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Enviado por   •  14 de Octubre de 2014  •  Informe  •  1.056 Palabras (5 Páginas)  •  214 Visitas

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Bueno, el prologo habla un poco de el tipo de novela y de las influencias que ha tenido a lo largo del tiempo, también se enfoca en hacer única esa novela con el fin de que no la juzguen si antes leerla, se ésta describiendo todo lo que emprende dicha novela y todo lo que ha pasado para salir adelante.se dice que es muy difícil de lanzar una novela sin que los críticos juzguen de manera cierta el contenido, han habido muchos escritores que han reclamado de cierto modo el derecho absoluto pero en fin..... Lo que el crítico pretende, es definir la novela según la idea que se ha forjado de ella con arreglo a las novelas que se prefieren también en una novela, lo que el lector busca es predominar y satisfacerse a lo que le pida el escritor y que a la vez lo complace de una manera agradable. Más que nada, ,a novela habla de cosas hermosas, de poco significado, de mucho afán y de sentimientos encontrados en los que se busca hacer reflexionarla lector y darle una idea un poco más realista a comparación de cuentos, fabulas etc;

Contralo todo resultaría imposible, ya que en ese caso sería menester, por lo menos, un volumen por día a fin de enumerar la altitud de incidentes insignificantes que llenan nuestra existencia.

Se impone, por tanto, una selección, lo cual, significa. Ya una primera vulneración de la teoría de toda la verdad.

Además la vida está compuesta por cosas totalmente diferentes, las más imprevistas, las más contrarias, las contrapuestas; es brutal, sin sucesión sin encadenamiento repleta de catástrofes inexplicables, ilógicas y contradictorias, que deben clasificarse en el capítulo de los sucesos corrientes.

Deduzco de ello que los realistas de talento deberían llamarse con más propiedad ilusionista.

Creo también que la novela así realizada gana en sinceridad.

Comprendí que los escritores más conocidos nunca han dejado más de un volumen, y que es preciso, ante todo, tener la suerte de encontrar y descubrir, en medio de la multitud de materias que se presentan a nuestra elección, aquella que absorberá todas nuestras facultades, toda nuestra valía, toda nuestra potencia artística.

Madame Rosémilly era rubia, de ojos azules, y una corona de cabellos traviesos que revoloteaban a la más ligera brisa le daba un aspecto atrevidillo, intrépido y batallador que no concordaba en absoluto con su inteligente y metódica prudencia. Parecía preferir a Juan, inclinada hacia él por una similitud de naturaleza. Antes del regreso de sus hijos, el viejo Roland nunca la invitó a sus partidas de pesca, a las cuales no le acompañaba tampoco su mujer, porque le gustaba embarcarse antes del amanecer con el capitán Beausire, marino jubilado al que había conocido en el puerto y que se convirtió en su amigo íntimo, y con el viejo marinero Papagris, apodado Jean-Bart y encargado de la custodia del barco. Ahora bien, una tarde de la semana precedente en que había almorzado con ellos, madame Rosémilly dijo: « ¡Debe de ser divertido ir de pesca! » Halagado en su pasión el antiguo joyero, e impelido por el deseo de comunicarla, de conquistar prosélitos, exclamó: — ¿Quiere usted venir? —¡Claro que sí! —¿El martes próximo? —De

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