Imaginarios Urbanos
Enviado por DAVIDSRAMIREZ • 9 de Agosto de 2012 • 8.770 Palabras (36 Páginas) • 515 Visitas
Imaginarios Urbanos
Armando Silva
En este resumen, recopilaré los estudios principales de Armando Silva en los que se apoya su teoría sobre la formación de los imaginarios urbanos.
La propuesta que presenta, pretende concebir los croquis generales de América Latina como algo urbano que se extiende por el mundo, pero que va más allá meramente de las ciudades. Entonces, su propósito no es entrar a definir un cosmos físico, sino comprender algo más abstracto como lo que tiene que ver con el uso e interiorización de los espacios y sus respectivas vivencias, por parte de unos ciudadanos dentro de su intercomunicación social.
Esto significa que la ciudad se mueve, se transforma, habla, cambia y se configura, no tanto por sus espacios físicos, como por sus habitantes. Por lo tanto, hay que reconocer que la ciudad también es un escenario de lenguaje, de sueños, imágines, esculturas y variadas escrituras. Armando Silva lo afirma diciendo que la ciudad es la imagen de un mundo, pero también del modo contrario: el mundo de una imagen, que lenta y colectivamente se va construyendo y volviendo a construir, incesantemente.
En el primer capítulo, el autor sostiene que el graffiti pasa por perturbar un orden, bien sea, social, cultural, lingüístico o moral; y que entonces la marca graffiti expone lo que es prohibido, lo obsceno (socialmente hablando) y que dice lo que no puede decir, y al hacerlo, termina por legitimar esta marca.
La comparación que se hace en este capítulo entre graffiti y publicidad es diametral: mientras que el graffiti busca un efecto social de fuerte carga ideológica y transgresora, la publicidad busca el consumo de lo anunciado y así su intención comunicativa es funcional a un sistema social, político o económico. Pero no es tan importante conocer si existe un abismo de diferencias entre las imágenes y sus efectos del graffiti y la publicidad, cuando no se sabe el punto de vista del ciudadano el cual el autor emplea en dos sentidos: primero, como estrategia de enunciación en cuanto que en la construcción de la imagen ya está previsto un ciudadano destinatario, con características de especial competencia comunicativa, tanto verbal como visual. Y segundo, él habla de punto de vista en relación con un patrimonio cultural implícito, que siempre actuará como especial sugerencia identificadora en esta relación dialógica de participación ciudadana.
Luego de abordar la imagen como categoría de interpretación y configuración de la ciudad, Armando Silva reconoce la ciudad como un territorio, el cual corresponde a una noción desarrollada en los estudios sobre conducta animal, por parte de los etólogos, pero también es una categoría que usan los geógrafos y los antropólogos en sus consideraciones sobre uso de espacios. El autor afirma que territorio fue y sigue siendo un espacio donde habitamos con los nuestros, donde el recuerdo del antepasado y la evocación del futuro permiten referenciarlo como un lugar que aquél nombró con ciertos límites geográficos y simbólicos.
Nombrar el territorio es asumirlo en una extensión lingüística e imaginaria; en tanto que recorrerlo, pisándolo, marcándolo en una u otra forma, es darle identidad física que se conjuga, por supuesto con el acto denominativo. “El territorio es algo físico, pero también extensión mental”: Armando Silva.
En estos territorios existen límites y bordes que marcan el final de un espacio físico. Como es obvio el "límite" es una zona que define donde termina o se inicia el territorio. El límite desborda lo físico para convertirse en un indicativo cultural, el inicio (o el final) de un espacio donde los hombres se reconocen como habitantes del territorio, como familiarizados con sus costumbres y todo aquel que acceda en calidad de invitado es catalogado como extranjero y en el otro caso, como advenedizo, intruso o usurpador.
El "borde visual", dice Silva, el "borde urbano", el "límite oficial", el "límite imaginario" o el "límite diferencial", son elementos que contribuyen a reconocer la existencia de dos tipos de espacios en la ciudad: uno el "espacio oficial", el diseñado por los gobernantes, los constructores, los urbanizadores y el otro, el "espacio no-oficial", el "diferencial", el "espacio transgredido", el conformado, por ejemplo, por los senderos que construyen los habitantes de un barrio para burlar el obstáculo que impide circular por una calle.
El espacio no oficial es el imaginado por sus habitantes o el reconstruido por el imaginario de los novelistas que los transforman porque ven en él otros elementos no pensados por el diseñador. Es decir, el territorio tiene dos marcas: una, la oficial, la visible; la otra, la cultural, casi siempre invisible, imaginada, construida en el ámbito de la cultura del habitante, la particular.
Al igual que el territorio, las nociones de mapa y croquis aluden a formas de representación; es este caso dos formas de representar: una, el mapa, la definida, la oficial, la física, la que es posible identificarse directamente; la otra, el croquis, la no-oficial, la que cambia con el tiempo y con los individuos, la representación imaginaria.
Cualquier territorio como marca de habitación de un grupo social requiere de operaciones lingüísticas, o visuales, entre otras, para poder recorrerlo física o mentalmente. Una ciudad puede ser representada a través de un mapa, lo que se ha denominado comúnmente cartografía, pero también es posible hablar de la "cartografía simbólica" como la conformada por el croquis de imaginarios de la ciudad.
Si un mapa es una representación continua, un croquis puede ser una línea punteada. Una novela urbana entonces es un croquis de lo urbano, es la representación de la ciudad y sus habitantes, es decir, es el imaginario construido por operaciones lingüísticas que condensan las visuales, las olfativas, las táctiles y las imaginarias propiamente dichas. Así el territorio urbano es croquis y no mapa; así lo afirma Armando Silva en una charla que hizo inicialmente como gestión del convenio Andrés Bello: “Los croquis urbanos son esos sitios donde se produce un reconocimiento de identidad colectiva. Esto quiere decir que la investigación que hemos hecho en América Latina, no es una investigación de los mapas, sino una investigación de los croquis ciudadanos, de una geografía sin lugar, pero que tiene lugar en el ciudadano. No es la ciudad de los objetos, sino la ciudad de las personas que construyen de esa manera una forma de ser urbanas, caracterizándose frente a otras o aún dentro de ellas mismas.
Por tanto, habrá croquis de la sexualidad, una ciudad masculina y una ciudad femenina; croquis de la ciudad rica y de la ciudad
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