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La Leyenda De Licarayén


Enviado por   •  8 de Noviembre de 2012  •  1.302 Palabras (6 Páginas)  •  1.079 Visitas

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Leyenda de Licarayén

(La Leyenda de Licarayen es la leyenda de como se formó el Lago Llanquihue en la X Región de Los Lagos, en Chile)

Cuando aún no habían llegado a estas tierras los hombres blancos, vivían alrededor de los volcanes Osorno y Calbuco varias tribus de indígenas Huilliche.

Dentro de estas tribus, se encontraba Licarayén, que era la más pura y linda de las jóvenes. También estaba el apuesto y valiente "toqui" llamado Quitralpi, que desde que la vio por vez primera, quedó prendado ante la belleza y dulzura de la virgen. La felicidad reinaba en sus corazones. Ya estaba dispuesto que la próxima primavera se llevaría a cabo la ceremonia que los uniría para siempre.

Pero un antiguo Pillan llamado Peripillán, que habitaba y estaba prisionero en el Volcán Osorno, y quién fue un gran espíritu perverso que fue desterrado y lanzado a la tierra dando origen a este volcán, tuvo envidia de Quitralpi y no pudo resistir tanto amor entre estos jóvenes; y por eso decidió interrumpir la felicidad de Licarayén y Quitralpi. La Tierra, con bruscos vaivenes, anunció la tragedia. Peripillán que demuestra su poder vomitando humo y azufre; hizo que El volcán Osorno comenzara a arrojar fuego y humo. Fue tanta la furia de este Pillan, que en las noches, esos lugares presentaban un aspecto verdaderamente pavoroso. Grandes llamaradas que salían de los cráteres iluminaban el cielo con fulgores de fuego. Las montañas vecinas parecía que ardían y las inmensas quebradas que circundaban los volcanes Osorno y el Calbuco parecían como bocas del mismo infierno.

Los Huilliche entonces se reunieron en un parlamento. Era necesario resolver en qué forma podrían aplacar el enojo de este gran Pillan. Fue así, que apareció entre ellos un Machi viejo, que nadie supo quién era ni de dónde venía, y que pidiendo permiso para hablar dijo: "Para llegar al cráter es necesario que sacrifiquéis a la virgen más hermosa de la tribu. Debéis arrancar el corazón y colocarlo en la punta del cerro Pichi Juan, tapado con una rama de canelo. Veréis entonces que vendrá un pájaro desde el cielo, se comerá el corazón y después llevará la rama de canelo y elevando el vuelo la dejará caer en el cráter del hogar de Peripillán” Así hablo el viejo sabio y, sin que nadie se diera cuenta de ello, desapareció tan misteriosamente como había llegado.

El cacique hizo entonces averiguaciones para establecer cual de las vírgenes de su tribu era la más virtuosa, y muy a pesar de sus deseos, acepto la decisión de que la más bella y virtuosa de las jóvenes, era su propia hija Licarayen.

El cacique entonces con lágrimas comunicó a su hija que había sido elegida para salvar a la tribu de la ira de este Pillan. -No llores -le respondió ella-. Muero contenta, sabiendo que mi muerte ha de aliviar las amarguras y dolores de toda nuestra valerosa tribu. Solo pido un favor: que para matarme no uséis hachas ni vuestras lanzas. Y pidió que su lecho de muerte fuera preparado por el toqui Quitralpi, y que sólo él tocara su corazón, ya que él era el dueño desde que lo conoció.

Al día siguiente, cuando el sol empezaba a aparecer por encima de la cordillera y los pajarillos a trinar su canto matinal, un gran cortejo acompañó a Licarayén al fondo de la quebrada, donde el toqui tenía preparado un lecho con las más perfumadas flores que había encontrado en los prados y bosques. Llegó Licarayén y sin queja ni protesta alguna se tendió sobre aquel lecho de flores que había de transportar su alma a la eternidad. Los jóvenes, silenciosos y apenados, se sentaron alrededor de aquel catafalco florido y lloraron largas horas a su hermana que moría.

Cuando sus hermosos ojos se cerraron para siempre, el toqui Quitralpi acercó sus labios a la frente de la doncella, y después, haciendo un enorme esfuerzo para no estallar en llanto y gritos de dolor, le abrió el pecho, extrajo su corazón, y acogiéndolo entre sus manos como quien acuna un niño, con fervorosa unción, lo entregó al padre de la virgen.

El más fornido de los mancebos fue encargado de llevar el corazón y la rama de canelo a la

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