ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Leyendas Y Mitos


Enviado por   •  26 de Octubre de 2012  •  7.748 Palabras (31 Páginas)  •  544 Visitas

Página 1 de 31

Mitos

y

Leyendas

Índice

Origen del sol y la luna 3

El tesoro de la peña de valle de bravo 3

La casa de la quemada 4

Las momias del instituto 4

Las costillas del diablo 5

La Virgen de Tecaxic 5

La curz de los milagros 6

El callejón del beso 6

El jinete sin cabeza 7

El Señor del rebozo 7

Las sirenas 8

Cupido y Psyque 8

Gritos bajo la tierra 8

El mito del talón de Aquiles 9

La caída de icaro 9

Jing la princesa que quiso secar el océano 10

Kui-Xing, dios de los exámenes 10

Enanos y Elfos 11

Kitsune, el zorro mistico 11

Ehecatl 12

leyendas

Origen del Sol y la Luna

Decían que antes que hubiese día en el mundo, se juntaron los dioses en aquel lugar que se llama Teotihuacan, que es el pueblo de San Juan, entre Chiconauhtlan y Otumba. Dijeron los unos a los otros: "¿Quién tendrá el cargo de alumbrar al mundo?"

Luego a estas palabras respondió un dios que se llamaba Tecuciztécatl y dijo: "Yo tomo el cargo de alumbrar al mundo". Luego otro vez hablaron los dioses, y dijeron: "¿Quién será el otro?". Luego se miraron los unos a los otros y conferían quién sería el otro, ninguno de ellos osaba ofrecerse a aquel oficio, todos temían y se excusaban.

Había un dios que no hablaba pero sí escuchaba lo que los otros dioses decían, y los otros le hablaron y le dijeron: "Sé tú el que alumbres, bubosito", y él de buena voluntad obedeció o lo que le mandaron y respondió: "En merced recibo lo que me habéis mandado, sea así".

Y luego los dos dioses elegidos comenzaron a hacer penitencia cuatro días, encendieron fuego en el hogar, el cual era hecho en una peña que ahora llaman teotexcalli.

Todo lo que ofrecía el dios Tecuciztécatl era precioso. En lugar de ramos ofrecía plumas ricas que se llamaban quetzcalli, en lugar de pelotas de heno ofrecía pelotas de oro, en lugar de espinas de maguey ofrecía espinas hechas de piedras preciosas, en lugar de espinas ensangrentadas ofrecía espinas hechas de coral colorado, y el copal que ofrecía era muy bueno.

Y el buboso, que se llamaba Nanauatzin, en lugar de ramos ofrecía cañas verdes atados de tres en tres, todos ellos llegaban a nueve; ofrecía bolas de heno y espinas de maguey, y las ensangrentaba con su misma sangre; y en lugar de copal ofrecía las postillas de los bubas.

A cada uno de estos se les edificó una torre, como monte; en los mismos montes hicieron penitencia cuatro noches, ahora se llaman estos montes tzaqualli.

Después que se acabaron las cuatro noches de su penitencia, cuando la noche siguiente o a la medianoche habían de comenzar o hacer sus oficios, le dieron sus aderezos al que se llamaba Tecuciztécatl, diéronle un plumaje llamado aztacómitl, y una jaqueta de lienzo.

Al buboso que se llamaba Nanauatzin tocáronle la cabeza con papel, que se llama amatzontli, y le pusieron uno estola de papel y un maxtli de papel; y llegada la medianoche, todos los dioses se pusieron en rededor del hogar que se llama teotexcalli: en este lugar ardió el fuego cuatro días.

Los dioses se ordenaron en dos partes, unos de un lado del fuego y otros del otro, y luego los dos sobredichos se pusieron delante del fuego.

Luego hablaron los dioses y dijeron a Tecuciztécatl: "¡Ea pues, Tecuciztécatl, entra tú en el fuego!" Pero como el fuego era grande, estaba muy encendido y como sintió el gran calor, tuvo miedo, no osó echarse en el fuego y se volvió atrás.

Otra vez tornó para echarse en el fuego haciéndose fuerza, pero se detuvo, no osó echarse en el fuego, cuatro veces probó, pero no se osó echar. Estaba puesto el mandamiento de que no probase más de cuatro veces.

Los dioses luego hablaron o Nanauatzin y le dijeron: "¡Ea pues, Nanauatzin, prueba tú!"

Y como le hablaron los dioses, se esforzó y cerrando los ojos arremetió y se echó en el fuego, luego comenzó a rechinar en el fuego, como quien se asa. Y como vio Tecuciztécatl que se había echado en el fuego y ardía, arremetió y se echó en el fuego.

Luego una águila entró en el fuego y también se quemó, y por eso tiene las plumas hoscas o negrestinas; a la postre entró un tigre y no se quemó, sino que se chamucó y por eso quedó manchado de negro y blanco.

De este lugar se tomó la costumbre de llamar a los hombres diestros en la guerra quauhtlacélotl y dicen primero quauhtli, porque el águila primero entró en el fuego; y dijo a la postre océlotl porque el tigre entró en el fuego después del águila.

Luego que ambos se hubieron arrojado en el fuego, y después que se hubieron quemado, los dioses se sentaron a esperar de qué parte vendría a salir Nanauatzin.

Después que estuvieron gran rato esperando, se comenzó a poner colorado el cielo y en todas partes apareció la luz del alba.

Y cuando salió el Sol, apareció muy colorado, parecía que se contoneaba de una parte a otra, nadie lo podía mirar porque quitaba la vista de los ojos, resplandecía y echaba rayos de sí, y sus rayos se derramaron por todas partes. Después salió la Luna, en la misma parte del oriente: por el orden que entraron en el fuego, por el mismo salieron hechos Sol y Luna.

El tesoro de la peña de Valle de Bravo

Fuente: José Castillo y Piña

Desde hace mucho tiempo se ha venido contando de generación en generación, y todas lo han creído al pie de la letra, que en la peña del Valle de Bravo hay enterrado un valiosísimo tesoro.

En tiempo de la Guerra de Independencia, los insurgentes perseguían a muerte a los españoles, quienes por lo general eran dueños de cuantiosas fortunas, extensos latifundios y ricas minas de oro y plata en completa bonanza. He aquí la historia:

En el Valle de Bravo, poseedores de una gran extensión de tierra, había unos españoles sumamente ricos y que, temiendo ser presa de los terribles guerrilleros, determinaron separarse de la Nueva España para encaminarse a su patria, pero antes de hacerlo enterraron una cuantiosa fortuna en la peña del valle.

Consumada la Independencia por el gran libertador Don Agustín

...

Descargar como (para miembros actualizados) txt (45 Kb)
Leer 30 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com