Siervos Sintierra
Enviado por vladii • 8 de Agosto de 2013 • 986 Palabras (4 Páginas) • 472 Visitas
3.4.19 Capitulo 3
Un día corrió la voz entre los presos de que en la capital de la republica habían asesinado a un caudillo muy popular.
El hombrecito que repartía las hojas de coca entre los presos y a quien Transito por medio de Siervo, le entregaba la hoja, fue el primero que se abalanzo sobre el director, cuando este se presento en el patio de los penados a poner orden. Pero tuvieron que refugiarse en la oficina, donde los dejaron tranquilos y no les dieron muerte porque tenían algo más importante que hacer, como era abrir las puertas de la cárcel y llevarse por delante a quien quisiera impedírselo.
Los magistrados miraban aquella escena de la fuga desde las endijas de sus ventanas. La radio de la casa cural, a soto-voce, anunciaba que la capital de la republica ardía como una hoguera.
3.4.20 Capitulo 4
Contaron que don Ramírez se encontraba en la huerta con los muchachos de la hacienda, y que los jefes de cuadrilla andaban por el monte tocando cuerno para reunir la gente de todas las veredas y prevenir cualquier ataque. Era casi seguro que los conservadores de Soata se vendrían sobre la hacienda para sacar a los liberales, y lo curioso es que los conservadores de ese pueblo se pasaron tres noches en vela, convencidos de que ellos serian los agredidos.
En la tienda de don Rubiano se hizo un silencio respetuoso. Siervo recordó súbitamente que le debía veinte jornales a la hacienda, y aun no disponía de un pedacito de tierra para sembrar tabaco. Por eso pensó que la revolución era otra cosa.
3.4.21 Capitulo 5
Cuando Siervo diviso, desde la cornisa del camino de la peña, el rancho que apenas abultaba en el fondo del abismo como un montoncito de tierra de un hormiguero, se le empañaron los ojos de las lágrimas.
Corriendo más que trotando, bajo por el pedregoso camino. Al llegar al barranco de los Valdeleones le salió al encuentro un gozque cito amarillo y descarnado, con la cola entorchada, que no ceso de latir y embestirle las espinillas, aun cuando Siervo le tiraba piedras.
3.4.22 Capitulo 6
El gerente era un hombre de mediana estatura, todavía joven, de rostro feo salpicado de manchas amarillas. Apestaba a cerveza y tenía los ojos vagos y húmedos cuando Siervo se le acerco y le expuso tímidamente sus pretensiones. Estas consistían en que la Caja Agraria le prestara el dinero para comprar su orilla de tierra en la vega del Chicamocha. En garantía ofrecía la tierra que sería materia del negocio más las cuatro cabras, las dos horas y las dos tiernitas que no tardarían en tener cría.
Siervo tardo buenas cuatro horas en regresar del pueblo a la vega, pues había más de cuatro leguas de camino. Al pasar por la casa de la hacienda se demoro otras tantas horas acurrucado en el corredor, la puerta de la oficina, donde don Ramírez, con
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