vez hoy acabe con mi mala suerte.
M: Lo siento mucho Santiago, usted sabe que mis padres me prohibieron pescar con usted y me tuve que ir con pescadores que tienen mejor suerte.
S: Sí lo sé, pero bueno, mejor me alisto para ir a pescar, hoy acabaré con eso.
M: Déjeme le ayudo a llevar las cosas a su bote.
S: Muchas gracias muchacho.
Manolín ayuda a Santiago a llevar los instrumentos de pesca a su bote y se despiden. Santiago navega durante varias horas, tras haber perdido de vista la costa, un pez picó se comenzó a acercar al bote., era enorme, exactamente un pez espada, y se podía ver que el pez estaba dispuesto a luchar hasta la muerte. El viejo le puso algunas sardinas en el anzuelo para poder atraparlo.
S: Vamos, ven. Da otra vuelta. Da otra vuelta. Ven a olerlas. ¿Verdad que son sabrosas? Cómetelas ahora, y luego tendrás un bonito. Duro y frío y sabroso. No seas tímido, pez. Cómetelas.
Luego el pez picó el anzuelo y parecía querer llevarse el pequeño barco con su gran fuerza. El pez movió el barco por un buen rato mientras que el viejo lo sostenía fuertemente del sedal, se estaba cansando y perdiendo la poca fuerza que tenía. “Tal vez yo no debiera ser pescador –pensó–. Pero para eso he nacido.” Durante 4 horas siguieron así y el viejo comenzaba a perder la esperanza de que el anzuelo matara al pez. “No puedo hacer nada con él, y él no puede hacer nada conmigo –pensó–. Al menos mientras siga este juego.”
S: Pez, seguiré hasta la muerte. (Dijo dulcemente).
“Y él seguirá también conmigo, me figuro”, pensó el viejo, y se puso a esperar a que fuera de día. Ahora, a esta hora próxima al amanecer, hacía frío y se apretó contra la madera en busca de calor. “Voy a aguantar tanto como él”, pensó.
El pez seguía resistiéndose. El animal se hundía cada vez más para ir al norte y el viejo hasta se lastimó las manos pero nunca soltó el sedal. Estaba cómodo, pero sufría, aunque era incapaz de confesar su sufrimiento.
S: No soy religioso. Pero rezaría diez padrenuestros y diez avemarías por pescar este pez y prometo hacer una peregrinación a la Virgen del Cobre si lo pesco. Lo prometo.
Comenzó a decir sus oraciones mecánicamente. A veces se sentía tan cansado que no recordaba la oración, pero luego las decía rápidamente, para que salieran automáticamente. Las avemarías son más fáciles de decir que los padrenuestros, pensó.
S: Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
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