Historia de psique y cupido
Enviado por sofi ciber • 8 de Abril de 2016 • Tarea • 1.237 Palabras (5 Páginas) • 246 Visitas
LA HISTORIA DE PSIQUE Y CUPIDO
Narrador: Caía el atardecer. Un rey miraba, amorosamente, a sus tres preciosas hijas. Regalos de su difunta madre habrían de ser, de quien habían heredado tal cualidad.
Y, aunque todas eran de singular hermosura, sólo la menor poseía tal virtud en descomunal incomparación. Psique se llamaba la más pequeña de las hijas del rey y a pesar de ello, seguía sin encontrar al hombre a quien pudiera llamar esposo.
Rey: Hija mía, preciosa como el sol, valiosa como el oro... El más prodigioso destino me complazco en desear para tu futuro. Tu destino, hija, debe ser tan esplendoroso como tu mirar —susurró el monarca, divisando a su hija, alejándose.
Narrador: Y así como todo el mundo, la ciudad de Anatolia, incluyendo a su rey y a las princesas, pasaba cada uno de sus días bajo la mirada de la diosa más bella. Afrodita se permitió fruncir, delicadamente, el ceño.
(Entra eros)
Eros: ¿Qué acontece, madre?
Afrodita: Eros, hijo mío ¿crees poder hacerme un favor?
Eros: ¿Sucede, acaso, que quieres unir o separar algún reino mediante mis virtuosas flechas? Dime lo que deseas y tal será grabado en mi mente como una orden, madre.
Afrodita: No, Eros, nada de eso. Verás... Una joven en Antolia tiene la indecencia de desafiar mi inmortal belleza.
Eros: Si quieres que muera, tal vez debas consultarlo con mi padre...
Afrodita:¡No! No. Te pido, hijo mío, que le hagas llegar una flecha de oro oxidado al corazón. De esta manera, aquella muchacha le entregará su amor al hombre más horrible que esté al alcance de su inevitable ingenuidad... ¿O me encuentro en un terrible error?
Eros: Si esa es tu voluntad, que asía sea.
( doncellas paseando, Eros las observa y cuando ve a Psique le apunta con la flecha y duda)
Eros: Siento mucho decepcionar a mi madre pero no puedo cumplir con lo que me ha pedido.
Narrador: Esa noche el dios no pudo resistirse y decidió llevarse a la hermosa doncella a su palacio, mientras ella dormía, para convertirla en su esposa. No muchos sabrían, en aquel entonces, que el dios del amor poseía un palacio que, antes de la llegada de cierta hermosísima doncella, era iluminado y brillante; no obstante, con la intención de ocultarle sus acciones a su madre, Eros tornó el inmenso palacio en un dominio de absoluta oscuridad, en donde la noche predominaba y el sol jamás salía. De tal manera, podría visitar a su amada sin que ella misma pudiese descubrir nada de él.
(Eros y psique de espaldas)
Eros: Nunca jamás, amada mía, intentarás averiguar cosa alguna sobre mí. Tal acción de tu parte traería terribles consecuencias, princesa.
Narrador: Psique, obediente y educada, como siempre había sido, no osaba en preguntar nada que tuviese que ver con la identidad de su ahora marido. En tanto, había aprendido el difícil arte de amar a un ser que siempre se mantenía en la oscuridad. Su confundido corazón albergaba tantas dudas como almas en el Inframundo; aun así, las amorosas palabras de su esposo y algunas demostraciones más tangibles del dios del amor terminaban por consolarla, aunque fuese tan sólo un poco. Más entonces, la joven, de inigualable belleza terrenal, habría de sentir luego una terrible y casi enfermiza nostalgia.
Psique: Esposo, señor mío le ruego me deje visitar a mis seres queridos... He permanecido tanto tiempo lejos de mi hogar. Se lo suplico.
Eros: Muy bien. Habrá de ser así, vida mía. No obstante, debo advertirte: tus hermanas siempre han envidiado tu belleza y la pureza de tu alma, por tanto, tratarán de acabar con todo rayo de luz que se asome por tus ojos.
Psique: Ella hablaba maravillas de su marido, les decía lo tierno que era y el grandísimo amor que le profesaba. Hermana 1: Psique, querida mía, ¡has hablado tantas maravillas de tu amoroso esposo! Pero dinos, hermana, ¿cómo luce él? ¿Es bien parecido, es alto?
Psique: Él es...
Hermana 2: ¿Qué forma de vivir es esa? ¿Te has preguntado por qué se oculta? ¿Qué secretos tan oscuros esconde?
Rey:¡¡ Basta!! No den malos consejos a su hermana. Hija mía, si eres feliz no permitas que nada lo cambie.
Hermana 2: Pues yo creo que después de lo que tu misma te preguntas será difícil.
Hermana 1: No te aflijas pequeña, se que puedes hacer…
Aquella noche, muy similar a las otras, la hermosísima Psique sufría, víctima de los endemoniados nervios que la acosaban a cada segundo. Ésa, había determinado, sería la ocasión en la que, por fin, admiraría a su oculto marido.
Hermana 1: (voz en off) Enciende una vela mientras él duerma acércate a descubrir su rostro y con ello lo que esconde su alma.
(Psique se acerca a Eros y derrama un poco de aceite)
Eros: ¿qué has hecho? Me has herido más que el cuerpo, el alma. Me he de ir por siempre.
Psique: Por mis súplicas, amado esposo, ¡no te vayas! No te vayas y perdóname, por favor.
Eros: Imposible, amor mío. Me has hecho pedazos. ¡Me has traicionado!
(Sale Eros y Psique se queda llorando)
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