Qué pasa con la didáctica de la historia?
Enviado por quiquinquira2012 • 22 de Mayo de 2014 • Práctica o problema • 1.323 Palabras (6 Páginas) • 221 Visitas
Qué pasa con la didáctica de la historia?
En el número 111 de esta misma revista, (Cuadernos de Pedagogía) * Juan Ignacio Pozo y Mario Carretero intentaban dar una respuesta a esta pregunta “desde una perspectiva psicológica, ya que creemos que es ahí, en los requisitos o mandamientos cognitivos de la Historia que se enseña actualmente, donde reside una parte importante de este fracaso” ( [1] ) El artículo (resumen de dos trabajos aparecidos en los números 23 y 24 de “Infancia y Aprendizaje”) es, sin duda, extremadamente sugerente. Su gran valor deriva de su intento de establecer explicaciones a la crisis de la historia (entendida como asignatura escolar) desde el interior de los mecanismos cognoscitivos del sujeto. Es, por lo tanto, un reto a las respuestas tradicionales a dicho problema. En este sentido, había que leer ese artículo –pienso yo- como una propuesta de investigación, no como una respuesta definitiva. Lo ocurrido, sin embargo y el tiempo transcurrido desde su publicación es buena prueba -, es que se ha quedado en una reflexión más sobre didáctica de la historia.
Tomando como excusa la reciente aparición del magnífico libro de Miche Péronnet “Vocabulario básico de la Revolución Francesa”, ( [2] ) quisiera retomar el hilo expuesto por Pozo y Carretero, con el objeto de continuar el debate por ellos propuesto (aunque de forma indirecta y no sé si parcialmente inconsciente): la propia viabilidad de la historia concebida como asignatura escolar.
La historia ya no es lo que era
“La historia ya no es lo que era”, dicen Pozo y Carretero. Pero, ¿por qué? Pues, porque “la historia que hoy se imparte es fundamentalmente conceptual” y porque “no se trata de narrar, sino de explicar”.
En efecto, aunque tarde y confusamente, la didáctica escolar de la historia ha venido empapándose de los nuevos aires que han revolucionado la historiografía a lo largo del presente siglo. Lo grave, pero, no es para Pozo y Carretero, que la didáctica cambie, sino que “este cambio necesario, según la lógica de la disciplina, puede no serlo tanto desde la lógica del niño” .
Planteado así el problema, nuestras vías de análisis se limitan a dos: primera, saber si tal cambio es necesario, es decir, totalmente imprescindible para compaginar práctica escolar y estructura interna de la ciencia histórica, y, segunda, determinar si tal cambio ha producido una incompatibilidad, de hecho, entre nuestros currículum y nuestros alumnos.
Constituye ésta una doble pregunta que viene planeando desde hace años sobre nuestra práctica escolar, pero a la que, sin embargo, aún no nos hemos atrevido a contestar con la suficiente valentía. O, quizás, lo que ocurre es que lo que tenemos entre nuestras manos ya nada tiene que ver con la historia, sino con mitificaciones de la misma: míticas patrioteras de nuevo cuño, repertorio de ejemplificaciones para discursos morales extrahistóricos (es decir, presentados como extrahistóricos), ejercitaciones metodológicas historiográficas, prácticas de vocabulario histórico...
El cambio necesario
Digamos, en primer lugar, que cuando hablamos aquí de didáctica de la historia nos estamos refiriendo a la práctica escolar de una disciplina científica que se ha constituido como tal gracias al abandono de los postulados del positivismo rankiano y a la asunción de que los datos históricos, lejos de ser únicos, son susceptibles de ser integrados en un todo estructural. La historiografía actual tiene la firme voluntad de articular sus construcciones en una episteme (en una ciencia) que rebase definitivamente el nivel de lo meramente opinable (doxa).
La didáctica escolar de la historia tiene como referente ineludible la propia estructura interna de la ciencia histórica. Es evidente que, si la historia no fuera ciencia, sino un recitado de enunciados opinables, su didáctica carecería de sentido; si, al contrario, sí es una ciencia, su didáctica escolar –ni más ni menos que como pretende hacerse con otras ciencias- ha de respetar las reglas internas de la investigación y explicación históricas.
La voluntad de la historia es no describir el pasado tal cual sucedió, sino reconstruirlo explicativamente. Tal voluntad no constituye un capricho –o una limitación-, ni es, tampoco,
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