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Luna de Plata


Enviado por   •  27 de Agosto de 2014  •  Informe  •  2.130 Palabras (9 Páginas)  •  252 Visitas

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Luna de Plata

Capítulo único

It feels better biting down

El agua condensada de mi té helado ya había traspasado la mesita redonda de cristal

que había olvidado tomar. Veía una de mis series favoritas de hombres lobos y vampiros.

No eran mamadas de niñas Twilight, sino más bien cosas más candentes como True

Blood. Esa serie es Hemlock Grove.

Una vez se acaba la serie, tomó el vaso de té helado (ya no tan helado) y me lo tomo

con rapidez. Con mi iPod, enciendo el equipo de sonido y pongo a reproducir música.

Curiosamente, la primera canción en sonar es It feels better biting down de Lorde.

Aunque la letra de esa canción es algo tan... obvia y repetitiva, tiene cierto ritmo tan

hipnótico que es imposible no mover las caderas, flexionar las piernas y llevar las manos

detrás del cabello.

Por suerte, mamá y papá están fuera de casa. Mamá está en su grupo de lectura,

discutiendo la libro-película Doce años de esclavitud y papá está con unos amigos

tomando unas copas. Podía bailar todas las canciones a todo el volumen. El grueso de

las paredes de mi casa absorben sonidos, así que no molestaré a los vecinos. Pero me

pareció mal idea que hayan construido la casa con paredes así. ¿Qué tal si un ladrón

entra y me dispara? Nadie hubiese escuchado los disparos. Podría gritar por ayuda y

nadie habría venido a auxiliarme.

No quería pensar en eso, menos como en una película de terror. Que de repente

apaguen las luces y escuche crujidos en la casa. ¡Muero!

La canción se acaba y se reproduce Die Zauberflote – Der holle Rache cantada por

Diana Damrau y hecha por Wolfgang Amadeus Mozart. Me pongo a hacer una

interpretación de cantante de ópera y a bailar por la sala de mi casa. Se acaba la

canción y suena el soundtrack de Sweeney Todd un musical hecho por Tim Burton

bastante macabro, pero canciones espectaculares.

Me voy a la cocina y saco cosas que hacer mientras que la música suena por toda la

casa. Si hay algo que me gusta de la cocina, es que es súper amplia. Cómodamente

pueden trabajar seis personas. Tengo dos estufas, una nevera inteligente y un soporte

embaldosado negro en medio de la cocina para cortar, picar y rebanar. Saco el salmón

de la nevera, el jamón y algo de pomelo. También raíces y de la cesta de pan, un

croissant.

Comienzo a sazonar los calderos con especias y mantequilla, colocando a dorar los

champiñones dulces. Lavo las lechugas gratinada con vinagre, pico papa blanca y las

pongo en una bandeja. Corto sobre ella el pomelo y le pongo jamón en tiras delgadas y

finas.

Doro el salmón con los champiñones y pongo las raíces en sopa. Después de unos 20

minutos, pongo los platos en la mesa y me digo a mi misma, como una ama de llaves.

---Esta noche tendremos salmón escalfado, ensalada de jamón y pomelo, sopa de

raíces y un croissant.

Y me dispuse a degustar. Estaba delicioso. Mientras como, mi celular comienza a

vibrar. Me había llegado un mensaje de texto. Era de Brandon.

“He estado tocando por más de una hora en tu casa. ¿Quieres abrirme la puta

puerta? Gracias.”

Dejando mi plato casi vacío, voy corriendo a las puertas para abrirle. Odio mi puerta.

Parece el banco de la republica, con casi siete candados. Ni siquiera podía gritarle que

esperara porque el sonido no salía, así que le devolví el mensaje de texto. Cuando por fin

quité el séptimo cerrojo (que era una clave digital de 4 dígitos) abro la puerta.

Veo a Brandon muy galante. Una camisa blanca de botones con el cuello abierto y

llevaba una chaqueta blazer gris, unos jeans y zapatos deportivos. Tiene su cabello

peinado para atrás, pero con fijador, logrando un efecto desordenado y parado. Como

siempre, tiene la expansión en su oreja. Aunque era poco sonriente, esta vez sonreía, no

una gran sonrisa, pero si tenía la comisura de los labios elevadas.

Eso fue algo perturbador.

---Hola, Elena.

Asiento con la cabeza.

---Brandon.

--- ¿Cómo estás?

---Notoriamente de buen humor.

Ambos asentimos, incomodos.

--- ¿No me invitarás a pasar?

--- ¿Quieres pasar?

Sonrió.

---No. ---respondió ---toma tu abrigo. Vamos a dar un paseo.

Alzo una ceja, sorprendida de su determinación. ¿Cómo sabe que diré que si? Decido

que es mejor mantenerme firme y darle un respuesta que no espera.

---No. Me quedaré en casa.

---Entonces, te follaré en casa. ---respondió.

Puse los ojos en blanco. Esas son palabras mayores. Pero he de decir que me

gustaron. Brandon era el tipo de chico, mejor dicho, hombre, que podría tener a las

chicas que quisiera. Su rostro tenía el semblante seductor, de mirada entrecerrada y una

mandíbula cuadrada. Ya había perdido todo vestigio o residuo de la niñez.

Me recuesto en la puerta y me cruzo de brazos.

--- ¿Quieres decir entonces que pensabas llevarme a un motel barato? Por favor.

---Claro que no. ---contestó ---tu te mereces una follada en un buen lugar.

---Viniste hasta aquí para decirme que quieres follarme. ¿Es que no te da vergüenza?

Lentamente, se acerca a mi y coloca su brazo justo al lado de mi rostro, obligándome

a ver el suyo. Acerca su rostro al mío y acentúa su mirada. Me pierdo en su mirada y

siento que tiemblo. Está demasiado cerca. Huele a perfume mezclado en gel... así es

como debe oler un hombre. Levanta mi mentón e inclina mi cabeza hacia atrás.

Instintivamente, abro mi boca. Quiero que me bese.

El también abre la boca, pero no me besa.

---No, Elena... ---me susurra al lado de mi oído ---no me da vergüenza porque te

deseo... y sé que tu también.

Me tomó de la cintura y me acercó a él.

---Brandon... ---gemí. Tenía razón. Lo deseo demasiado que hasta su insignificante

tacto me vuelve loca.

---Escúchame bien... vas a subir, te vas a poner ese vestido vino tinto que tanto me

encanta y te espero en mi auto o te follaré justo en la puerta y no me importaría si

alguien me ve.

Me suelta. La diosa que llevo dentro maldice y suplica para que me siguiese tocando.

Yo no quería hacer caso. Mi parte moral no quería hacer caso. Mi cuerpo anhelaba y

por ende, mi cerebro. Aún así, hago caso.

Una vez con el vestido puesto, tomo las llaves, vuelvo a memorizar la clave

...

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