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TRADICIONES ORALES DE AREQUIPA


Enviado por   •  22 de Noviembre de 2014  •  7.460 Palabras (30 Páginas)  •  1.484 Visitas

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TRADICIONES ORALES DE AREQUIPA

Tema: LAS BRUJAS AREQUIPEÑAS

Autor: Pablo Nicola Segura (2002), Editor de la revista Enigmas

Correo nicoli_pablo@hotmail.com

El origen hispano de Arequipa siempre le ha conferido un folclore ajeno -si se puede decir esto hoy en un mundo globalizado que los medios de comunicación han reducido a su máxima expresión- que nos recuerda las leyendas europeas plagadas de fantasmas, demonios, duendes y brujas. Vamos a referirnos a estas últimas -las bruxas o brujas- que las hubo en nuestra ciudad y otras localidades del departamento como son Huancarqui en Castilla, o aquí nomás cerquita en Huaranguillo, o porque no la tradicional Tiabaya, antaño tierra de árboles deformados y perales, o como lo dicen las crónicas de los viajeros del siglo XIX, en Sachaca, dónde siempre hubo manifestaciones mágicas y leyendas en torno a estas.

El bisabuelo contaba que no había casa en Huancarqui en dónde al menos una de las mujeres no fuera una bruja (*); muchas veces la única forma de sospechar de estos personajes, tan desapercibido como cualquier otro parroquiano, era cuando se deshacían en amabilidades y atenciones con los visitantes, especialmente a la hora de ofrecernos un sabroso plato tradicional, en cuyo contenido ya habían vaciado el mejunje mágico, ya fuera para enamorarnos sin remedio o para hacernos víctimas de la enfermedad como aquella que torna nuestra piel bronceada en pálida y casi albina (kara o ccara, le dicen). A algunas se les podía identificar por alguna verruga en el rostro o en otras partes más íntimas del cuerpo.

En Tiabaya por ejemplo se contaba hasta hace muy poco una curiosa y nauseabunda historia -cúbranse la nariz- de un marido cornudo cuya esposa le era infiel cada viernes con el demonio, y a quién le andaba besando el culo apestoso y oliéndole los pedos junto a otras brujas (**). Así mismo se dice que las brujas, cuando eran perseguidas, se convertían en viejos árboles en dónde podía motarse sus rostros deformes y atumorados, cuyos ejemplos más cercanos solo se conservan hoy en algunos árboles del parque a "La mujer" -o a las brujas dirían otros- de la Urb. San Jerónimo del Cercado, a unas 3 cuadras del actual colegio Médico.

Huaranguillo siempre fue el lugar idóneo para contratar los servicios de una bruja y procurarle un maleficio al enemigo ya fuera por la disputa de una herencia, el amor de la gatita del barrio, o simplemente porque nos caía gordo nuestro vecino. Había daños que atraían la mala suerte y otras que eliminaban de tajo al adversario causándoles una muerte fulminante, bueno al menos no había sadismo en estos menesteres, pudiendo alargarle la agonía al susodicho con una lenta y dolorosa enfermedad.

El bisabuelo decía que las brujas de Sachaca se convertían en gallinas, lechuzas, cuyes, perros negros y hasta chanchos y algo de cierto debe haber; pues esta mala sangre del hoy distrito parece refrendarse en documentos como los del viajero francés Paul Marcoy (***) que en uno de sus libros de viajes por Sudamérica nos dice a la letra: "Sachaca es un lugar de mala fama, pues la tradición local lo ha convertido en punto de reunión nocturna de brujas y duendes... ".

Sucedió por ejemplo que unos jóvenes palomillas atraparon a una bruja, ya convertida en gallina, la maltrataron, la desplumaron sin reparo y la ataron a un molle (un árbol). A la mañana siguiente todos esperaban a que Doña Lucita, la dueña de la picantería, abriera el negocio; pero nada, no venía. Luego alguien avisó que una señora desnuda y ensangrentada había aparecido amarrada al centenario árbol de la Plaza; por supuesto se trataba de la Lucita.

Que las brujas de la Arequipa de antaño volaban; pues al menos una vez así lo vio el compadre del bisabuelo quién decía que se montaban, no precisamente sobre escobas, sino sobre animales que les servían de improvisado vehículo, cosa extraña salvo que a tales fueran aves o les saliera alas. Con respecto a las lechuzas -con las cuales las brujas están empentadas, si es que no son ellas mismas- había la creencia que si alguna de estas aves de mal agüero volaba y cantaba subida al techo o entrada de nuestra casa, la muerte de alguno de los que habitaban el lugar era inminente.

Usualmente ser bruja en la Arequipa de antaño era casi una profesión; pues aparte de los muchos maleficios y daños mortales que se les encargaba, se dedicaban también a hacer mejunjes que curaban los males de estómago, las diarreas, el susto y otros padecimientos cotidianos.

Manuel Rodríguez Velásquez, (MAROVE), en su libro: Estampas de Arequipa, nos refiere la triste historia de la bruja de Villalba, -apenas comenzado el siglo XX- también conocida como: La Lechuza, una pobre y andrajosa mujer a la que le decían bruja sólo por su triste apariencia.

Esperamos que la noche de Halloween les haga recordar que no todas las brujas vuelan por países extranjeros, las nuestras están aquí no más cerquita, casi a la vuelta de la esquina y ya no necesitan el disfraz.

(*) La tradición decía que la séptima hija mujer de la familia, necesariamente nacía bruja; distinto eran aquellas que se hacían brujas al adquirir el conocimiento y la práctica de la magia.

(**) A la reunión de brujas se le llama Aquelarre que en palabra vasca significa: "Prado del Cabrón", la cabra o macho cabrío representaba al demonio.

(***) Viajero que estuvo por Arequipa entre 1846 y 1847 y que además fue dibujante y pintor que nos ha dejado ilustraciones a pluma de la Arequipa de esos años. Su obra: Viaje a través de América del Sur, del Océano Pacífico y del Océano Atlántico, fue publicada en Paris en 1861 en dos volúmenes. Uno de esos volúmenes, el referente a nuestra ciudad, se hallaba hasta el 2006 en la Biblioteca Municipal de Arequipa, en la misma habitación y junto con los Libros Históricos del Cabildo.

Tema: EL VIEJO CEMENTERIO DE MIRAFLORES

Autor: Pablo Nicola Segura (2002), Editor de la revista Enigmas

Correo nicoli_pablo@hotmail.com

La Arequipa del siglo XIX.

Antes de la construcción del cementerio de La Apacheta en 1833, los muertos se enterraban principalmente en el hoy desaparecido

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