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Mirada En Fuga


Enviado por   •  4 de Junio de 2014  •  1.862 Palabras (8 Páginas)  •  181 Visitas

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Mirada en Fuga

A propósito de las Babas de diablo, de Julio Cortázar.

Por: SANDRA JUBELLY GARCÍA LÓPEZ

“Al principio nada fue./ Sólo la tela blanca/ y en la tela blanca, nada.../

Por todo el aire clamaba,/muda, enorme,/ la ansiedad de la mirada."

PEDRO SALINAS

Odiseo, cautivo con todos sus hombres en la cueva del ciclope Polifemo, le solicita los dones de la hospitalidad y este en respuesta a la petición se come a dos de sus hombres de un solo golpe de mandíbula. Odiseo, entonces, decide otorgarle a su anfitrión, él si, dos dones, la ceguera y la mirada.

Odiseo desaparece en el lenguaje cuando dice a Polifemo: mi nombre es Nadie (Ouitis); y Nadie me llaman mi madre, mi padre y mis compañeros . Para reaparecer en las tinieblas, cuando luego de cegar a Polifemo y escapando en el ponto le grita: ¡Cíclope! Si alguno de de los mortales hombres te pregunta por la causa de tu vergonzosa ceguera, dile que quien te privó del ojo fue Odiseo, el asolador de ciudades, hijo de Laertes, que tiene su casa en Ítaca. Polifemo comprendió entonces, que había presenciado el cumplimiento del antiguo pronóstico, sin reconocerlo. Pudo mirar sólo cuando estuvo ciego.

Ver es un proceso fisiológico en el que interviene el ojo en relación con la luz. Mirar en cambio es un acto sicológico y racional en el que intervienen no solo el ojo sino todos los sentidos. La mirada es una significación y las más de las veces, una resignificación del mundo. La mirada es nuestro modo de apropiación del mundo, es nuestra devolución significante.

En esa medida la imagen es correlato de la mirada. Ontológicamente la imagen no puede ser sin la mirada. Su ocurrencia está supeditada al testigo, a su percepción. Para la imagen también cabria esta pregunta: sí en un bosque vacío un árbol cae, ¿hace ruido?

Además de su relación co dependiente con la mirada, la imagen ha mantenido una relación intima con la muerte. Etimológicamente, la palabra proviene del latín Imago, nombre que se le daba a la máscara que en los rituales funerarios romanos se hacía del emperador con la idea de que su hálito se le transfiriera. Generalmente era una máscara, pero en otras ocasiones era una réplica de su cuerpo, una suerte de “doble” que haría perdurar el cuerpo inerte que pronto desaparecería en el fuego.

En los griegos la palabra que cumplía este propósito era eídōlon, que designaba al fantasma, a la sombra, al “doble” del hombre, aunque, al igual que la Imago, en sentido extenso servía para denominar cualquier imagen, tanto la reflejada en un espejo como la imagen mental o la aparición onírica o fantasmal. En los poemas homéricos se usa en varias ocasiones de modo específico para designar a los muertos del inframundo (eídōla kamóntōn, “imágenes de los muertos”) .

La relación de la imagen con lo fantasmal, con lo espectral, con la muerte, es ancestral, pero se hace más patente cuanto más realista sea la imagen. Quizá por esto la fotografía ha producido tanta inquietud al espíritu del hombre, quizá por ello Barthes diría, a propósito de los cuerpos fotografiados por Avedon, que “son en cierto sentido cadáveres, pero esos cadáveres tienen ojos vivos que nos miran y que piensan” .

La fotografía tiene la virtud que perseguía el hombre antiguo con la Imago. En ella habita algo del sujeto u objeto fotografiado, a ella se transfiere algo que le pertenece al sujeto-objeto y en ocasiones también revela algo que se nos ha negado a la visión, algo que no habríamos podido ver si no por vía de la detención del tiempo, por la captura del instante que es la fotografía, o en palabras de Benjamin:

“La técnica más exacta puede dar a sus productos un valor mágico que nunca poseerá para nosotros porque la naturaleza que habla a la cámara es distinta de la que habla a los ojos; distinta sobre todo porque un espacio elaborado inconcientemente aparece en lugar de un espacio que el hombre ha elaborado con conciencia” .

La fotografía es actualización del pasado y en esa medida es la posibilidad de hacer presente lo que ya no está. La posibilidad que tiene de ser lo que ya no es. En la fotografía está el tiempo como potencia porque supone siempre un antes y un después, y por esa vía remite siempre a un algo por fuera de sí misma, el tiempo. En la fotografía el movimiento siempre está a punto de darse o de desbordarse, pero nunca se da, y esa calidad es la que nos permite pensar la fotografía como cercana, próxima a la muerte, en tanto que la muerte es quietud absoluta.

Pero aún existe otra relación imperiosa y no menos inquietante: es la de la imagen con el lenguaje , relación dada por nuestra tentación natural e irreprimible de poner en palabras las imágenes, nuestra vocación por el logos, nuestra voluntad de hacer inteligible lo que vemos. Pero esta relación imagen, lenguaje ha sido dificultosa cuando no imposible, o en palabras de Foucault.

“La relación del lenguaje con la imagen es una relación infinita. No porque la palabra sea imperfecta y, frente a lo visible, tenga un déficit que se empeñe en vano en recuperar. Son irreductibles uno a la otra: por bien que se diga lo que se ha visto, lo visto no reside jamás en lo que se dice, y por bien que se quiera hacer ver, por medio de imágenes lo que se está diciendo, el lugar en el que ellas resplandecen no es el que despliega la vista, sino el que definen las sucesiones de la sintaxis” .

Hay un cuento de Julio Cortázar que me produce

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