RESUMEN DEL PEQUEÑO VAMPIRO
Enviado por DMMG1981 • 27 de Agosto de 2013 • 10.418 Palabras (42 Páginas) • 1.068 Visitas
RESUMEN DE EL PEQUEÑO VAMPIRO
CAPITULO 1 La cosa en la ventana
Un sabado por la noche, aprovechando que sus padres salieron a comer, Anton se preparo para ver una pelicula policial. Como todavía no empezaba, se pudo a leer una novela de terror. A Anton le encantaba todo lo que tuviera que ver con el terror y los monstruos. En su pieza tenia por ejemplo un poster de King-Kong. Le dio hambre y fue a la cocina, cosa que no le gustaba hacer de noche. . ¡Odiaba el pasillo, con la lámpara eternamente rota que nadie reparaba! ¡Odiaba los abrigos que se balanceaban en el ropero y que parecían ahogados! Y ahora le daba miedo incluso la liebre disecada del cuarto de trabajo de su madre, a pesar de que otras veces a él le gustara tanto asustar con ella a otros niños.
Saco del refrigerador jugo de manzanas y queso y al llegar a su pieza no escucho el televisor encendido. Eso queria decir que algun ladron habia entrado a su pieza, penso.
Efectivamente, la TV estaba apagada. Llegó hasta su nariz un curioso olor enrarecido y a moho como el del sótano, y así como si se hubiera quemado algo. ¿Vendría de la televisión? Rápidamente retiró el enchufe. Probablemente se habían quemado los cables.
Entonces en la ventana vio que algo estaba sentado y lo miraba fijamente. Tenía un aspecto tan horrible que Antón pensó que iba a caerse muerto. Dos ojos pequeños e inyectados en sangre relampagueaban frente a él desde un rostro blanco como la cal; una cabellera peluda le colgaba en largos mechones hasta una sucia y negra capa. La gigantesca boca, roja como la sangre, se abría y cerraba, y los dientes, que eran extraordinariamente blancos y afilados como puñales, chocaban con un rechinar atroz. A Antón se le erizó el pelo y se le detuvo la sangre en las venas.
—¡Un vampiro! —gritó Antón.
Y la cosa contestó con una voz que parecía salir de las más lóbregas profundidades de la tierra:
—¡Sí, señor, un vampiro! —Y de un salto había entrado ya en la habitación, colocándose delante de la puerta—. ¿Tienes miedo? —preguntó.
El vampiro probo un dulce de Anton (un osito de goma) pero lo escupio y le explico a Anton: —¡Porque uno, como vampiro que es, tiene un estómago sensible, tonto! Lo dulce es veneno para nosotros.
—¿Eres ya viejo? —preguntó Anton.
—Viejísimo.
—Pero si eres mucho más bajo que yo...
—¿Y qué? Es que morí precisamente cuando era niño.
—Ah, vaya.
Con eso no había contado Antón.
—¿Y ya estás..., quiero decir, también tienes una tumba?
El vampiro reprimió la risa.
—Y puedes visitarme cuando quieras. Pero sólo después de ponerse el sol. Durante el día dormimos.
De pronto, Anton le hablo de que a los vampiros se los eliminaba con una estaca y el vampiro se enojo porque no le gustaba escuchar eso.
Luego el pequeño vampiro le rompio el poster y comenzo a destrozarle sus libros de terror hasta que encontro uno de Dracula, que era su favorito y se lo pidio prestado a Anton.
—Por cierto, ¿cómo te llamas?, le pregunto Anton
—Antón. ¿Y tú?
—Rüdiger.
—Dime, ¿estás a menudo así, solo, en casa? —preguntó el vampiro.
—Todos los sábados.
—¿Y no tienes ningún miedo?
—Sí.
—Yo también. Sobre todo en la oscuridad —declaró el vampiro—. Mi padre dice siempre: «Rüdiger, tú no eres un vampiro, ¡eres una gallina!».
—En nuestra casa siempre pasa algo.
—¿Qué? ¡Cuéntame! —¡Al fin oiría una auténtica historia de vampiros!
—Pues bien —dijo el vampiro—, fue el invierno pasado. ¿Te acuerdas aún de lo frío que fue...? Bien, nos despertamos; el maldito sol acaba de ponerse. Entonces yo tengo un hambre horrible y quiero levantar la tapa del ataúd, ¡pero no se puede! Golpeo contra ella con los puños, empujo con los pies..., ¡nada! Y oigo cómo mis parientes se esfuerzan exactamente igual que yo en las tumbas de alrededor. ¡E imagínate: durante dos noches seguidas no conseguimos abrir los ataúdes! Después empezó por fin a deshelar y pudimos hacer saltar las tapas con los mayores esfuerzos del mundo. ¡Casi nos morimos de hambre! Pero esto no es absolutamente nada en comparación con el asunto del guardián del cementerio. ¿Quieres oírlo también?
—¡Claro!
—Bien, ocurrió en un... —empezó el vampiro, pero se interrumpió de pronto—. ¿No oyes nada? —susurró.
En ese momento, llegaron los padres de Anton y Rüdiger se fue volando por la ventana.
CAPITULO 2 Sabiduría de padres
A la mañana siguiente preguntó Antón a sus padres —¿Qué opináis realmente de los vampiros? —cuando estaba sentado a la mesa del desayuno. Sus padres no creian en vampiros asi que no le prestaron mucha atención y se rieron de el. Anton se enojo y les dijo que ya verian que existian de verdad.
CAPITULO 3 La punta misteriosa
El sabado siguiente Anton preparo su pieza para recibir a Rüdiger. Coloco en su estante libros de vampiros y pinto un cuadro con la imagen de un vampiro.
—¡liih! —había gritado la madre al descubrir el cuadro—. ¿Tienes que pintar esas cosas tan horribles?
Mientras Anton esperaba la noche para recibir la visita del pequeño vampiro, estaba seguro de que sus padres volverían a salir y mientras mataba el tiempo leyendo libros de terror.
De pronto, escucho un grito. Era su madre que se habia torcido un pie al caer de una escalera. Anton penso que aun con esa torcedura su madre podria salir y comenzo a dar consejos para calmar el dolor como por ejemplo colocarle compresas frias. Luego se ofrecio a ir a la farmacia.
—Casi podría tener la impresión de que quieres deshacerte de mí esta noche —dijo la madre.
—Sea como sea..., ya me he decidido de todas maneras —añadió sonriendo la madre—: ¡Me quedo en casa!
¡Ahora, naturalmente, se había echado todo a perder! ¡Si solamente supiera cómo podía prevenir al vampiro...! ¡Si hubiera solamente una posibilidad de comunicarse con él! Antón se echó sobre su cama y enterró la cabeza bajo el cobertor.
Entonces golpearon en la ventana...
—Mi madre —susurró Antón— se ha torcido el pie.
A Rüdiger parecio no importarle eso. Mas bien estaba interesado en los libros que Anton le mostro y en el cuadro. Luego Rüdiger le pidio prestado otro libro diciendole a Anton que su hermana pequeña estaba leyendo el libro que le habia prestado antes el niño.
De repente oyó que se abría la puerta de la sala de estar.
—¡Mi madre! —exclamó—. ¡Rápido,
...