Mision H2O
Enviado por Luciana Schiavoni • 30 de Enero de 2019 • Tarea • 2.347 Palabras (10 Páginas) • 136 Visitas
En un pequeño pueblo, llamado Azara, un noble y valiente caballero conocido como Manuel se encontraba nervioso y dispuesto a combatir y cruzar el mundo por su patria. Días más tarde esperando ansioso el aviso para zarpar hacia las aguas más misteriosas, su capitán Dosanclas le hizo una inesperada visita en su cabaña para contarle sobre la fantástica misión que se le avecinaría, a lo que Manuel se sorprendió y le sonrió más que ansioso, ya que uno de sus más grandes anhelos estaba a punto de cumplirse. Desde que era muy niño había soñado y admirado los barcos, por eso, para esta espeluznante misión construyó la “Gran Carlota” que lo llevaría por el gran océano Atlántico hacia América del sur.
Días más tarde de recibida la noticia, confiado en su brújula que lo guiaría sobre las aguas impenetrables y recónditas que formaban parte del camino hacia la nueva identidad de su país, se despidió de su pueblo que lo vio crecer con lágrimas en los ojos. La muchedumbre lo observaba muy detalladamente, él lucía un sombrero grande que lo caracterizaba como el capitán y que lo cubriría de las feroces lluvias que se apareciesen en el camino, junto a un tapado verde que estaba adornado de pequeños botones y altos zapatos para poder ver mejor lo que se encontraría en el océano.
Manuel, en medio del largo viaje que estaba atravesando, acompañado de algunos de sus más fieles compañeros de marina, muy emocionado por todo lo que le sucedía, recordó aquella promesa que había hecho cuando decidió dejar su Argentina natal para irse a vivir a Monteverde y esperar por una travesía como esta; jamás iba a dejar que nada ni nadie se interpusiera en su camino, estaba dispuesto a entregarse a su patria con tal de hacer a su pueblo feliz.
El camino durante el viaje era un éxito, gracias a su reliquia que lo iluminaba en las aguas. Una noche, una inesperada lluvia torrencial acompañada de fuertes relámpagos, hizo despertar a él y a todos sus tripulantes debido al fuerte movimiento que las aguas del océano le provocaban a la Gran Carlota.
Manuel empezó a alarmarse sin control alguno, la desesperación era tan grande que no pudo notar como la Gran Carlota se desmoronaba con los grandes azotes de agua que lo atacaba, hasta que Simón, uno de sus más fieles tripulantes y compañero, pudo apaciguar los movimientos bruscos del barco mientras pasaban la zona de tormentas y no les quedaba más que una simples gotas de lluvia
Manuel y el resto de los navegantes trataban de desahogar la gran inundación que los anegaba y ahogaba en su esperanza de que llegara un nuevo día y todo siguiera su curso normal, a pesar de los inconvenientes, deseaban ver la luz del sol y poder llegar a tierra firme lo antes posible. Sin embargo, el barco no se encontraba en condiciones de seguir por mucho tiempo más pero la fe y la esperanza de Manuel no se perdían nunca.
Al día siguiente algunos se encontraban durmiendo dentro del camarote, otros colgados al borde de Carlota, tratando de tapar rápidamente los daños por si se les presentaba alguna emergencia, y Manuel apenas haciendo un esfuerzo de estar despierto en el timón, mientras, de vez en cuando, se levantaba e iba a controlar que todo estuviesen en orden, y como así era, él sabía que sus tripulantes eran de los mejores que podría haber escogido, eso era lo que lo animaba a seguir con su misión.
Después de un tiempo, le ordenó a los marineros que fuesen a descansar y se propuso seguir él solo con el manejo del barco hacia tierra firme. Tocó sus bolsillos para buscar su fiel compañera y verificar que estaban yendo en dirección correcta debido a la tormenta, pero se llevó una triste sorpresa al ver que su amada brújula había quedado destrozada y no había rumbo que fijar debido a eso.
Un ataque de pánico y angustia le agarró, no quería contarle a la tripulación la situación en la que se encontraba pero tampoco sabía qué hacer con eso, así que salió corriendo y bajó las escaleras rápidamente hasta su camarote, se encerró en él y comenzó a caminar de un lado a otro hablando consigo mismo, buscando posibles soluciones, pero tenía muy en claro que sí alguna especie de salvación mágica y mística aparecía en ese momento, esa sería la respuesta. Sin embargo, sabía que eso era imposible y que debía mantener la calma, subir a la superficie del barco otra vez y seguir navegando hasta llegar a tierra firme, aunque no fuera la deseada.
—No sé qué más hacer, no hay nadie en este barco que arregle brújulas, estamos en el medio del mismísimo océano Atlántico, no tengo salvación —Enumeraba para sus adentros mientras iba rumbo al timón— Y nadie puede llevarnos hasta mi amada ciudad.
Frustrado Manuel, continuó su camino hasta el timón una vez más, sin ánimos de seguir, pero había aprendido de pequeño que hay que seguir los sueños que uno desea con mucho empeño, así que no se rindió, juró que haría hasta lo imposible para volver a su amado país que lo esperaba para por fin tener una identidad propia.
Al pasar los días, sin saber en qué rumbo irían, los tripulantes ya sabían de la trágica noticia de la brújula, se podía notar como la Gran Carlota no daba a basto para seguir mucho tiempo más, no tenían esperanza de seguir en el viaje, no había manera de convencerlos. Lo único que deseaban en esos momentos era volver a su pequeña Azara, volver a estar en su propia tierra sanos y salvos, esperando por una nueva aventura. Pero no todo estaba perdido aún, casi sin imaginarlo, al amanecer siguiente, un intenso rayo de sol ardiente y sofocante los despertó a todos. Manuel, dio un fuerte grito que anunciaba que ya no se escuchaban las olas. Asombrado y con un poco más de ánimo que días anteriores, salió de su camarote y notó que su barco había llegado por si solo a tierra firme; la noche anterior antes de dormir, habían olvidado de tirar el ancla para detener el barco, pero ahora si que no lo haría.
— ¡Vengan hermanos míos, hemos llegado a tierra firme! —gritó entusiasmado Manuel, lleno de lágrimas de felicidad, su esperanza había regresado.
Una vez todos despiertos, festejaron y se abrazaron más seguros que nunca de lograr lo que hacía horas atrás habían considerado solo un hecho histórico que jamás lograrían cumplir. Sin embargo, eso no era todo, había llegado el momento de investigar en qué lugar estaban, al no tener brújula, el mapa que llevaban no les servía de nada y tenían muchas opciones. Así que no dudaron ni un segundo, desembarcaron y comenzaron aquella misión extra improvisada. Manuel, completamente convencido de que no era esa su ciudad y de que estaban perdidos hace tiempo ya, fue quien más ánimo le dio a todos sus compañeros de viaje para seguir con la fe en alto.
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