LA FELICIDAD NO SE PUEDE COMPRAR
Enviado por Iranis Paola RIOS HERRERA • 16 de Octubre de 2018 • Ensayo • 2.507 Palabras (11 Páginas) • 162 Visitas
LA FELICIDAD NO SE PUEDE COMPRAR
El presente ensayo tiene como intención hacer un paralelo entre la felicidad y la lógica del paradigma contemporáneo capitalista, para realizar una crítica directa a la no coherencia entre progreso y calidad de vida, esto se realizará a partir de la tesis de que se ha caído en una lógica mercantilista de la vida y la felicidad, en la cual el papel del progreso ha sido sobrevalorado convirtiéndose en una falsa utopía que lamentablemente ha favorecido a la explotación y falta de felicidad de los hombres y mujeres de la actualidad. Para realizar este trabajo tome como referencias los siguientes autores: Bernardo & Hernández (2015), Marx, K. & Engels, F. (2001), Marcuse, E. (1993), Aristóteles (1985) y Margot, j. (2007). Se expresarán las posturas académicas que sugieren una mercantilización de la misma idea de felicidad haciendo que los individuos del siglo XXI se encuentren alienados y desprovistos de su libertad, en segundo momento se expondrá como otras definiciones de felicidad brindadas por la filosofía clásica pueden ayudar a entender de una mejor manera la crisis de la falsa felicidad sobre la cual se vive en la actualidad. Para concluir, se establecerá que posiblemente la sociedad actual se enfrenta a un sinsentido en el cual persigue algo que termina siendo inalcanzable, porque no existe en sí mismo y, por el contrario, lo busca no por realización personal sino por obediencia y costumbre al paradigma capitalista, para esto se fundamentará a partir de la idea de felicidad como bien individual y no como un estado generalizado socialmente por un paradigma.
Desde los años 50 del siglo XX la sociedad se ha comportado de una manera poco predecible, justo cuando nadie podía considerar la posibilidad de una cultura global porque precisamente se venía bajo el influjo de distintos conflictos bélicos y sobre todo ideológicos que parecían dividir al mundo, con el crecimiento de los medios de comunicación empieza a nacer un fenómeno impensable y es precisamente la globalización, la globalización entonces se convierte en el fortalecimiento de una única lógica social, económica y política que logra extenderse paulatinamente por todo el globo terráqueo, esto y la caída del muro de Berlín marcan el inicio de un paradigma capaz de comprender a casi la totalidad del mundo, Bernardo & Hernández (2015) consideran que efectivamente el capitalismo globalizado nacen con este evento “durante las últimas décadas del siglo XX se hizo patente el nuevo catálogo de retos económicos… Los mercados financieros, los más beneficiados por la globalización, se han fortalecido, son más eficientes” (Bernardo & Hernández, 2015, p.238) con esto los autores muestran cómo se incorpora una cultura global en la cual tiene especial primacía e importancia la economía, incluso está por encima del bienestar de los hombres.
El capitalismo entonces viene de la mano con una cultura de consumo que le es propia a él, la idea de que todos los hombres pueden acceder a cuantos bienes puedan a cumular siempre y cuando su capacidad adquisitiva se los permita se muestra como demasiado tentadora para la mayoría de los individuos del mundo quienes no sólo se incorporan a este sistema por el alto grado de aceptación que pueda tener sino porque a partir del siglo XIX los estados occidentales en su mayoría han venido adoptando por forma de gobierno, ideas progresistas que ven el liberalismo político, el cual mutará en neo-liberalismo gracias a la globalización y este a su vez desatará el consumismo del capitalismo como la única opción fiable para generar progreso y avance cultural en los estados nacientes. Estas ideas que se fortalecen desde el siglo XIX están arraigadas incluso desde “el siglo de las luces” cuando los ilustrados postulan en el liberalismo como el sistema político y económico optimo y compatible con el imparable avance de las ciencias, artes y economías liberales, quizás con el tiempo se dieron cuenta de que este avance no era tan imparable y ético como en principio se pensaba pero lo que si es cierto, es que a partir de este momento nace un nuevo paradigma, uno que favorece el progreso y que lo entiende a partir de estándares burgueses, es decir, que asocia directamente al progreso a la posesión de medios de producción como valores equivalentes, como si de sinónimos se tratase, es así como un país al igual que un burgués del siglo XVIII ha progresado y es prospero si y sólo si es propietario de medios de producción, y sólo un país puede considerarse como en vías de progreso si posee medios de producción.
Es entonces entendible que el componente de bienestar humano o calidad de vida se vea como un elemento social prescindible y de poca importancia comparado con la gran empresa del liberalismo, ya que se considera ingenuamente que si hay industria y progreso también hay calidad de vida en los habitantes del país, esta idea se ve destruida y menospreciada a partir de análisis como los propuestos por Karl Marx (2001), cuando denuncia por medio de sus textos que el capitalismo de la mano con la industria se ha encargado de cosificar y objetivar a los hombres a tal punto que estos se convierten en un activo más del burgués dueño de los medios de producción, Marx denuncia entonces que el hombre proletario se ve obligado a vender su tiempo libre a cambio de dinero para poder sobrevivir lo cual lo lleva a una negación de sí mismo y lo convierte en un ser del cual sólo se podría deducir infelicidad, ya que no tenía la facilidad de ser sí mismo a menos que se desprendiera del trabajo. Marcuse (1993) por su parte al vivir en la segunda mitad del siglo XX en la cual el capitalismo está mucho más desarrollo y de la mano de la globalización, señala que el hombre se ha incorporado en una mentalidad mercantil producto del capitalismo a tal punto que ha perdido toda posibilidad de desligarse de este, es decir, al contrario de Marx (2011), quien creía que el hombre era alienado únicamente por medio del trabajo industrial, Marcuse añade que el hombre está en estado de negación aun cuando no está trabajando a causa de que incluso en su tiempo libre él se encuentra consumiendo y alimentando al sistema capitalista.
La visión de Marcuse (1993) permite entender que de una u otra manera como la globalización se ha adueñado de los modos de vida de los hombres y mujeres del siglo XXI, pues incluso señala como la cultura y la contracultura han sido acopladas y unificadas por parte del sistema consumista. Que todo lo existente en la sociedad sea posible comercializarlo hace que la felicidad también lo sea y esto ha desencadenado en una idea de felicidad basada en el paradigma consumista, que en cierta medida se ha convertido en el ideal de felicidad hegemónico al cual todos los individuos desean acceder, parece ser entonces que sólo quien tiene dinero, bienes, capacidad adquisitiva y demás valores exaltados de la sociedad consumista puede ser feliz, pero lamentablemente este concepto de felicidad se comporta de una manera ilusoria, ya que ese punto de felicidad es inalcanzable basándose en la idea de que cada vez se desea más y peor aún, se vive más cerca de la preocupación por adquirir o no perder lo adquirido que por disfrutar su utópica felicidad.
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