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Manuel María Flores


Enviado por   •  25 de Agosto de 2014  •  460 Palabras (2 Páginas)  •  258 Visitas

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Manuel María Flores

Manuel María FloresManuel María Flores nació en 1840 en San Andrés Chalchicomula (México) y falleció en este mismo país en 1885. Fue miembro del Partido Liberal y luchó contra Francia cuando ésta intentó conquistar México; posteriormente fue Diputado de la República de México, cuando ésta fue conformada y destacó en sus labores políticas.

Pero la gran pasión de Flores eran las letras y junto a Ignacio Manuel Altamirano perteneció al grupo de escritores que se consideran líderes del romanticismo mexicano.

Entre sus obras se encontraron "Pasionarias" y "Rosas caídas", este último fue el diario de su vida que fue publicado a título póstumo. Altamirano lo admiraba profundamente y cuando Flores hubo faltado escribió una larga reseña en memoria de este hombre que, dijo, fue un gran amigo y un excelente escritor.

Cabe destacar que una de las características fundamentales del romanticismo mexicano eran la presencia de la melancolía, la soledad y los temas lúgubres y por la utilización de un lenguaje popular que hacía referencia a la forma en la que se vivía en dicha sociedad. Todos estos aspectos podemos encontrarlo en la poesía de Flores. En nuestra web podrás leer algunos de sus poemas, tales como "Amémonos", "Francesca", "Pasión" y "Soñaba".

AMÉMONOS

Buscaba mi alma con afán tu alma,

buscaba yo la virgen que mi frente

tocaba con su labio dulcemente

en el febril insomnio del amor.

Buscaba la mujer pálida y bella

que en sueño me visita desde niño,

para partir con ella mi cariño,

para partir con ella mi dolor.

Como en la sacra soledad del templo

sin ver a Dios se siente su presencia,

yo presentí en el mundo tu existencia,

y, como a Dios, sin verte, te adoré.

Y demandando sin cesar al cielo

la dulce compañera de mi suerte,

muy lejos yo de ti, sin conocerte

en la ara de mi amor te levanté.

No preguntaba ni sabía tu nombre,

¿en dónde iba a encontrarte? lo ignoraba;

pero tu imagen dentro el alma estaba,

más bien presentimiento que ilusión.

Y apenas te miré... tú eras ángel

compañero ideal de mi desvelo,

la casta virgen de mirar de cielo

y de la frente pálida de amor.

Y a la primera vez que nuestros ojos

sus miradas magnéticas cruzaron,

sin buscarse, las manos se encontraron

y nos dijimos «te amo» sin hablar

Un sonrojo purísimo en tu frente,

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