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Poemas Gabriela Mistral


Enviado por   •  26 de Julio de 2014  •  863 Palabras (4 Páginas)  •  252 Visitas

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PIECECITOS

A doña lsaura Dinator

Piececitos de niño,

azulosos de frío,

¡cómo os ven y no os cubren,

Dios mío!

¡Piececitos heridos

por los guijarros todos,

ultrajados de nieves

y lodos!

El hombre ciego ignora

que por donde pasáis,

una flor de luz viva

dejáis;

que allí donde ponéis

la plantita sangrante,

el nardo nace más

fragante.

Sed, puesto que marcháis

por los caminos rectos,

heroicos como sois

perfectos.

Piececitos de niño,

dos joyitas sufrientes,

¡cómo pasan sin veros

las gentes!

autógrafo

Gabriela Mistral

POEMA DEL HIJO

A Alfonsina Storni

I

¡Un hijo, un hijo, un hijo! Yo quise un hijo tuyo

y mío, allá en los días del éxtasis ardiente,

en los que hasta mis huesos temblaron de tu arrullo

y un ancho resplandor creció sobre mi frente.

Decía: ¡un hijo!, como el árbol conmovido

de primavera alarga sus yemas hacia el cielo.

¡Un hijo con los ojos de Cristo engrandecidos,

la frente de estupor y los labios de anhelo!

Sus brazos en guirnalda a mi cuello trenzados;

el río de mi vida bajando a él, fecundo,

y mis entrañas como perfume derramado

ungiendo con su marcha las colinas del mundo.

Al cruzar una madre grávida, la miramos

con los labios convulsos y los ojos de ruego,

cuando en las multitudes con nuestro amor pasamos.

¡Y un niño de ojos dulces nos dejó como ciegos!

En las noches, insomne de dicha y de visiones,

la lujuria de fuego no descendió a mi lecho.

Para el que nacería vestido de canciones

yo extendía mi brazo, yo ahuecaba mi pecho...

El sol no parecíame, para bañarlo, intenso;

mirándome, yo odiaba, por toscas, mis rodillas;

mi corazón, confuso, temblaba al don inmenso;

¡y un llanto de humildad regaba mis mejillas!

Y no temí a la muerte, disgregadora impura;

los ojos de él libraron los tuyos de la nada,

y a la mañana espléndida o a la luz insegura

yo hubiera caminado bajo de esa mirada...

II

Ahora tengo treinta años, y mis sienes jaspea

la ceniza precoz de la muerte. En mis días,

como la lluvia eterna de los polos, gotea

la amargura con lágrimas lentas, salobre y fría.

Mientras arde la llama del pino, sosegada,

...

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