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La Naturaleza En La Obra Julia De Burgos


Enviado por   •  8 de Febrero de 2014  •  1.375 Palabras (6 Páginas)  •  747 Visitas

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Sus palabras se entretejen por las paredes y su mirada segura, inocente y, a la vez, orgullosa y etérea, destella desde cada fotografía. Cada rincón suspira su nombre...

Julia de Burgos está más viva que nunca, y de eso se ha encargado su sobrina, María Consuelo Sáez Burgos, quien además es albacea del legado de la escritora. Si bien Consuelo nunca conoció a “tía Julita”, creció con la leyenda y sigue defendiendo su memoria por amor a su madre, también llamada Consuelo, una de sus siete hermanos, quien fuera la confidente y compañera de travesuras de la poetisa.

Para la también abogada, “Julia estaba en mi casa; yo escuchaba (de ella) en actividades, en tertulias poéticas, en recitales... pero para mí era mi tía Julita, era parte de la vida. Esa devoción que tuvo mi madre, que se cifra en amor, reconocimiento y, literalmente, en hermandad, pues la heredo yo, no porque mami me la impusiera, sino como parte de la vida misma, y además me causa una enorme satisfacción. ¿Quién más que la hija de Consuelo para continuar su legado?”, comenta.

Su primer amor

La pasión de Julia por la naturaleza le vino de su madre Paula. “La acurrucaba y le hacía cuentos e historias del río Grande de Loíza, los afluentes, la quebrada Limones y el pozo hondo, y cuando la mamá se iba a lavar ropa, se llevaba a las nenas. Paula le hacía cuentos de que, debajo de las aguas, habitaban príncipes y reinas y sirenas, en un mundo misterioso, oculto. Entonces Julia se metía y ella, que no necesitaba mucho con la imaginación, creaba su propia fantasía”, cuenta Consuelo.

Ya Julia se destacaba por su alma sensible. “Se trepaba en los árboles a secarse al sol y viento, improvisando sus primeros versos. Y la maravilla era que la rodeaban los vecinos, y decían: ‘Qué mucho disparate bonito’... Ya, desde entonces, la bautizaban La novia del río Grande de Loíza, que va a ser su metáfora y personificación de su vida”.

Luchas incansables

En 1928, se mudaron a Río Piedras, en el área de El Monte. Ahora, la pobreza realmente arreciaba y, de ahí, surge el ingenio. Con su hermana Consuelo, iban a las iglesias, templos y hasta un centro espiritista, y siempre les daban una limosna. “Se sentaban en las vías del tren, compraban un bollo de pan y lo llenaban de mortadela y queso y se daban un banquete”, dice Consuelo, riendo.

Ya en la escuela superior de Río Piedras, Julia tuvo que luchar con los prejuicios de clase, pero salió a flote en sus estudios, sobre todo en su amor por las ciencias, las matemáticas y, por supuesto, la literatura. “Además, Julia era excelente atleta, con tantos charcos que brincó de niña, y tantos árboles que trepó... Medía seis pies de altura, y excelente deportista, brincando a lo alto, a lo largo, de cuarto bate, nadando...”, enumera Consuelo.

Ya Julia escribía, pero formalmente comenzó a desarrollar su arte en la universidad, donde ingresó para estudiar pedagogía. Pero la pobreza la alcanzó nuevamente y, al segundo año de carrera, tuvo que abandonarla para ayudar a sustentar a su familia.

El amor llega en 1934, de la mano de Rubén Rodríguez Beauchamp, un locutor de radio, e independentista. “Se amaron bien”, dice Consuelo, a pesar de que el matrimonio sólo duró cuatro años.

En 1936, Julia declama, en el Ateneo Puertorriqueño, su escrito La mujer ante el dolor de la patria, y así se expresa en público como escritora y luchadora por la independencia. En 1937, escribe Poemas exactos a mí misma, del cual no se conservan copias, por lo que se considera que su primer libro es Veinte surcos, publicado en 1938.

El año 1939 va a cambiar la ruta de Julia para siempre. La escritora ve llegar al amor de su vida, el dominicano Juan Isidro Jimenes Grullón, quien “era imponente, brillante y muy comprometido con las luchas en las que estaba comprometida Julia”.

Cuenta Consuelo que, en ese momento, su tía llevó a Juan a conocer a su río Grande. “Tal vez esperando ver un río como los de Santo Domingo, donde cruzan trasatlánticos,

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