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Mario Vargas Llosa


Enviado por   •  27 de Octubre de 2021  •  Tarea  •  2.726 Palabras (11 Páginas)  •  151 Visitas

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AUMENTO DE LA COMPRENSIÓN

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  1. Lee el siguiente texto e identifica el tipo de párrafos según la ubicación de la idea principal, pon en práctica las estrategias aprendidas la semana 7 para ubicar de forma más rápida las ideas más importantes.

PIONEROS DE LA LITERATURA LATINOAMERICANA EN EL INSTITUTO POLITÉCNICO DE PORTSMOUTH-INGLATERRA

En 1959, Mario Vargas Llosa, un peruano de sólo 23 años, publicó su primera obra de narrativa, una colección de cuentos cortos titulada Los jefes cuyo tema predominante lo constituye la violenta manera como los jóvenes ponen en tela de juicio el poder, tanto en contra de sus mayores como entre sí mismos. Fue el año de la Revolución Cubana, punto de partida y centro, en muchos sentidos, de todo lo que desde entonces ha ocurrido en América Latina, al igual que esas sus primeras narraciones fueron el punto de partida de una carrera literaria cuyos primeros años coincidieron con el auge de la llamada nueva novela latinoamericana en los ultramodernos años de la década de 1960 y en cuya fase actual, a los 50 años, él mismo ha llegado al poder como el novelista latinoamericano de más éxito, quizá, y, sin duda alguna, como el más controvertido de los últimos 25 años.  (Deductivo)

Con todo, Vargas Llosa sigue siendo una figura enigmática que despierta la curiosidad. Todavía joven, encantador y carismático, se desenvuelve con facilidad entre la alta sociedad y la alta política, entre el arte, la narrativa y la cultura popular, por lo que alguien podría tomarlo por un vigoroso latinoamericano piloto de autos de carreras o jugador de polo, quizá el Julio Iglesias de la narrativa internacional contemporánea; sin embargo, es el autor, no de esa basura de libros de bolsillo sensacionalistas y cursis, como podrían pensarlo los incultos, sino de ocho novelas importantes, tres de las cuales son verdaderas obras monumentales, que van desde lo serio hasta lo intensamente serio, y que forman en su conjunto un tono narrativo cuya calidad y alcance no tienen parangón en la literatura latinoamericana contemporánea. Sólo el colombiano ganador del Premio Nobel, Gabriel García Márquez, y el mexicano Carlos Fuentes pueden equipararse con él. Vargas Llosa se ha entrevistado con muchas de las personalidades más importantes del mundo moderno, desde Fidel Castro hasta Margaret Thatcher, ha polemizado con otros escritores, desde Graham Green y Günter Grass hasta García Márquez, ha tomado partido en casi todas las disputas políticas y literarias referentes a América Latina en los últimos 20 años, le ha sido ofrecido el puesto de primer ministro de Perú, ha sido presidente del concurso Miss Universo y del PEN Club Internacional (a los 40 años), ha sido conductor de su propio programa semanal de televisión en Lima ("La Torre de Babel", que abordaba la cultura en el sentido más amplio posible y obtuvo los primeros lugares en la preferencia del auditorio), e incluso se ha convertido en invitado regular de algunos programas de televisión ingleses y en tema habitual de los suplementos dominicales. (Deductivo)

Ahora bien, como en sus novelas, en Mario Vargas Llosa hay mucho más de lo que puede apreciarse a simple vista, ya que el autor peruano, tan tranquilo, urbano, y de buenos modales —en realidad, tan frío y evidentemente racional ha sostenido a lo largo de su vida algunos puntos de vista desconcertantes respecto a la demoníaca función de la escritura (el escritor busca vengarse a sí mismo en su familia, en la sociedad, en la vida y en el mismo Dios; se alimenta de carroña como un buitre, participa en toda forma de perversión, del "voyerismo" para abajo; y se ve obligado a exponerse, exhibirse, humillarse y prostituirse a sí mismo como una artista del strip-tease por el bien de su misión crítica). Un resultado práctico de esta perspectiva improbablemente romántica —que fue, lo podemos ver en retrospectiva, una estrategia defensiva para dar libertad de maniobra a su imaginación esencialmente liberal en un ámbito literario dominado por perspectivas socialistas— es que Vargas Llosa ha convertido de manera transparente (aunque engañosa, sin duda alguna) muchas de las experiencias más importantes de su vida en el tema central de su narrativa, lo cual es más notorio en el caso de La ciudad y los perros (1962), en la que la academia militar donde estudió la secundaria es descrita sin piedad alguna bajo su propio nombre y en toda su más secreta nimiedad (algunas copias de la novela fueron quemadas ceremoniosamente en el campo de desfiles de la academia), y en La tía Julia y el escribidor (1977), en la que convierte su matrimonio con la ex esposa de su propio tío en una hilarante telenovela peruana, lo que precipitaría —sin sorpresa alguna— un juicio legal y una secuela biográfica escrita por la propia Tía Julia, quien dio su versión personal en Lo que Varguitas no dijo. Por cierto, la novela termina con la inevitable separación de la pareja y con un giro más, en el que el joven Mario se casa con su prima hermana, Patricia; lo que hizo en la realidad el joven Mario. (Combiando)

Quizá la paradoja más interesante de las muchas que surgen incluso del más casual y condensado guión de Vargas Llosa es el contraste entre la insistencia casi obsesiva en su propia independencia personal y una necesidad, con igual decisión pero disfrazada con mucho más cuidado y más intrigante, de provocar (y, por ende, tal vez, de atraer la atención sobre sí mismo). Seguramente la explicación de esa paradoja proporciona una pista no sólo para desentrañar su comportamiento público (y, sin duda, privado) sino, además, la dinámica de su escritura. Vargas Llosa es también un aventurero, tanto en la realidad como en su imaginación, combatiente de demonios y enderezador de entuertos. Su entusiasmo por las novelas medievales de caballería, en particular por Tirant le Blanc, de Martorell, es bien conocido y revela quizá al lector infantil de Dumas y Víctor Hugo. Como todo hombre viril que sueña despierto, en ocasiones es el caballero andante del Viejo Mundo, en otras, el vaquero duelista del lejano oeste, y no se opone, metafóricamente hablando, a descender a las camorras callejeras de su juventud escolar peruana. Su valor moral nunca ha sido puesto en duda, y él nunca ha retrocedido ante cuestiones políticas o literarias difíciles ni ha sido un seguidor de modas intelectuales; pero en el continente donde tradicionalmente se espera que el escritor se comprometa con las causas progresistas, el cambio gradual del novelista peruano hacia posiciones más conservadoras le ha creado una sucesión de problemas y antagonismos personales. (Inductivo)

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