La disciplina de la imaginación
Enviado por faz_9160 • 24 de Noviembre de 2014 • 561 Palabras (3 Páginas) • 242 Visitas
La disciplina de la imaginación
Basado en el texto de Antonio Muñoz Molina
No se puede avanzar mucho en la reflexión sobre el lugar de la literatura y de la palabra escrita en la enseñanza si no se revisa la distancia entre lo que se llama educación y lo que se llama cultura. En muchos países incluyendo México hay una entidad para encargarse de la educación y otra para la cultura.
La educación siempre ha sido un oficio muy valorado moralmente, sin embargo Muños Molina afirma que este oficio ha sido despojado en los últimos años de toda su dignidad pública y de gran parte de su legitimidad moral. Esto puede deberse en parte a la decadencia general en la aplicación de nuevas reformas y planes de estudio que en lugar de continuar siendo exigentes y rigurosos cada vez son más fáciles.
Desde que nacemos nuestros aprendizajes están ligados a nuestro instinto de supervivencia y a nuestra necesidad de comprender el mundo y hacernos una idea razonable de nuestra posición en él. Parte de nuestro instinto es también imaginar cómo funciona el mundo.
La literatura, es una consecuencia del instinto de la imaginación, que opera con plenitud en la infancia y que poco a poco suele ir atrofiándose, como todo órgano que se deja de usar. Todos comenzamos imaginando, sin embargo al ir creciendo se nos convence de que imaginar no es útil en la vida diaria y por eso no desarrollamos nuestra imaginación tanto como podríamos. Lo mismo ocurre con el hábito de la lectura.
Las cosas que más instintivamente llevamos a cabo, las que nos parece que nos salen sin esfuerzo, han requerido un aprendizaje muy lento y muy difícil y aprender a leer los libros y a gozarlos también es una tarea que requiere un esfuerzo largo y gradual, lleno de entrega y de paciencia, y también de humildad.
Las palabras de Muñoz Molina explican otro detonante de la reciente decadencia entre los alumnos de nuestros sistemas educativos:
“Parece imposible que la gente se olvide un poco de la televisión para consagrarse a la literatura, y que en las escuelas exista de verdad la posibilidad de que profesores y alumnos compartan la experiencia del aprendizaje de la imaginación y de la racionalidad, que son también virtudes cívicas, pero vale la pena la temeridad de intentarlo. Porque la literatura no está sólo en los libros, y menos aún en los grandilocuentes actos culturales, en las conversaciones chismosas de los literatos o en los suplementos literarios de los periódicos. Donde está y donde importa la literatura es en esa habitación cerrada donde alguien escribe a solas a altas horas de la noche, o en el dormitorio donde un padre le cuenta un cuento a su hijo, que tal vez dentro de unos años se desvelará leyendo un tebeo, y luego una novela. Uno de los lugares donde más intensamente sucede la literatura es un aula donde un profesor sin más ayuda que su entusiasmo y su coraje le transmite
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