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Romeo Y Julieta


Enviado por   •  26 de Enero de 2014  •  457 Palabras (2 Páginas)  •  254 Visitas

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Entran Benvolio y Romeo).

Benvolio: No afirmes eso. Un fuego extingue a otro, un dolor calma otro dolor, a una pena antigua, otra nueva. Un nuevo amor puede curarte del antiguo.

Romeo: ¿Curarán las hojas del plátano?

Benvolio: ¿Y qué curarán?

Romeo: Las heridas.

Benvolio: ¿Estás loco?

Romeo: ¡Loco! Me encuentro atado de pies y manos como los locos; prisionero en una cárcel muy áspera, hambriento, vapuleado y martirizado. (Al criado). Buenos días, hombre.

Criado: Buenos días. ¿Sabe leer, caballero?

Romeo: Sí.

Criado: ¡Extraño alarde! ¿Sabes leer sin haberlo aprendido? ¿Sabrás leer lo que ahí dice?

Romeo: Si las frases son claras y la letra igualmente.

Criado: ¿De verdad? Dios lo guarde.

Romeo: Aguarda, que intentaré leerlo. El señor Martino, su esposa e hijas; el conde Anselmo y sus hermanas; la viuda de Viturbio; el señor Placencio y sus sobrinas; Mercutio y su hermano Valentín; mi tío Capuleto con su esposa e hijas; la hermosa Rosalía, mi sobrina; Livia; el señor Valencio y su primo Teobaldo; Lucio y la simpática Elena ... ¡Hermoso conjunto! (Le devuelve el papel). ¿Dónde se reúnen?

Criado: En ese lugar.

Romeo: ¿En dónde?

Criado: A cenar en casa.

Romeo: ¿En qué casa?

Criado: En la de mi amo.

Romeo: La verdad es que debería haber comenzado por preguntarte ¿quién es tu amo?

Criado: Se lo diré sin que me lo pregunte: mi amo es el rico y poderoso Capuleto; y si no pertenece usted a la casa de los Montescos, lo invito a que asista a beber una copa de vino. Quede con Dios.

(Vase)

Benvolio: A esa fiesta, que según una antiquísima costumbre prepara esta noche Capuleto, irá Rosalía, a quien tanto amas, e irá con todas las bellezas que hoy se admiran en Verona. Ve a ese lugar, y admirarás imparcialmente su rostro y compáralo con algunos otros que te mostraré, ante los cuales tu cisne te parecerá un grajo.

Romeo: No permite semejante traición la santidad de mi amor. Ardan mis verdaderas lágrimas, que antes se ahogaban, si tal herejía cometen mis ojos. No puede haber otra más hermosa que mi amada, ni nunca la habrá visto el sol, que todo lo ve.

Benvolio: La has hallado bella, porque no había otra a su lado, porque ella misma se equilibraba en tus ojos; pero pesa en esas balanzas de cristal a la dama de tus pensamientos con otra doncella que te haré ver brillante en el festín, y escasamente te parecerá bien la que ahora se te antoja la más hermosa de todas.

Romeo: Iré, no por ver semejante objeto, sino para regocijarme con el esplendor de la que tanto amo.ESCENA TERCERA

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