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LA FLOJA


Enviado por   •  10 de Febrero de 2020  •  Ensayo  •  4.214 Palabras (17 Páginas)  •  203 Visitas

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LA FLOJA

Anhelaba salir del pueblo. Se quedaba, porque no encontraba el modo.

¡Siendo mujer, todo se le complica a una! ¡No para un instante!

Levantarse en la mañana con todo y frío, ir a la cocina toda negra, llena del hollín y del cochambre acumulado durante años. Poner la leña en el fogón, arrimar el agua a calentar, antes de echar el café con canela, de ese, como tanto le gusta al Tata. Luego levantar los dos hermanos, sus sobrinos, como buenos pingos, no dejan nunca de jugar. Lavar la carita, peinarlos, buscar sus cuadernos, despedirlos pronto, p’a que se vayan a la escuela. Hacerlo rápido, porque cuando se levante el viejo, ella tendrá qué arrimar su jarro con la bebida caliente. Soportar sus recriminaciones. El Tata siempre está gruñendo. Mientras él lo disfruta, una debe buscar los trastes, se quedaron tirados, regados por los chamacos, luego de tomar corriendo la bebida caliente.

¡Levantar el tiradero siempre es una lata! ¡Cómo salen de cosas!

El frasco de la sal está más que vacío, habrá qué pedir prestada una poca a la Matiana, porque la semana pasada la pedí a Chonita. ¡Si tan sólo tuviéramos dinero! Pero nada, en este pueblo no hay nada, donde una pueda ganarse unos pesos. El abuelo ya no trabaja, siempre está renegando de su cruz. ¡Otra vez las mismas cantaletas! ¡Las ya sabidas, por lo repetidas, si yo hubiera...! No tiene remedio, nunca trabajó, sólo cuando lo llevaron dizque de militar.

Ahí según decía, el tiempo se alargaba demasiado. Él nunca tuvo nada qué hacer, sino marchar al paso redoblado. No se preocupaba de la comida, por eso estaba “el rancho”, ya se lo daban cocidito, sin faltar las tortillitas. Luego se vino. Estaba siempre añorando sus épocas de holganza. Una vez hizo el intento de buscar trabajo. Duró dos días y nada. Lo corrieron de inmediato, se quedó dormido siendo obrero.

¿Qué esperaba? ¿Le aguantaran, como le aguantaron los hijos, cuando se quedaba durmiendo la mona, los días cuando se emborrachaba? ¡Hasta cuando se fueron todos!

También ya ni la amolaba. Era un día sí y otro también. “Perro que da en comer huevos, aunque le quemen el hocico” ¡Ya jamás entenderá! Se levanta, reniega y lanza amenazas e improperios. Una se tiene qué aguantar, escuchar maldiciones, ponerse lista para que no le dé un sopapo, de esos como él acostumbra cuando algo no le parece. Porque, mira si tiene la mano larga. Nunca se sabe de qué humor vaya a amanecer. Las tardes las usa para emborracharse en el cuarto grande, siempre y cuando haya con qué. Si no lo hay, se sale a ver quién le invita. Ha llegado al punto de sólo buscar quién se la cure en las mañanas.

Todos lo conocen por borrachín. Ya ni pena le da y ahí anda, mientras una tiene que fregarse para atender al señor, sólo porque aquí me tocó nacer.

¿Cómo hacerle pa’ salirme de estas cuatro paredes como es mi casa? Que... de chiquero, tiene más, y no de hogar, porque desde cuando murió su mamá del abuelo, nunca le ha arreglado nada, ni un clavito para los santitos, ni un cartón p`al piso de tierra. ¡Si les digo! Esto no es vida, es sólo irla pasando

Y una de mensa aquí fregándose, barriendo tierra, regando un poco de agua para que no se levante polvo. ¿Terminó ya usted? ¡Claro, el señor ya acabó! ¡Ahora debo lavar los trastes!

Ya los tengo en la cubeta, voy a la llave pa` lavarlos. Por suerte nos la vinieron a poner, cuando vinieron de la capital, dizque había muchos niños éticos. Nos regalaban la toma pa’ que tuviéramos agua potable, no fuera se nos hinchara el vientre y tuviéramos por ahí diarreas, de esas como le destrozan a una las tripas.

¡Mira nada más, cómo dejaron estos chamacos la piedra! Así no se pueden lavar los trastes. ¿Qué no piensan qué hace una?

¡Tanto lodo como echaron! ¿Eso porqué? ¡Andarían jugando a los zorrillos!

Porque hasta hicieron agujeros acá abajo. Y luego esta maldita llave, ya se trabó.

Pero ni modo, no hay para cuando tengamos pa’ comprar una. Mejor la quito como siempre y cuando acabe de lavar, la vuelvo a meter en la manguera. Ya no sirve para abrirse, sólo la puedo poner como tapón. ¡Qué remedio! No se debe una de enojar. Es la vida. Y según me dice el padrecito, así me tocó cargar mi cruz. Por eso voy a buscarme, cómo salir cuanto antes de estos andurriales. Ya no aguanto tanta tristeza, tantas carencias, y el abuelo ni se mueve. ¡Él es feliz haciendo lo que hace! O sea. ¡No hace nada!

Y tan feliz, desayunándose su café caliente en la mañana, y dejándome a mí la lucha pa’ ver qué traiga a mediodía, porque ni modo de dejarlo se muera de hambre.

Si ya se está quebrando, cuando menos hasta ahora nunca le ha faltado un bocado qué meterse en la panza. Aunque no haya tanto como en otras casas, donde hasta me dan de las sobras. ¡Y vaya si está re’ sabroso! Por cierto tengo qué apurarme.

Quedé de ir a lavar la ropa a la señora Mariana, no vaya a ser se me enoje porque no acabo.

¡Cómo me sirve lo que me paga! Mejor tenerla contenta. Al cabo ella sí me quiere. ¿Pa’qué la molesto? ¿Pa’ que luego no me dé nada para traer, a darles a esos chamacos, que son una amenaza?

Ya no aguanto doña Mariana, las piernas me punzan, los callos me matan, mi cabeza me da vueltas y tengo que seguir sin encontrar cómo hacerle, para no estar tirándome en la cama. Si no me muevo yo ¿Quién quiere lo haga? Las calenturas ayer no me dejaron estar en paz, mire nada más, esto está terrible, creo hasta se me hinchó el vientre. ¡Ando toda inflamada!

Debo andar con mucho calor metido en el cuerpo, porque hasta la tiricia me sabe sabrosa.

¡Pasa usted a creer! Y estos buenos para nada tiran todo. El jergón de los pillos no tiene paja, la cama del abuelo, se le cayó la pata. Las sillas más parecen mecedoras. Y ni modo. Me prometieron una, pero a ver, no me la han dado. De los trastes ya ni digo, todos andan chimuelos. La olla de barro se me abrió, ahora coso los frijoles en una de peltre, pero no es lo mismo, usted mejor que yo, sabe bien, cómo no saben igual.

La cocina es un desastre y yo tan mala, tan llena de achaques. Me hubiera ido, si no fuera porque me ganó el condenado Gumaro, y ya ve, ya nunca ha regresado. Yo no estaría aquí, se lo aseguro y se lo juro. Ora pues ni modo, ya me tocaba y pos ni modo, me tengo que aguantar. Ya me hubiera largado a donde fuera, una de mujer donde quiera cabe.

Le aseguro, aunque sea lavando me mantendría. Pero no, tuve qué agarrar a los dos escuincles que mi hermana tuvo, con sabrá Dios quién, y míreme nada más, ahora aquí estoy, fregada para toda la vida, mientras ella se divierte de lo lindo, nomás para

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