Prólo "Tres cuentos y una proclama"
Enviado por anp593 • 21 de Mayo de 2020 • Ensayo • 1.648 Palabras (7 Páginas) • 578 Visitas
A este libro lo había visto mendigar en la casa de mi abuela durante muchos años sin que nadie, además de mi tío, siquiera se atreviese a leer el título o se interesase al menos en él con denotar la imagen de García Márquez. Mi primer encuentro directo con esta obra fue cuando lo tomé bruscamente con torpeza y sin intención le doblé la parte inferior derecha de la portada; sentí con estupor cómo la culpa de ese daño me incitaba a conocerlo, esta vez proporcionándole un fino tacto, pero también unas violentas ansias devoradoras de consumirlo e interpretarlo en su máxima esencia literaria.
Es admirable pensar que la alcaldía de Bogotá dispone de múltiples escenarios y canales para difundir tanto en la infancia como en la adultez el arte y la cultura, dándonos una invitación para integrar este tipo de actividades en nuestras vidas. Libro al viento, siendo uno de estos espacios que el distrito suministra, es una campaña que, mediante la circulación gratuita de cientos de libros, fomenta la lectura de forma didáctica y entretenida. No soy ajena en lo absoluto a esta editorial, y cuando leí Tres cuentos y una proclama nació en mí un cariño especial por la producción de estos libritos. Al leer En este pueblo no hay ladrones (1962), Un señor muy viejo con unas alas enormes (1972) y El rastro de tu sangre en la nieve (1992) y la maravillosa proclama Por un país al alcance de los niños (1994) logré descubrir un universo magnánimo que hace que la narrativa de este autor valga la pena de ser conocida, pues mediante éstos se me manifestó un Gabo estudiante, un Gabo escritor, un Gabo periodista, un Gabo enamorado, un Gabo histórico, un Gabo político, un Gabo guionista, un Gabo director, un Gabo Nobel, y sobre todo, conocí a un ser humano con sueños e ilusiones que curiosamente surgieron y empezaron a ser construidos en la juventud.
Me parece magnífico que incluso después de muerto, el Nobel de Literatura colombiano siga provocando actualmente en las personas una empatía y atracción por sus obras. Es increíble cómo su legado prolífico del realismo mágico provoque una narrativa tan hermosa que sea imposible dejar de leer. Su trabajo es sencillamente perfecto, y esto se ve reflejado en sus textos, como en El olor de la guayaba, donde junto a su amigo Plinio Apuleyo expone de manera asombrosa su libro y nos deja frases exquisitas como “Mientras haya flores amarillas nada malo puede ocurrirme”; o esa trama intrigante existente entre Crónica de una muerte anunciada (cuyo contenido posee un sìmil singular a En este pueblo no hay ladrones) e incluso admirarse de cómo llegó a comparar y transcribir distintos acontecimientos de su vida y que parecieran como relatos extraídos de cuentos de hadas.
Asimismo, con este libro asocio una anécdota contada por Gerald Martin en su libro Gabriel García Márquez: Una vida, específicamente con En este pueblo no hay ladrones; donde Gabo percibió en algún momento que tal lvez sus ibros no se conectaban tanto con las personas como lo hacía el cine, así que decidió realizar el guión de una pelicula basada en esta obra, actuada por célebres personajes (e incluso él mismo), pensando en que en los filmes su esencia sería mejor capturada. Lo cómic es que no le gustó mucho y volvió a la escritura. Nos muestra, que al igual que todos, que las personas aparentemente ya establecidas en su oficio pueden llegar a tener dudas y cambiar su estilo de vida, y cuando “fracasan” y reconocen el valor significativo de lo que hacían, hacen nuevos proyectos con entusiamo y triunfan aún más. La anécdota (con moraleja) es la siguiente:
“[…]El propio García Márquez, que también se ocupó del montaje, hacía el papel de cobrador del cine local e, incómodo como de costumbre esa clase de situaciones, su actuación fue especialmente acartonada. Luis Buñuel hacía el papel de cura; Juan Rulfo, Abel Quezada y Carlos Monsiváis eran jugadores de dominó; Luis Vicens era el dueño del salón de billar; José Luis Cuevas y Emilio García Riera eran jugadores de billar; María Luisa Mendoza hacía el cantante de cabaret, y la pintora Leonora Carrington era una beata vestida de luto La protagonizaron Julián Pastor, Rocío Sagaón y Graciela Enríquez. En este pueblo no hay ladrones, que se estrenó el 9 de septiembre de 1965 con una duración de noventa minutos, puede considerarse decisivamente una de las mejores del momento.
[…]¿Era realmente eso lo que quería? Veía que podía continuar trabajando en el ámbito del cine mexicano tanto como le deseara en el futuro. Sin embargo, también se daba cuenta de que aquélla no era su mejor baza, que las satisfacciones que le procuraba la escritura de guiones eran limitadas y que, en cualquier caso, el guionista no controlaba nunca plenamente su propio destino. Empezaba a sentirse atrapado de nuevo. Además, el mundo de la literatura latinoamericana está cambiando con celeridad y, por extraño que parezca, apuntaba a superar incluso los atractivos del mundo del cine. […] Al volver la vista años atrás después, reflexionaba:
“Yo siempre creí en el cine, por su tremendo poder visual, era el medio de expresión perfecto. Todos mis libros anteriores a Cien años de soledad están como entorpecidos por incertidumbre. Hay un inmoderado afán de visualización de los personajes y las escenas, una relación milimétrica de los tiempos del diálogo y la acción, y hasta una obsesión por señalar los puntos de vista y el encuadre. Trabajando para el cine, sin embargo, no sólo me di cuenta de lo que se podía hacer sino también de lo que no se podía; me pareció que el predominio de la imagen sobre otros elementos narrativos era ciertamente una ventaja pero también una limitación, y todo aquello fue para mí un hallazgo deslumbrante, porque sólo entonces tomé conciencia de que las posibilidades de la novela son ilimitadas.” “
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