Monografía Final – Literatura Latinoamericana I
Enviado por Omar Gingins • 11 de Diciembre de 2017 • Ensayo • 2.588 Palabras (11 Páginas) • 292 Visitas
Monografía Final – Literatura Latinoamericana I
UNRN
Profesor Jorge Arcos
Omar Gingins
2017
Resignificaciones en el Espíritu Coleccionista: Lo Moderno a la Luz de Darío y Baudelaire
La irrupción daridiana en la escena literaria latinoamericana supuso una ruptura que obligó a pensar un escenario poético totalmente resignificado. Consecuentemente, las acciones posibles fueron dos: prolongar la misma línea estética o reaccionar violentamente contra ella. En cualquiera de los dos casos, el punto central de comparación fue Darío, el criterio con el cual nos medimos. La distancia o la cercanía se miden en relación al objeto daridiano. La hostilidad de Unamuno o la distancia de Machado siempre se calibraron en relación al núcleo modernista que fundó Darío.
Reflexionar sobre la constitución de la centralidad del poeta es una tarea que nos dibuja un espacio casi inabarcable. La contingencia se sella como regla. Darío es un universo de tópicos que coexisten armónicamente por la seducción de la música. El ritmo dota de alma a cualquier objeto, el espíritu de las cosas emerge por la magia de la melodía. En la misma línea, Baudelaire y la modernidad “hacen de la poesía una experiencia total, a un tiempo verbal y espiritual”[1]. El verbo se revitaliza al reapropiarse del alma que la carencia musical aniquila.
El quiebre de Darío impacta vigorosamente sobre el imaginario poético. Es como una luz que encandece de frente impidiéndonos ver las sombras que la misma proyecta. La parálisis que produce Darío al ingresar al escenario literario genera la sensación de la no existencia en un tiempo pretérito. Por un momento, su incandescencia obnubila y nos conduce a creer que no hay nada sobre sus espaldas. Pareciera como si la ruptura con la tradición hubiera significado una desaparición inmediata de las cadenas que la tradición obliga a acarrear al artista. Empero, la situación es diferente: Ruben Darío es un puente. Posiblemente, el primero que se logró extender sólidamente sobre las aguas desconocidas del atlántico. El no negó la tradición del León español, ni mucho menos de los de su tierra, sino que fue el microcosmos donde todo confluyó, incluyendo lo que no es propio de nuestra lengua. Pero este proyecto de vasta heterogeneidad de elementos se nutre necesariamente del desplazamiento territorial.
El carácter cosmopolita y universal encuentra en las murallas de la tradición un obstáculo para su existencia. España padecía esta enfermedad. Su arte se condenaba al tedio si no podía derribar los muros de lo instituido. La modernidad en Baudelaire nos induce a una cosmovisión del movimiento perpetuo, de la búsqueda de lo extraño y lo particular que tiene la ciudad moderna para ofrecernos. El movimiento es constante y la actividad exige la atenta mirada de los objetos recolectables. Benjamin sostuvo fehacientemente que la manifestación poética de Baudelaire fue el producto de una “botánica del asfalto”[2]
El nexo que representó Darío comenzó con la reapropiación de este espíritu vagabundo baudeleriano. Era un caminante constante y el modernismo del continente se nutrió de ese espíritu: el modernismo “fue una fuga de la actualidad local en busca de una actualidad universal, la única y verdadera actualidad”[3]. Pero la revolución que representó fue mas allá del localismo citadino. En términos de Benjamin, podríamos sostener que Darío fue un botánico continental. Recolectó elementos de la naturaleza mas verde y de la cultura mas blanca cual mármol helénico esculpido.
La musa de la modernidad se transfiere del espíritu coleccionista. El texto moderno es un museo de objetos interesantes y particulares. La galería de imágenes que encarna la poesía moderna es producto del andar incesante por el mundo. En ella coexisten elementos de la mas diversa ontología, tratar de reconstruir la naturaleza de los objetos expuestos en los museos poéticos de Baudelaire y Darío es el propósito de este trabajo.
El Loco y La Venus, séptimo poema en prosa del Spleen de París, es un texto-gabinete constituido por un escenario sublime donde la claridad del cálido sol adormecen a todo aquello que se encuentre bajo su manto. El silencio penetra, se escabulle y yace entre todos los objetos que estén presentes dotando de un vigor visual al color de las flores cuyo perfume se torna visible en la orgía silenciosa. Ante este paisaje relajante, casi somnífero, irrumpe con su presencia un ser afligido, un bufón atravesado por la tristeza de la exclusión. Su lamento se hace materia debajo de los pies de una imponente Venus que con inexorable belleza mira fríamente a lo lejos. El dolor del infeliz se manifiesta verbalmente: "Soy el último y el más solo de los hombres, privado del amor y la amistad, más pobre que el animal más imperfecto. ¡Pero yo también he nacido para comprender y sentir la inmortal belleza! ¡Dios! ¡Apiádate de mi tristeza y mi delirio!”[4].
Por su parte, la propuesta del nicaragüense es, además de melancólica, profundamente erótica. La carga emocional de las estrofas en Venus[5] provienen de un objeto de admiración sublime que habita en un escenario donde -igual que en el francés- el silencio impregna todo imperiosamente . La particularidad de Darío es que la pasión del poeta por la belleza de la Venus no sólo se hace lamento sino también se hace palabra de deseo[6]. El bufón baudeleriano, en contraposición, se restringe al llanto; el daridiano, expresa, pero sobre todo, interpela.
Pero el punto de contacto entre ambos poetas se pone de manifiesto en la mirada de la Venus: Fría y lejana en Baudelaire; Triste y abismalmente distante en Darío.[7]. Lo inasible del objeto estético se manifiesta en clave espacial. La distancia del referente invoca la emoción.
Además del componente fuertemente visual en ambos autores, la experiencia poética se vale de otros elementos sensoriales. De esta manera, la esencia modernista no circunscribe al placer poético a un tipo específico de estímulo sino que los mezcla. Es un placer sinestésico. Probablemente, la sensación que la poesía de Darío nos exalta espontáneamente es de carácter puramente auditivo que se realiza mediante la música. El poema museo no sólo expone imágenes sino también reproduce sonidos.
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