Las estructuras morfológicas como recurso descriptivo en el cuento “El Grillo” del autor costarricense Carlos Salazar Herrera.
Enviado por esteban12375 • 3 de Febrero de 2015 • Ensayo • 1.716 Palabras (7 Páginas) • 348 Visitas
Tema: Las estructuras morfológicas como recurso descriptivo en el cuento “El Grillo” del autor costarricense Carlos Salazar Herrera.
Realizado por: Profesor Alexander Solano Hernández.
Universidad Autónoma de Centroamérica.
Curso: Gramática II, Filología.
III Cuatrimestre, 2011.
“La construcción de los ambientes y los personajes que se desprende de su obra, permite relacionarlo con otros autores tales como Juan Rulfo y Horacio Quiroga, por citar dos ejemplos de clásicos latinoamericanos.” (Alvarado, 2009, p.118)
En el cuento “El grillo”, el autor Carlos Salazar Herrera, vuelve a retratar al costarricense de la periferia: Un indio, que vive solo en la bahía, pues su mujer ha muerto dando a luz y tal como lo hace, magistralmente, en su otro relato “La sequía”, hay una fusión entre personaje y ambiente, por lo que la soledad del indio se describe desesperada en los detalles de su rancho. En la literatura costarricense, el indio es un personaje solitario, aislado y poco comunicativo.
Su estilo de cuento es breve y conciso, y sigue “dos principios básicos del género: la tensión y la intensidad, es decir, la suspensión del desenlace y el final sorpresivo o efectista.” (Rojas y Ovares, 1995, p.123). Aunque los cuentos de Carlos Salazar Herrera, se desarrollan alrededor de los conflictos en las relaciones humanas, aquí hay un único personaje, cuyo conflicto es consigo mismo, pero a la vez, interacciona con su espacio y la naturaleza.
El narrador omnisciente, relaciona el estado interior afectiva del único personaje y protagonista, con el vacío del espacio físico y geográfico. “Esta solidaridad o compenetración anímica del paisaje, frecuentemente se encuentra en las páginas de Salazar” (Camacho, 1982, p. 55). La fuerza descriptiva del binomio personaje – ambiente, se expresa en la construcción de los grupos nominales. Hay una intrínseca relación ambivalente entre los elementos abstractos y concretos: Soledad – rancho. Recuerdos – grillo. Él se llama José, tal como el indio en el cuento de García Monge, que muere de soledad. No obstante, ambos, rancho y grillo, no poseen nombre propio. Son tan impersonales como las olas del playón de la bahía, los jícaros, los tamarindos. Tan enemigos de su vida, como las grandes crecientes de marzo, cuyo oleaje llegaba a empellones hasta los cimientos del rancho.
No obstante, el predominio del uso del artículo definido, indica que los elementos del referente se relacionan con el personaje. Le son conocidos y son una expresión de su alma. Su descripción, es a la vez, la de su visión interna. Para ello, se usan los adjetivos calificativos especificativos de los nombres comunes que evocan los elementos del paisaje. Por ejemplo: “lugar solitario”; “ancho playón”; “- Ese bandido grillo…”. . También se emplea el adjetivo como atributo en la construcción copulativa: “-¡Este rancho es una desgracia!”. El uso constante del adjetivo calificativo determinante, logra, lo que Camacho denomina el impresionismo literario: “La visión pictórica de Salazar transciende a nuevas posibilidades artísticas: nos lleva al campo de lo que se ha llamado impresionismo literario.” (Camacho, p. 90). Para destacar el nexo emocional en el nudo del conflicto, el grado de intensidad del adjetivo expresa una comparación de superioridad: “…a quien quería más que mucho…”.
En la descripción solo hay una símil: “…igual que un mono”. La prosopopeya y la metáfora, combinadas en un lenguaje poético, crean imágenes mentales: “El mar había bajado tanto, que apenas se le oía rasgar sus listones blancos.” Mediante el uso de adjetivos determinativos numerales, esta imagen puede ser hiperbólica: “Escudriñó con mil ojos”, o también específica: “Se tocó una oreja para oír mejor”.
Otro rasgo interesante en la descripción, es el efecto que logra la antítesis, al oponer la significación de dos sustantivos o formas verbales: oleaje llegaba – rancho inmóvil; chillido – silencio; quejidos y lágrimas – tranquila; apagó y encendió; linterna – sombras. Al final, la antítesis se resuelve, con el triunfo del indio, el cual se expresa con el triunfo de la luz.
El autor construye la prosopopeya mediante la sustantivación de los adjetivos con el uso del artículo neutro. Por ejemplo, cuando el narrador sugiere la invasión de la soledad en el rancho: “El indio José vivía desde entonces la espantosa soledad de su rancho, amargado por los recuerdos y desvelado por las amarguras; pero en aquel momento, lo grave, lo importante, lo inadmisible, era que un grillo se había apoderado de su vivienda.”. La personificación de las emociones, humaniza los nombres abstractos: El rancho estaba poseído por la soledad.
El rancho se relaciona con la vida del indio, la cual se tambalea y sufre la desgracia. Se construye; se estremecía; se tostaba inmóvil, tal como su vida, que estaba a merced de la naturaleza. El género del sustantivo “rancho”, evoca además su masculinidad, tal como una especie de jerarquía patriarcal. No solo era una habitación, también tenía vida propia y era su enemigo. De alguna manera, para el indio, el rancho era el culpable: “Ya le echaba las culpas al rancho”. La única manera de escapar, era destruirlo. La expresión “-¡Este rancho no me quiere!”, aparece dos veces. El énfasis comunica una convicción de desolación en la psiquis del personaje. Los adverbios de negación, no y nada, son usados en momentos de desesperación. El rechazo por parte del rancho,
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