HERALDOS NEGROS César Vallejo
Enviado por johanageraldine • 23 de Noviembre de 2015 • Ensayo • 7.832 Palabras (32 Páginas) • 821 Visitas
HERALDOS NEGROS
El poema Los Heraldos Negros, escrito por el poeta peruano César Vallejo, es un texto en donde se describe el sufrimiento humano y los momentos más oscuros y dolorosos de este. El poema posee una fuerza emotiva muy poderosa y profunda por el lado deprimente de la vida. Se siente la tristeza y el dolor que el autor siente al haber escrito este poema claramente al momento de crearlo. Ya desde el título sabemos que el autor nos habla a todos, al hombre en general, de los heraldos, los reyes de armas, caballeros mensajeros.
El poema está compuesto por cinco estrofas en su totalidad donde cada una contiene 4 versos con una excepción en la última estrofa que está compuesta por un único verso. Los versos del poema contienen 14 sílabas, lo cual nos dice que el poema entero está escrito en versos alejandrinos, con excepción de los versos tercero y cuarto que son endecasílabos, rimando A-B-C-A en la primera estrofa para luego adoptar la rima en los pares en las otras tres, casi siempre consonante, y dejar el verso final como libre. En cuanto a la rima, no es constante. Esto es característico del período modernista. Un ejemplo de esta inconsistencia rítmica se da en la Segunda estrofa donde las rimas están en los versos pares únicamente: “fuerte”, “Muerte”.
La primera estrofa es crucial en la métrica del poema. Podemos ver un hemistiquio de 7 sílabas cada uno, el cual produce una pausa en el medio del verso creando una sensación de suspiros en la voz lírica como si estuviese deprimida. Luego, también se pueden apreciar picos en la fuerza de voz entre las rimas de los versos pares. Esto hace que ambas palabras resalten entre las demás, entrelazándolas de alguna manera, uniéndolas. Vemos que a la palabra “Muerte” se le da un grado de personificación al escribirla con una “M” mayúscula, dándole énfasis en el poema.
Se pueden apreciar fuertes figuras literarias, que contribuyen a la imagen que emite el poema. Esto se puede ver en la palabra “crepitaciones”, en el verso 11, cuando se nos habla de un pan quemándose. Esta imagen no solo nos da la idea de un pan quemándose, sino también produce un sonido de crujidos dándole así a la palabra más de un sentido.
El poeta se dirige desde un “yo”, reflejado en la breve expresión exclamativa de desaliento “¡Yo no sé!”, a un tu-nosotros-todos que podemos interpretar incluso en clave de autorreflexión, de explicación o intento de una explicación que no tiene para sí mismo.
Se pueden apreciar imágenes divinas, alusiones hacia la religión con frases como: “Golpes como el odio de Dios” y “las caídas hondas de los Cristos del alma”. No solo se utiliza a la religión como un mecanismo de entrega potente, sino también frases profundas como: “la resaca de todo lo sufrido se empozara en el alma”. Estas imágenes, ayudan mucho a Vallejo a transmitir sus ideas y el mensaje que quiere dar sobre la vida y sus tragedias. Este es el tema principal del poema y se va repitiendo a lo largo de este con frases de que hablan sobre honduras como: “…todo lo sufrido se empozara en el alma”, “caídas hondas...”, “Abren zanjas oscuras”, “charco de culpa”.
También el poeta peruano aborda el tema divino a través de un Dios capaz de castigar, odiar y mostrarse indiferente ante el sufrimiento humano, es decir, contraria a la visión cristiana de una deidad amorosa y compasiva; Vallejo no niega la existencia de Dios, sólo duda de su compasión con base en el sufrimiento humano, no únicamente de él, sino de toda la humanidad. Termina su poema compadeciéndose del hombre que en su desamparo, soledad, dolor y odio divino continuo viviendo hasta su inevitable fin, la muerte.
Son destellos, dentro de los campos metafórico y semántico, que nos hablan de los mensajeros de la desgracia, de la pérdida y de la muerte; de las zonas oscuras del alma o que se sin serlo acaban siéndolo; de la lenta pérdida de girones de alegría, de optimismo y de fe en los demás y en uno mismo; de los fugaces momentos de gloria –“almohadas de oro”- que algún hálito de indignidad –“un sol maligno”- o el propio tiempo son capaces de convertir en trampas; de la duda cierta que al final nos asalta sobre si, como hombres, hemos dado la talla, y que hace que, incluso sin argumentos ni venir a cuento, se nos ponga un nudo en la garganta en el alma y llegue el momento del llanto “como un charco de culpa en la mirada”. Después de esto, el poeta ya no puede seguir, también él tiene un nudo en el alma, y sólo alcanza a repetir el verso inicial con su tono de balbuceo, de frase inconclusa culminada con la exclamación de abatimiento.
Hay una progresión interna en el poema que, tras iniciarse con la duda en la que establece un primer nivel metafórico con esos “golpes” que hay en la vida, prosigue dejando por sentado que los golpes existen -“Son pocos; pero son...”- aunque con las comparaciones como posibilidades a través de ese “Serán tal vez”, para inmediatamente después aplicar un nuevo nivel de metáfora sobre metáfora mediante el cual los golpes que antes tal vez eran ya “son”, y se nos presentan transformados en “potros de bárbaros Atilas”, “heraldos negros”, “caídas hondas de los Cristos del alma” y “explosiones súbitas”.
El hecho de que empozar tenga un regusto especialmente suramericano y la posible identificación de un imaginario personal en Vallejo a partir del alma como pozo, el uso de empozar como enfangar o encharcar, este último verbo explicitado en el último verso, sería otro motivo de estudio que obligaría a contemplar su obra completa.
El «charco» es la imagen por excelencia de este poema y de esta parte del poemario, con sus análogos pozo, de «empozara»; «zanja(s)»; «caída(s) honda(s)»; «puerta del horno». De esta manera, pues, y tal como nos lo ilustra el diccionario, «charco» es una unidad léxica cuya ‘agua u otro líquido’ semánticamente implica los conceptos de detenimiento y cavidad ‘de la tierra o del piso. Es decir, aquellos conceptos están opuestos de modo correlativo al movimiento circular de las aguas en el mar, y a la verticalidad de las aguas de la lluvia; dinámicas ambas fundamentales, sobre todo la del mar, en el caso de Trilce. Y, también, conceptos opuestos al movimiento dialéctico que informan, en general, los poemas de París, fruto de la última etapa en la creación poética de César Vallejo.
En «Los heraldos negros» asimismo está ya implícita su inversión semántica, «Los heraldos blancos», sobre todo si reparamos en la palabra «resaca», que nos revela lo transitorio de todo el estado mental o afectivo que se refleja en aquel poema y primera parte del libro de 1918. En realidad, «Los heraldos negros» nos instala de una vez en la fenomenología de lo cíclico o de la repetición, ilustrado por antonomasia por el movimiento de las ondas marinas; es decir, el mar de «la resaca» [«de todo lo sufrido»] y el de la ola que llega a la orilla, aunque opuestos, son complementarios, uno y el mismo.
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