RECURSOS Y PROCEDIMIENTOS CINEMATOGRÁFICOS EN EL LLANO EN LLAMAS DE JUAN RULFO
Enviado por Araí Celeste • 13 de Mayo de 2019 • Monografía • 5.049 Palabras (21 Páginas) • 174 Visitas
UNIVERSIDAD NACIONAL DE LOMAS DE ZAMORA
FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES
CARRERA DE LETRAS
LITERATURA LATINOAMERICANA II
RECURSOS Y PROCEDIMIENTOS CINEMATOGRÁFICOS EN EL LLANO EN LLAMAS DE JUAN RULFO
CÁTEDRA:
Jorge Lafforgue
Guillermo García
Eliana Gallego
ALUMNA: Araí C. Fernández Bucci
DNI: 35.984.322
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Juan Rulfo es ampliamente reconocido como uno de los más grandes escritores latinoamericanos del siglo XX. En un análisis de sus producciones literarias no deben dejarse de lado sus otras dos grandes pasiones: la fotografía y el cine, medios artísticos que usó para capturar la realidad política, social y cultural de México.
En el presente trabajo se intentará dar cuenta de algunos de los recursos narrativos utilizados por Juan Rulfo en El llano en llamas, haciendo un especial hincapié en aquellos que se relacionen con lo cinematográfico y lo fotográfico, como: el montaje1, las focalizaciones2, y la ruptura de la linealidad temporal.
Por otro lado, se buscará complementar y ordenar esta información a partir de los textos “Integración, desintegración e intensificación en los cuentos de Juan Rulfo”, de Diane Hill y “Presencia de la naturaleza, protesta sociopolítica, muerte y resurrección en El Llano en llamas de Juan Rulfo”, de Ana María López. De estos artículos retomaremos lo referido a los elementos temáticos, las técnicas y el estilo del autor.
A su vez, presentaremos una breve contextualización de la producción literaria de Rulfo con el objetivo de comprender las circunstancias histórico-sociales que acompañan esa escritura. En conjunto, se pretende ofrecer una posible clave de lectura a partir del análisis de los procedimientos más utilizados en la obra mencionada.
En ese sentido y a sabiendas del espacio acotado que supone el género monográfico, se trabajará con un corpus de relatos en los cuales prima la utilización de los recursos aludidos. Esto son los siguientes: “Nos han dado la tierra”, “El hombre”, “¡Diles que no me maten!”, “En la madrugada”, “No oyes ladrar a los perros” y “La cuesta de las comadres”.
Para comenzar con el desarrollo de este análisis, consideramos necesario señalar que hay una relación entre el momento histórico que vive Rulfo y la idea de experimentar con diversas técnicas. Luego del conflicto armado, México enfrentó un proceso de reconstrucción que involucró, entre otros, al campo cultural. Surge, por lo tanto, un período literario de renovación en los años posteriores al movimiento revolucionario. En palabras de Francisco Mora, “se aprovecha el momento de la revolución para la renovación a todos los niveles. El cuestionamiento de los valores tradicionales se pone de manifiesto y con él, el paso hacia la modernidad” (2000: 260). El discurso que se construye en este momento es una manifestación de este contexto. Entendemos, en consecuencia, que las posibilidades de transformación en el campo de lo literario se amplían enormemente y que las generaciones posteriores se ven beneficiadas por esta libertad artística.
Esto va en consonancia con los cambios que experimenta la literatura hispanoamericana en esas décadas, muchos de ellos relacionados con los avances cinematográficos de la época (cf. Duffey: 2002). Como hemos mencionado al principio, los relatos de Juan Rulfo aparecen influidos en forma directa por los discursos del cine y fotografía. Entre otras innovaciones de las técnicas narrativas que emplea se encuentran: a) la fragmentación de la historia, b) la dislocación de los niveles temporales, c) la reducción del papel del narrador tradicional, d) la multiplicidad de perspectivas. A su vez, la elipsis y la estructura fragmentaria le permiten apartarse de la técnica realista de su época y presentar sus textos bajo una óptica novedosa, que muchas veces lo habilita a adoptar una posición “neutra” dentro del relato.
En este sentido, Ana María López (1975: 175) señala que Rulfo “cede la palabra al personaje [...] se limita a transmitir su voz; el narrador ni interviene, ni explica, ni analiza; se calla para que hable el personaje”. En efecto, todo se focaliza a través de la subjetividad del narrador protagonista, que suele presentar la situación a través de un monólogo interno. Rulfo captura momentos representativos de la vida de los campesinos mexicanos (“instantáneas”) y se sirve de ellos para contarle al mundo las condiciones de vida que padecen.
Por otro lado, el contexto socio-histórico del autor también resulta importante para comprender las tramas de sus historias. Rulfo, originario de una zona rural y desértica, nació cuando la revolución estaba en sus últimos estertores. Fue precedido, por lo tanto, por una época muy larga de agitación y desorden social, y vivió las consecuencias posteriores. Se crió escuchando las historias de esta época turbulenta y de la guerra “cristera” de 1926, en la que murió su padre. No resulta, entonces, casual que sus relatos hablen de pobreza y desesperanza. Su literatura toma elementos de un mundo lleno de miseria, crueldad e ignorancia. Rulfo se limita a describirlo con la calma y la apatía de quien ya no se sorprende con la injusticia. Sus personajes pierden siempre y pierden todo, ya sea frente a las fuerzas de la naturaleza, los representantes del gobierno o los criminales. Atrapados por esas circunstancias, repiten una serie de conductas marcadas por la superstición y el prejuicio. No pueden romper el círculo vicioso.
El primer cuento elegido, “Nos han dado la tierra”, comienza in media res. Los personajes ya están llegando al final de su viaje; luego la historia retrocede para contarnos el porqué de esa travesía. Al principio encontramos una frase de apertura del tipo descriptiva que sintetiza la ubicación espacial de los personajes: “Después de tantas horas de caminar sin encontrar ni una sombra de árbol, ni una semilla de árbol, ni una raíz de nada, se oye ladrar a los perros” (1980: 30). Con un rápido pantallazo general, Rulfo pinta el panorama de los personajes sin utilizar adjetivos superfluos ni ornamentación. Utiliza un lenguaje despojado, lacónico, “purificado” de todo lo innecesario que se centra en una representación visual, y en menor medida, sonora. Así, la narración fluye respondiendo al ritmo de la acción.
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