ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Leyendas De Nochistlán


Enviado por   •  7 de Julio de 2015  •  2.217 Palabras (9 Páginas)  •  6.792 Visitas

Página 1 de 9

LA PILA DE AFUERA

Cuando el pueblo de Nochistlán aún no tenía agua entubada, la mayoría de las personas acudía a cinco pilas surtidoras del preciado líquido. Los hombres, como cristos crucificados, cargaban sobre el hombro un madero atravesado, del cual pendían, mediante lazos, dos botes de cuatro hojas. Las mujeres, también sobre el hombro, sostenían un contorneado cántaro de barro.

Las pilas estaban hechas de cantera. Se llamaban según su color característico o su ubicación. Una era La Pila Azul; otra, La Pila Colorada; había dos Pilas del Centro y La Pila de Afuera. El agua que a ellas llegaba venía desde un cerro al que llaman La Mesa del Agua. El fluido cantarino atravesaba por el acueducto que construyeron en 1793 los nochistlenses, que sin conocer otro recurso hicieron 33 arcos de piedra.

La Pila de Afuera correspondía al barrio de San Sebastián. Su construcción relucía de cantera. Está situada al sur de una casa importante que todos conocían con el nombre de la Casa de Bóveda. Esta finca es propiedad de una de las últimas familias aristócratas del pueblo, apellidada Cervantes.

El agua que a la Pila de Afuera llegaba, aparte de cristalina, era muy sabrosa. Por ahí se comentaba que aquella persona, extranjera que la probara, se quedaría a vivir para siempre en Nochistlán.

Lejos de asegurar lo anterior, pero sin desmentirlo tampoco, el pueblo empezó a crecer por los cuatro puntos cardinales. Llegaron hombres desde la península de Yucatán, de Sinaloa, Michoacán, Durango, etc.; probaron el agua y, con su amor, engrandecieron la familia nochtécatl.

Por el lado poniente de la Pila de Afuera estaba El Portón. Hasta ahí llegaba la calle Cuauhtémoc (hoy Minero Roque). En tiempo de aguas, a la pila llegaba un chorro tan grande que era capaz de surtir cuanto bote y cántaro llevaran; además, el abundante caudal se desbordaba y corría, por la cuneta, calle abajo.

En tiempo de secas, la gente formaba grandes colas. Había pleitos de mujeres porque, "a la ley de sus faldillas", metían sus cántaros en la columna, sin respetar el orden establecido de quien llegaba primero. Una fiesta era el pleito. Los aguadores les formaban círculo, las incitaban a no dejarse, les aplaudían y les gritaban vocales sueltas. i Ah..! ¡Oh..! ¡Uh..! La bravura caxcana relucía en los encendidos rostros de las mujeres que peleaban. Vestidos al aire, prendas rotas, dejaban ver el nácar de la piel de las mujeres provincianas. Quien perdía el pleito, se iría a "la cola".

Con la escasez del líquido en las otras pilas y con la abundancia de La Pila de Afuera, creció el número de aguadores. Se llegó al extremo de acarrear agua por la noche. Muchas personas desvelaron a los grillos y despertaron el canto de los gallos.

El agua casi se agotó. Hubo días en que la gente no durmió esperando la llegada del vital líquido.

Por ese entonces empezó a rumorarse que en una ocasión, precisamente cuando el oro de la luna bañaba a la noche, a La Pila de Afuera llegó una mujer muy hermosa. Era alta y vestía un traje albo y transparente. Su figura era de una novia que va al altar, cuando a la pila se acercó, el silencio aguador enmudeció. La sorpresa encarnada en la belleza no permitió hablar. El asombro creció en las pupilas cuando aquella mujer, a la orilla de la pila, se sentó a bañar.

i Oh, visión con alas de embeleso! ¡ Sublime encanto! El chorro de la pila aumentó su caudal y la diosa coronada, elegantemente doblaba su cabeza y su cabellera caía como una lluvia de espigas doradas. La suavidad con que erguía su cuello, con que ondulaba su pelo, tenía encantados a los aguadores. Ninguno se movió de su sorpresa. Terminada de bañar, la mujer, cabellos color de miel, majestuosamente se levantó, estiró sus brazos como si se preparara para lanzarse al vacío... y empezó a volar. ¡Un vuelo sin alas! Su cuerpo, sin tocar tierra, se fue por la calle que conducía al Portón, y ahí desapareció.

Atónitos, los aguadores despertaron. De regreso a sus hogares contaron lo que habían visto. La admiración se volcó por todas las calles y barrios. Muchas personas la volvieron a mirar en su imaginación y dijeron que, en verdad, era muy bella. Otras, más reservadas, esperaron la siguiente luna llena y declararon que la habían visto bañarse, así como la primera vez, y luego irse flotando por la calle del Portón. Hubo otros habitantes, impresionados con leyendas, que insinuaban que era la Llorona, que venía para asustar a los niños malcriados.

La leyenda de la mujer de los cabellos color de miel se difundió por toda la región. El miedo y la admiración, antagónicamente, crecieron. El primero ya no quiso ni acercarse a la Pila de Afuera para acarrear agua. La segunda, todavía ansiosa, aguarda las lunas llenas con la esperanza de ver, aunque sea por última vez, a la esplendorosa mujer

El Chivo del Tuiche

Desde el sur de Zacatecas me dispongo a exponer una de las muchas leyendas que forman parte del folclor de éste lugar mágico y mítico por sus antiguas costumbres y tradiciones.

El hecho acaeció en la época de la Colonia, un leñador de edad madura, de aspecto sumiso y escuálida figura, de recursos muy escasos que respondía al nombre de Serapio Tachiquin y cuya humilde morada se encontraba precisamente en la falda sur del hoy conocido cerro del Tuiche.

Un día al subir el mencionado cerro oye el Don Din Dan de unas campanas, es jueves santo y sin duda alguna, en un rato más la gloria se cerrará. Rápido desciende del cerro llevando un poco de leña y a su mujer encuentra en la cocina. – Me haces unas tortillas calientes…

Y regresa, subiendo a donde escuchaba el toque de campanadas creyendo se oficiaría una misa. Casi en la cima del cerro del Tuiche está un conjunto de piedras que por la información que contienen podríamos considerarlas sagradas.

Dichas piedras suenan como el más variado toque musical de esquilas, basta que una piedra del tamaño de una manzana caiga sobre ellas para que resuenen con sonidos casi metálicos a manera de campanas, Serapio se embriaga con el canto de las piedras.

Después empieza

...

Descargar como (para miembros actualizados) txt (12 Kb)
Leer 8 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com