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La gamita ciega


Enviado por   •  9 de Septiembre de 2020  •  Práctica o problema  •  1.870 Palabras (8 Páginas)  •  595 Visitas

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Actividad N°5

1-Releé el cuento “La gamita ciega” del autor Horacio Quiroga y reescribí la historia desde la perspectiva del personaje principal. Para eso tené en cuenta lo siguiente:

-La narración debe estar en primera persona.

-El tipo de narrador debe ser protagonista.

-Los pensamientos, los diálogos y la experiencia de la gamita.

Recordá que el proceso de escritura lleva tiempo y lo importante es que sepas que debemos corregir muchas veces nuestras producciones escritas antes de finalizarlas

Hay un venado -una gama- que tiene dos hijos mellizos, cosa rara entre los venados. Un gato montés se comió a uno de ellos, y quedó solo la hembra. Las otras gamas, que la querían mucho, le hacen siempre cosquillas en los costados. Mi madre les hace repetir todas las mañanas, al rayar el día, la oración de los venados. Y dice así:

I. Hay que oler bien primero las hojas antes de comerlas, porque algunas son venenosas.

II. Hay que mirar bien el río y quedarse quieto antes de bajar a beber, para estar seguro de que no hay yacarés.

III. Cada media hora hay que levantar bien alta la cabeza y oler el viento, para sentir el olor del tigre.

IV. Cuando se come pasto del suelo, hay que mirar siempre antes los yuyos para ver si hay víboras.

Este es el padrenuestro de los venados chicos. Cuando la gamita lo hubo aprendido bien, su madre la dejó andar sola.

Una tarde, sin embargo, mientras la gamita recorría el monte comiendo las hojitas tiernas, vio de pronto ante ella, en el hueco de un árbol que estaba podrido, muchas bolitas juntas que colgaban. Tenían un color oscuro, como el de las pizarras.

¿Qué sería? Ella tenía también un poco de miedo pero como era muy traviesa, dio un cabezazo a aquellas cosas, y disparó.

Vio entonces que las bolitas se habían rajado, y que caían gotas. Habían salido también muchas mosquitas rubias de cintura muy fina, que caminaban apresuradas por encima.

La gama se acercó, y las mosquitas no la picaron. Despacito, entonces, muy despacito, probó una gota con la punta de la lengua, y se relamió con gran placer: aquellas gotas eran miel, y miel riquísima, porque las bolas de color pizarra eran una colmena de abejitas que no picaban porque no tenían aguijón. Hay abejas así.

En dos minutos la gamita se tomó toda la miel, y loca de contenta fue a contarle a su mamá. Pero la mamá la reprendió seriamente.

-Ten mucho cuidado, mi hija -le dijo- con los nidos de abejas. La miel es una cosa muy rica, pero es muy peligroso ir a sacarla. Nunca te metas con los nidos que veas.

La gamita gritó contenta:

-¡Pero no pican, mamá! Los tábanos y las uras si pican; las abejas no.

-Estás equivocada, mi hija -continuó la madre-. Hoy has tenido suerte, nada más. Hay abejas y avispas muy malas. Cuidado, mi hija; porque me vas a dar un gran disgusto.

-¡Sí, mamá! !Sí, mamá! -respondió la gamita. Pero lo primero que hizo a la mañana siguiente fue seguir los senderos que habían abierto los hombres en el monte, para ver con más facilidad los nidos de abejas.

Hasta que al fin halló uno. Esta vez el nido tenía abejas oscuras, con una fajita amarilla en la cintura, que caminaban por encima del nido. El nido también era distinto; pero la gamita pensó que, puesto que estas abejas eran más grandes, la miel debía ser más rica.

Se acordó asimismo de la recomendación de su mamá; mas creyó que su mamá exageraba, como exageran siempre las madres de las gamitas. Entonces le dio un gran cabezazo al nido.

¡Ojalá nunca lo hubiera hecho! Salieron enseguida cientos de avispas, miles de avispas que la picaron en todo el cuerpo, le llenaron todo el cuerpo de picaduras, en la cabeza, en la barriga, en la cola; y lo que es mucho peor, en los mismos ojos. La picaron más de diez en los ojos.

La gamita, loca de dolor, corrió y corrió gritando, hasta que de repente tuvo que pararse porque no veía más; estaba ciega, ciega del todo. Los ojos se le habían hinchado enormemente, y no veía más. Se quedó quieta entonces, temblando de dolor y de miedo, y sólo podía llorar desesperadamente.

-¡Mamá!… ¡Mamá!…

Su madre, que había salido a buscarla, porque tardaba mucho, la halló al fin, y se desesperó también con su gamita que estaba ciega. La llevó paso a paso hasta su cubil, con la cabeza de su hija recostada en su pescuezo, y los bichos del monte que encontraban en el camino se acercaban todos a mirar los ojos de la infeliz gamita.

La madre no sabía qué hacer. ¿Qué remedios podía hacerle ella? Ella sabía bien que en el pueblo que estaba del otro lado del monte vivía un hombre que tenía remedios. El hombre era cazador, y cazaba también venados, pero era un hombre bueno.

La madre tenía miedo, sin embargo, de llevar a su hija a un hombre que cazaba gamas. Como estaba desesperada se decidió a hacerlo. Pero antes quiso ir a pedir una carta de recomendación al OSO HORMIGUERO, que era un gran amigo del hombre.

Salió, pues, después de dejar a la gamita bien oculta, y atravesó corriendo el monte, donde el tigre casi la alcanza. Cuando llegó a la guarida de su amigo, no podía dar un paso más de cansancio.

Este amigo era, como se ha dicho, un oso hormiguero; pero era de una especie pequeña, cuyos individuos tienen un color amarillo, y por encima del color amarillo una especie de camiseta negra sujeta por dos cintas que pasan por encima de los hombros. Tienentambién la cola prensil, porque siempre viven en los árboles, y secuelgan de la cola.

¿De dónde

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