QUINTA SEMANA UNIDAD XII El Ensayo
Enviado por dsa2 • 14 de Junio de 2014 • 1.866 Palabras (8 Páginas) • 1.073 Visitas
QUINTA SEMANA
UNIDAD XII El ensayo
Ejercicios de asimilación
I- Desarrolla las cuestiones siguientes:
1.- ¿Qué es un ensayo? El ensayo es un escrito en prosa con características particulares, ya que este adopta la objetividad de la ciencia y la subjetividad del arte. Se dice que el mismo es el resultado de una reflexión profunda por parte del autor ya que este define la actitud del mismo frente al objeto de ensayo, no al objeto mismo.
2.- Describe el papel de las funciones denotativa y connotativa del lenguaje en el ámbito del ensayo. . • El Lenguaje Denotativo es cuando el texto es totalmente objetivo. En este tipo de textos no se aplican los recursos de la poesía por ejemplo: La personificación, la comparación, la metáfora, etc.
• El Lenguaje Connotativo cuando un texto esta escrito de manera connotativa, significa que es subjetivo. Por ejemplo los poemas normalmente son connotativos ya que tienen el uso de la metáfora, la hipérbole, la personificación. Estos elementos hacen que el texto no sea directo y no este escrito tal como algo estaría escrito en un diccionario.
3.- El ensayo es una reflexión personal del autor. Sin embargo, se recomienda hacer una documentación del tema antes de empezar a escribir. ¿Por qué?
La documentación aportara conocimiento y nuevas ideas al autor, por eso es recomendable ya que esta constituye el fundamento del ensayo.
4.- ¿Cuáles son las características del ensayo?
- En primer lugar es un escrito que se nutre de la prosa argumentativa y expositiva.
Por tanto este suele ser.
• Generalmente breve.
• Puede ser sobre un tema científico, literario, filosófico, económico o social.
• En este la denotación y la connotación conviven completamente en armonía.
• Prioriza la amenidad sobre el rigor científico, si bien en algún caso su objeto es, precisamente, divulgar un tema científico.
• Pone de manifiesto la solidez o puerilidad del bagaje cultural del autor.
II.- Lee detenidamente el siguiente ensayo. Responden las interrogantes que aparecen al pie del mismo:
Para un arte de escribir
Jorge Mañach
Cubano (1898 – 1961)
Evidentemente, escribir es sólo cuestión de tener algo que decir y de decirlo lo mejor posible. Por lo tanto, de substancia y de forma.
Prescindamos por el momento de lo que resulta anterior aún a eso, que es la preparación general, el fondo de cultura y de adiestramiento específico indispensable para tener algún depósito contra el cual girar. Sobre eso vendremos luego, aunque sea previo. Asumamos que ese fondo existe en mayor o menor medida, y que nuestro escritor en ciernes experimenta unas ganas irresistibles de expresarse literariamente. Lo primero, repito, en ese trámite, es lo que se quiere decir: la substancia.
La substancia puede ser de índole muy variada; substancia de pensamiento, substancia de cosas o substancia de emoción. En otras palabras: el escritor se pone ante la cuartilla como un meditador, como un “reportador” o como un poeta…aunque sea en prosa. Obviamente, el trance menos severo es el del que llamo “reportador”. Tiene éste el mundo, o una parcela de él, frente a sí. Las cosas que se propone entresacar de él y revelar o destacar al lector están ahí: es sólo cuestión de elegirlas con acierto, por lo que tienen de insólitas o, al contrario, de características; por lo que tienen en todo caso, de significativas. Si no ve eso, no vale la pena que escriba. El escritor es por definición, un señor que cree ver más o mejor que los demás. No hay modo de quitarle al oficio esa vanidad. Y ya el ver claras las cosas significativas, el verlas con su propio perfil, no es poca substancia. De los buenos informadores, entran pocos en libra.
Otro modo de substancia es la emoción que se experimenta ante las cosas o por la ausencia y nostalgia de ellas. Es la materia del poeta; del escritor de sensibilidad o el escritor de fantasía. El primero es el que se conmueve con presencias; el segundo, el que se emociona con ausencias. Aquél podrá informar primero de las cosas que le impresionan, como en el caso del cronista o del narrador, pero lo más importante de su materia será siempre la herida que ellas hacen en su sensibilidad, y su acierto expresivo consiste en respirar por esa herida. El segundo se crea un mundo a su gusto o su angustia. Tendrá que ser un mundo interesante, un mundo en que el aleteo de su fantasía sea bastante vigoroso para despertar la fantasía que los demás hombres llevan dormida.
Y finalmente, está el escritor cuya materia es el pensamiento. Se parece mucho al escritor emotivo; sólo que en él la sensibilidad es de la inteligencia y de la conciencia, y consiste en la aptitud para reaccionar con ideas ante las cosas del mundo, o ante las ideas mismas de él y de los demás.
Es evidente que esas substancias _ imágenes de cosas, emociones, ideas_, se tienen o no se tienen cuando se va a escribir. No sé que haya ninguna fórmula para hacerse de ellas, para agenciárselas a la fuerza. La cultura contribuye mucho a esa dotación, pero si no va acompañada de sensibilidad, la cultura por sí sola no vale. Hay mucha gente cultísima que no sabe escribir, no ya porque carezca de la técnica del caso, a que luego me referiré, sino porque tiene lo que pudiéramos llamar la cultura pasiva, sin vibración de sensibilidad bastante para irradiar las substancias de ella. Miran, sienten y piensan para sí. La experiencia del mirar, el sentir y el pensar no los llena y estremece al punto de que necesiten desbordarse en la comunicación literaria. El escritor genuino es siempre una sensibilidad que no puede contenerse. Por eso generalmente, se les paga tan mal.
Una vez en posesión de esa materia efusiva, el problema del escritor
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