La Muñea Reina

convicción de tocar la puerta, pero al mismo tiempo, intentando calmar sus ilusiones, porque lo

más probable, es que la joven se haya mudado.

A pesar de que nadie contesta en la primera ni segunda timbrada, decide continuar ya que

sabe que esta emoción es fugaz y momentánea y quiere aprovecharla. Escucha que al otro lado de

la puerta hay una respiración, pero al tratar de interpelar al dueño de ésta no consigue nada. Al

alejarse ve en los barandales de la casa una prenda familiar, un delantal de cuadros azules que

pertenecía a Amilamia, la que llevaba en todos, o en la mayoría de sus recuerdos.

Con una nueva esperanza y renovada fuerza decide tomar un “plan b” y luego de hacer

una parada en el registro de propiedades, a la mañana siguiente vuelve a esta casa. Le abre una

señora y él se presenta como un enviado del señor Valdivia, el verdadero dueño de la casa, para

una “revisión”. La mujer parece creer la historia y entonces Carlos anuncia que llegará esa misma

tarde con los papeles necesarios.

Va pasando por las estancias comunes de cualquier hogar, anotando cifras sin sentido que

eran importantísimas para el personaje que se creaba, pero que no ayudaban en nada a Carlos,

pues no le permitían saber nada de esta casa. Sigue así hasta que en determinado momento, un

hombre se une al grupo. El recién llegado le dice, sin más preámbulos, que Valdivia ha muerto

hace tiempo ya, dejando su personaje descubierto.

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