Historia De Mi Vida
Enviado por SleekCid • 3 de Octubre de 2014 • 945 Palabras (4 Páginas) • 166 Visitas
Y, aunque el espectador, situado en las alturas cercanas a Castiglione, no puede seguir todas las peripecias
de la batalla, comprende que los austríacos intentan desfondar el centro de las tropas aliadas, para
proteger Solferino, cuya posición será la baza decisiva de la batalla; infiere que el emperador de los
franceses realiza denodados esfuerzos para reagrupar los diferentes cuerpos de su ejército, que podrán,
así, sostenerse y apoyarse mutuamente.
Viendo que falta a las tropas austríacas una decidida y homogénea dirección de conjunto, el emperador
Napoleón ordena a los cuerpos de ejército de Baraguey d'Hilliers y de Mac-Mahon, después a la guardia
imperial, mandada por el mariscal Regnaud de Saint-Jean d'Angely, atacar simultáneamente los
atrincheramientos de Solferino y de San Cassiano, para presionar contra el centro enemigo, integrado por
los cuerpos de ejército a las órdenes de Stadion, Clam-Gallas y Zobel, que no acuden sino sucesivamente a
defender estas tan importantes posiciones.
En San Martino, el valeroso e intrépido mariscal de campo Benedek hace frente, con solamente una parte
del segundo ejército austríaco, a todo el ejército sardo, que lucha con heroísmo a las órdenes de su rey,
cuya presencia lo electriza.
El ala derecha de los aliados, integrada por cuerpos de ejército que mandan el general Niel y el mariscal
Canrobert, resiste con indomable energía contra el primer ejército alemán, mandado por el conde
Wimpffen, pero cuyos tres cuerpos, a las órdenes de Schwarzenberg, Schaffgotsche y de Veigl, no
consiguen actuar concertadamente.
Siguiendo con minuciosidad las órdenes del emperador de los franceses, manteniéndose a la expectativa
(lo que tiene su razón de ser totalmente plausible), el mariscal Canrobert no hace intervenir, ya por la
mañana, sus tropas disponibles; sin embargo, la mayor parte de su cuerpo de ejército, las divisiones
mandadas por Renault y Trochu, así como la caballería del general Partouneaux participan muy
activamente en la acción.
Si, en primer lugar, detiene al mariscal Canrobert la espera de la llegada contra él del cuerpo de ejército
mandado por el príncipe Eduardo de Liechtenstein, no incluido en los dos ejércitos austríacos pero que,
habiendo salido esa misma mañana de Mantua, preocupaba al emperador Napoleón, al cuerpo de ejército
mandado por Liechtenstein lo paralizan completamente el mariscal Canrobert y el temor del avance del
cuerpo de ejército del príncipe Napoleón, una de cuyas divisiones procedía de Piacenza.
Los generales Forey y de Ladmirault son quienes, con sus valerosos soldados, inician la contienda ese día
memorable; se apoderan, tras indescriptibles combates, de las crestas y de las colinas que confluyen en el
vistoso alcor de los cipreses, célebre ya para siempre, junto con la torre y el cementerio de Solferino, a
causa de la horrible mortandad de la que estos lugares fueron testigos
...