Su corazón es como una rosa que no pereciera ni con el paso de un tornado.
Enviado por Cristina Lisseth • 3 de Septiembre de 2017 • Tarea • 1.408 Palabras (6 Páginas) • 226 Visitas
Su corazón es como una rosa que no pereciera ni con el paso de un tornado.
Su corazón era tan dorado como el sol y su sonrisa tan cálida como aquel chocolate que su madre hacia para ella en los dias gélidos de invierno.
Érase una vez una niña, una niña diferente a todas las personas en el mundo, esa niña era especial. Su nombre era Amira. Ella era amable, bondadosa, fuerte y sobretodo tenía un corazón de oro. Era hija del general Ernesto Valois y Josefina Navarra, los cuales siempre le inculcaron a su hija buenos valores y comportamiento, sobre todo le dieron el amor necesario para que la semilla en su corazón se convirtiera en una hermosa rosa que nunca perecería; ni siquiera con el paso de un tornado.
Amira creció feliz en Córdoba, sin embargo, los problemas no tardaron en llegar. Conforme crecía, Amira podía escuchar voces en su cabeza. Las voces de sus padres, amigos, de todos. Ella despertaba en las noches llorando pidiendo que las voces se apagaran. Sus padres corrían con premura para llegar hasta la pequeña y al caer en cuenta de su don, aquel don que le permitía leer las mentes de sus allegados, hicieron hasta lo imposible para ayudarla a controlarlo, claro está sin pedir la ayuda de nadie. El miedo ante el prejuicio era natural en cualquier ser humano. Amira creció pensando que su don era algo malo, creció temiéndole.
Cada día que Amira escuchaba las voces en su interior, la preocupación y la impotencia se apoderaban de ella, al no poder hacer nada para frenar los ruidos constantes provenientes de su cabeza. Aunque claro, hubo momentos en los que pensó que ese don podría ser bueno ya que, al querer descubrir un secreto, le sería tan fácil como cerrar los ojos. Pero ese pensamiento se iba más rápido que el viento cuando las voces comenzaban a murmurar una y otra vez.
Básicamente, la vida de Amira se resumía en asistir a la escuela, pretender que era una niña feliz como cualquier otra, regresar a casa y llorar hasta ser consumida por el sueño. Esa era la rutina que acompañaba a su existencia.
Pero tal rutina se vio interrumpida aquella tarde nublada de septiembre. El cielo estaba totalmente cubierto por enormes nubes cargadas de agua que pronto dejaría caer sobre toda la ciudad. Amira tenía una fuerte corazonada de que algo estaba por venir, algo malo, algo peor que una tormenta, pues los susurros estaban aún más intensos que de costumbre. Pronto alejó aquellos pensamientos de su cabeza y se convenció a si misma de que todo estaría bien. Estaba tan errada./
Mientras estaba en la escuela, le era imposible poder concentrarse. Las voces en su mente se habían intensificado a tal grado que comenzó a sentir una fuerte presión en la cabeza. El dolor era insoportable y los murmullos no ayudaban en lo absoluto, por el contrario, lo empeoraban. Los susurros se volvían cada vez más fuertes y comenzaron a ser gritos. Los gritos de muchas personas se hacían presentes en la mente de Amira, hasta que ya no pudo más.
- ¡YA BASTA, CALLENSE! —Todos sus compañeros voltearon a verla después de oírla gritar. De pronto todos comenzaron a reír. Todos se burlaban de ella.
Después de ese día las cosas empeoraron. Todos los niños del vecindario la molestaban, la llamaban loca, la insultaban y hasta la agredían físicamente. Amira no entendía porque eran tan crueles con ella.
Un día después de clases Amira se encontraba en su casa. Estaba terminando su tarea, cuando de pronto escuchó un sonido proveniente de una de sus ventanas. Una roca había atravesado la ventana destrozándola por completo.
- Toda la gente del vecindario está afuera de nuestra casa y están enojados. el director del manicomio también esta con ellos— Dijo asustada la madre de Amira al asomarse por la ventana. Ernesto abrió la puerta.
- ¿Qué es lo que buscan? —Preguntó el padre hacía la gente
- Queremos a la niña. No podemos permitir que esté cerca de nuestros hijos.-dijo el sr. Mohamed, director del manicomio.
- Solo es una niña, déjenla en paz.
- Esa niña está loca, general. Ella debe ser encerrada en un manicomio y si no la entregan, nosotros mismos entraremos por ella. —dijo el sr. Mohamed. Amira se asustó tanto al escuchar aquellas palabras.
- Jamás tocarán a mi hija — Aseguró el general Valois.
Justo después de decir eso la gente comenzó a correr hacia la entrada de la casa. Dos hombres tomaron al padre de Amira y dos más tomaron a la madre mientras todos los demás corrían hacía la niña.
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