Labios color de sangre
Enviado por Perdomo67 • 9 de Noviembre de 2017 • Apuntes • 1.894 Palabras (8 Páginas) • 244 Visitas
Labios color de sangre
Enrique Morales Perdomo[1]♦
Florecieron los pueblos y poblaron la tierra como las flores que cubren las plantas cuando empieza a despuntar la primavera con sus cantos verdosos y ropajes traslúcidos bañados en nítido rocío de vida. No existía frontera alguna del suelo, protector de los hombres. Aún presente no se hacia la envidia, permanecía en letargo la avaricia que carcome los sentimientos, la semilla del odio aún no germinaba, todas las fuerzas oscuras presas se encontraban en las entrañas de la tierra envueltas en una esfera de fuego porque Dios así lo había dispuesto.
Pero una alma expulsada del firmamento, entre las oscuridades terrenales en agonía retorcía su cuerpo, se desplazaba cual animal rastrero para atrapar con sus pensamientos perniciosos la pureza de la raza humana.
Al norte de la tierra vivían los hombres, dispersos en pequeñas tribus. Era una región árida, pobre en vegetación, más la entereza de las tribus les permitió adaptarse a las penurias y sobrevivir ante los preceptos de Dios, fundamentados estos en el respeto, convivencia y amor. Más un día emergieron las fuerzas ocultas del centro de la tierra, convertidas en gélidos alientos, poco a poco cubrieron el suelo de un hielo escalofriante, los vientos con furia disiparon el frío y calaron sin compasión los cuerpos de los hombres, quienes obligados emprendieron un viaje sin rumbo fijo, sólo en sus mentes se encontraba despierto el deseo supremo de supervivencia.
El Dios eterno al observar el pesar de los hombres a punto estuvo de suavizar su doloroso transe, más su conciencia lo detuvo, empeñado estaba en que la inteligencia humana encontraría la puerta adecuada para edificar su grandeza sin su ayuda. Crecieron los vientos con fuerza y su furia despeñada en pequeñas partículas de frío cubrieron las huellas en el peregrinar de las tribus hasta posarse ante la vista inmensa de los hombres. De pronto, rodeados se encontraban de un paisaje completamente austero vestido de blanco engañoso que escondía las mieles de la vida.
La desesperación cubrió las almas de los hombres, se revelaron ante Dios con reclamos aventados hacía el cielo, más la deidad no reprimió, su fe en la raza humana era suprema, pero las fuerzas oscuras emergieron por segunda vez del suelo arropado en hielo bajo la forma de vapor para adherirse a sus cuerpos y envolver sus débiles corazones, así nació el odio que al final llevó a las diferentes tribus a luchar entre ellas hasta que sólo quedo una, la más fuerte. Fue entonces cuando Dios lloró, sus lágrimas se desplomaron hasta la tierra sin perder su tibieza que al contacto con el hielo al instante lo derritió para después ser consumida su esencia por la mustia tierra, la cual quedó vestida de verde esmeralda acompañada esta de exeltos aromas y frutos comestibles. Era la segunda oportunidad para reivindicarse con Dios, más el hombre confundió aquellos sucesos y decidió adorar a diversos deidades creadas por ellos mismos.
Al milagro de la fertilidad emergida de la tierra con olor a esperanza, le rindió tributo; a la lluvia que calmo el calor interno de sus cuerpos durante el desarrollo de sus largas jornadas de trabajo en busca de la comodidad engañosa arropada entre trajes pomposos de la avaricia, le ofrendo respeto y altares suntuosos; y al sol que mitigo los fríos intensos desatados en periodos de su existencia y con base en los recuerdos de su peregrinar sufrido, le dio el más alto grado de adoración.
La inconsciencia segó la vista de los hombres; ante estos acontecimientos, por vez primera, Dios endureció su corazón y castigo, heredó un color cenizo que se impregnó en los labios de todos los miembros de la tribu, pero ellos envueltos por la necedad atribuyeron estas causas al frío intenso que siempre los acompañó en su peregrinar pasado.
Así continuó la vida efímera de los hombres; comenzaron a establecer costumbres carentes de razón, desapareció la igualdad humana, aniquilada de tajo como si fuera hiedra venenosa que corrompe la piel de quien la toca, se conformaron tres estratos sociales. Los sacerdotes quienes eran el vínculo directo entre la raza humana y sus dioses nuevos, ellos guiaban la existencia de la tribu, sus voces eran seguidas por los ecos de las acciones del pueblo entero. Los guerreros, hombres de esculturales cuerpos que a partir del ejercicio continuo se hicieron diestros en el manejo de las armas, pronto sus destrezas los convirtieron en seres soberbios que con la simple mirada desdeñaban la inferioridad del tercer estrato social conformado por la plebe. Campesinos, alfareros, tejedores y demás miembros de la tribu dedicados a actividades artesanales eran quienes con sus largas jornadas de trabajo mantenían a la comunidad que día con día crecía en el progreso.
En el centro de la ciudad se talló de una sola pieza una piedra circular, miles de caricias humanas fueron necesarias para darle una textura completamente lisa, de color tan blanco que cuando en las noches más negras del año aparecía en el firmamento la luna llena, parecía ser su mismo reflejo vivo, en su centro se encontraba una elevación rectangular de la misma textura y color.
Esta roca era el lugar destinado para adorar a su Dios supremo con las vidas de las doncellas vírgenes, hijas de los sacerdotes, puesto que esta casta debería de estar conformada sólo por varones. Cuando los sacerdotes procreaban una mujer, se le cuidaba con esmero, se le protegía y educaba para que entendiera que su destino era alimentar el alma de su Dios principal, cuando cumplían quince años era el momento de rendir tributo con su vida ofrendada al Sol, resultaba curioso cuando se realizaban los sacrificios humanos observar como la sangre escurría en hilos de vida perdida de entre el pecho de las doncellas y absorbida era por la superficie de la enorme piedra circular que al sentir la tibieza en rojo al instante la absorbía sin dejar huella alguna.
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