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La infección o fiebre puerperal es la enfermedad que afectó a un gran porcentaje de mujeres tras el parto


Enviado por   •  27 de Septiembre de 2012  •  1.448 Palabras (6 Páginas)  •  992 Visitas

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La infección o fiebre puerperal es la enfermedad que afectó a un gran porcentaje de mujeres tras el parto, causándolas la muerte hasta el descubrimiento de la causa que lo originaba en 1848. Esta infección, recibe ese nombre de la palabra la palabra “puerperio” (periodo de seis semanas posteriores al parto).

Planteamiento del problema

En el Hospicio General de Viena había dos divisiones en maternidad: la Primera y la Segunda: la Primera tenía el mayor número de casos de mujeres que enfermaban de fiebre puerperal (en 1842, en agosto, murieron el 27% de las parturientas, en octubre el 20% y en diciembre llegó al 33%, su cota más alta). En cambio, en la Segunda División el número era mucho menor (de menos del 3%), a pesar de que recibían los mismos cuidados y ambos pabellones tenían el mismo número de mujeres (100 mujeres en cada uno). Ignaz Semmelweis, el médico más valorado del hospital, entre los años 1844 y 1848 trató de solucionar este problema como veremos a continuación.

Las hipótesis

Si en las dos Divisiones hay aproximadamente el mismo número de pacientes entonces el índice de mortalidad debería de ser más o menos el mismo.

Semmelweis pensó en un primer momento que podía deberse a cambios atmosféricos-cósmico-telúricos, es decir, a alguna epidemia que hubiese por aquella época y que pudiese afectar a las embarazadas. Pero:

¿Cómo podría la epidemia haber afectado en la Primera División durante años y no en la Segunda?

¿Y el resto de hospitales de Viena?

Además, Semmelweis observó que las mujeres que, cogidas por sorpresa, parían en la calle y sólo después llegaban a la sala del hospital, casi siempre se salvaban, incluso en las épocas de epidemias

Por estos motivos, refutó esta hipótesis y buscó otra nueva.

La dieta: la calidad de la comida era la misma tanto en una División como en otra.

La limpieza: comprobó que la limpieza también era la misma en ambas Divisiones.

El grado de hacinamiento: era incluso superior en la Segunda División.

Refutó entonces estas tres hipótesis.

Estudió el nivel socioeconómico de las mujeres por si atendían mejor a las de la Segunda División, ya que al cabo de un tiempo de hacerse famosa la Primera División del Dr. Klin ninguna quería ingresar en su pabellón y casi el 40 % de las que lo hacían eran aquellas que llegaban sin ayuda, ni tan siquiera de familiares suyos que pudieran llevarlas a otro lugar. Estas mujeres solían ser las más rechazadas de la época: las solteras embarazadas. A pesar de estos motivos, Semmelweis desechó esta hipótesis ya que los médicos ingresaban a las parturientas sin tener en cuenta su nivel socioeconómico. Se limitaban a instalarlas en las camas que quedasen libres.

Una comisión investigadora adjudicó la responsabilidad a los estudiantes que habían revisado a las parturientas debido a unas prácticas universitarias. Aseguraban que además de no realizarlas bien, hacían sentir vergüenza a las mujeres. Semmelweis refutó esta hipótesis al afirmar que:

Las lesiones producidas en el proceso del parto son mucho mayores que las que pudiera producir un examen poco cuidadoso.

Las comadronas de la Segunda División reconocían a las pacientes de la misma manera que los estudiantes.

Para demostrar que esta hipótesis era falsa redujo el número de estudiantes y se restringió casi al mínimo el reconocimiento de las mujeres por parte de ellos y la mortalidad, tras descender un poco, alcanzó sus cotas más altas.

Otra hipótesis fue que en la Primera División, cuando una parturienta estaba a punto de morir, el sacerdote iba hasta la enfermería, donde se encontraba la moribunda, haciendo sonar una campanilla. Para llegar, tenía que atravesar cinco salas, pasando entre las camas de las demás mujeres que, al oír el sonido, se deprimían y debilitaban. La diferencia con la Segunda División era que en esta última, el sacerdote accedía por una puerta trasera hasta la enfermería sin ser visto por las demás. Semmelweis decidió estudiar esta posibilidad, así que convenció al sacerdote para que accediese sin ser visto y sin hacer sonar la campanilla, pero la mortalidad no decreció, así que también descartó esta posibilidad.

A estas alturas de la investigación, Semmelweis estaba obsesionado con el problema y comenzó a perder amistades. A los pocos que le quedaban les escribía cosas como:

“No puedo dormir ya. El desesperante sonido de la campanilla que precede al sacerdote, ha penetrado para siempre en la paz de mi alma. Todos los horrores, de los que diariamente soy impotente testigo, me hacen la vida

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