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Resumen del libro El ultimo Caton.


Enviado por   •  5 de Marzo de 2016  •  Resumen  •  12.234 Palabras (49 Páginas)  •  414 Visitas

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Nombre: Quiroz Román Vanessa

Grupo: 1FM2

Unidad de aprendizaje: Comunicación Oral y Escrita

El último caton         Matilde asensi[pic 1]

Las cosas hermosas, las obras de arte, los objetos sagrados, sufren, como nosotros, los efectos imparables del paso del tiempo.

Profundamente absorta en su trabajo, dejaba fluir de manera involuntaria esas ideas mientras acariciaba con las yemas de los dedos una de las ásperas esquinas del pergamino que tenía frente a ella. Estaba tan enfrascada en lo que hacía, que no escucho los toques que el doctor William, secretario del archivo, daba en su puerta, tampoco lo oyó  girar la manija y asomarse, él le dijo que el reverendo padre Ramóndino le había rogado que le pidiera que acudiera  inmediatamente a su despacho.

Levantó sus ojos de los pergaminos y se quitó las gafas para ver mejor  al secretario, que la miraba con la  misma perplejidad que ella. Ella preguntó para qué quería verla, pero el doctor no le dijo nada, terminando de decir ello y sin quitar la sonrisa de su boca, cerró la puerta con su vida, Entonces ella se puso muy nerviosa, tenía las manos sudorosas, la boca seca, taquicardia y temblor de piernas.

Había dedicado los últimos seis meses de su vida reconstruir, con ayuda de manuscritos, el famoso texto perdido de San Nicéforo,  y se encontraba a punto de culminar su trabajo.

Su pequeño laboratorio, amueblado con una vieja mesa de madera, estaba situado cuatro pisos bajo tierra y formaba parte del Hipogeo, la zona del archivo secreto a la que sólo tienen acceso un número muy reducido de personas, la sección invisible del Vaticano. La doctora Salinas recordaba a su pequeña sobrina llamada Isabel y recordaba a ella jugando.

Después de pensar todo se dio cuenta de que el prefecto la llamaba así que rápidamente colgó su bata blanca, y salió del pasillo, Sus adjuntos trabajaban en una hilera de mesas que se extendía bueno 50 m hasta las puertas de la sensor, alcanzó los ascensores a paso ligero, no sin detenerse un momento observar el trabajo de sus adjuntos, observó a uno de ellos  que se afanada en una carta de el gran Khan de los mongoles enviada al papa Inocencio IV. Observo un  pequeño frasco de solución alcalina, sin tapón, así que muy sobresaltada le grito que no se moviera, cualquier ligero movimiento de su brazo habría derramado en la solución sobre los pergaminos, provocando daños y reparables un documento único para la historia. Y seguido le dijo que recogiera sus cosas y que se presentará con el vice prefecto, jamás habría consentido un descuidó semejante, Se dirigió al ascensor y mientras pulsaba el  botón estaba consciente de que sus adjuntos no la preciaban demasiado. No era la primera vez que notaba a sus espaldas sus miradas cargadas de reproche, sin embargo no quería conseguir el afecto de ellos sino cumplir con su trabajo.

En ascensor se detuvo en el cuarto piso inferior y para sorpresa el reverendísimo padre, en lugar de esperarla cómodamente en su gabinete, paseaba de un lado a otro en el vestíbulo con un grave gesto de impaciencia.

Le dijo a la doctora Salina que tenía mucho tiempo y que la tenía que acompañar. Aunque trataba de disimular, avanzaba con la sensación de haberse equivocado, había repasado mentalmente todo lo que había hecho durante los últimos meses a la búsqueda de cualquier hecho culpable que merecía ser una reprimenda de las más altas tranquila iglesias.

Se encontraban en la segunda sesión segunda de la secretaría de estado, la sección que se encarga de las relaciones diplomáticas de la santa sede con el resto del mundo, la doctora Salina le pregunto al reverendo padre que qué hacían allí pero él no tenía idea aunque si sabía que se trataba de un asunto del más alto nivel. al llegar la doctora observó y reconoció al secretario de estado, Ángelo Solano, además del cardenal vicario de roma, el arzobispo secretario de la sección segunda, monseñor Tournier, y un silencioso combatiente rubio, que fruncía las cejas como si estuviera profundamente disgustado por aquella situación.

De repente el prefecto se volvió hacia ella y empujándola se  adelantó hasta situarse a su altura frente al secretario de estado, el prefecto presentó a la doctora Salina, y este, le preguntó si ella era religiosa, El prefecto se adelantó y le dijo que ella era miembro de la orden de la venturosa virgen María, el l arzobispo pregunto qué porque no utilizaban los hábitos, ella dijo que su orden los abandonó tras el concilio Vaticano segundo. Además el prefecto puntualizó que la hermana. Era doctora en paleografía historia del arte, además de poseer otras muchas titulaciones académicas. Todos miraban a Ottavia con evidente curiosidad.

 Así que decidieron contarle la razón por la que estaba ahí, Monseñor, con cierta incertidumbre tomó un abultado paquete de tapas negras, Ottavia se encontraba muy confundida. Le dijeron que en esa carpeta había fotografías que se podrían calificar como insólitas, en esas fotografías aparece el cuerpo de un hombre fallecido, un etíope cuya identidad no estaban seguros, el hombre que aparece en las fotografías estaba implicado en un grave delito contra la Iglesia Católica y contra las demás iglesias cristianas. Lo que querían que realizará también era que estudiara ciertos signos, que en forma de peculiares cicatrices, fueron descubiertos en el cuerpo del etíope al quitarle la ropa para practicar la autopsia, escarificaciones era la palabra correcta, El secretario de Estado volví aclarar que lo que debía ser ella era analizar todos esos símbolos, estudiarlos y darles una interpretación lo más completa y exacta posible. Ella dudo en saber si estaba dispuesta o si podía trabajar con ello, Así que sus eminencias decidieron que el soldado le ayudará a completar su trabajo, Aunque ella no estaba conforme. Luego de ello comió en la cafetería del archivo y dedicó el resto de la tarde a recoger y guardar todo lo que tenía sobre la misa de su laboratorio, se dirigió hacia su casa donde compartía el lugar con tres hermanas llamadas Ferma, Margarita y Valeria que respetaban muchísimo su trabajo en el Vaticano aunque, no conocían muy a fondo su ocupación. Después de cenar entraron a la capilla de casa y se sentaron sobre los cojines, alrededor del Sagrario, para rezar.

 A las 8:00 de la mañana, el timbre de la puerta de la calle empezó a sonar con insistencia, era el capitán Glauser- Röist esperándola abajo, ella al salir le preguntó que sí le ocurría algo, él le dijo que la había estado esperando en la puerta del archivo desde las seis de la mañana ella preguntó que porque tan pronto, él dijo que era su hora de empezar así que, a ella le respondió que su hora era a las ocho, el capitán le echo una mirada indiferente, así que después de ellos decidieron ir a empezar su trabajo.

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