Textos Hispanoamericanos
Enviado por angyfine • 8 de Enero de 2014 • 561 Palabras (3 Páginas) • 191 Visitas
MANO A MANO
Rechiflao en mi tristeza,
hoy te evoco y veo que has sido
en mi pobre vida paria solo una buena mujer.
tu presencia de bacana puso calor en mi nido,
fuiste buena, consecuente, y yo sé que me has querido
como no quisiste a nadie, como no podrás querer.
Se dio el juego de remanye cuando vos, pobre percanta,
gambeteabas la pobreza en la casa de pensión.
Hoy sos toda una bacana, la vida te ríe y canta,
los morlacos del otario los jugás a la marchanta
como juega el gato maula con el misero ratón.
Hoy tenés el mate lleno de infelices ilusiones,
te engrupieron los otarios, las amigas y el gavión;
la milonga, entre magnates, con sus locas tentaciones, donde triunfan y claudican milongueras pretensiones,
se te ha entrado muy adentro en tu pobre corazón.
Nada debo agradecerte,
mano a mano hemos quedado;
no me importa lo que has hecho,
lo que hacés ni lo que harás…
los favores recibidos creo habértelos pagado
y, si alguna deuda chica sin querer se me ha olvidado,
en la cuenta del otario que tenés se la cargás.
Mientras tanto, que tus triunfos,
pobres triunfos pasajeros,
sean una larga fila de riquezas y placer;
que el bacán que te acamala tenga pesos duraderos,
que te abrás de las paradas con cafishos milongueros
y que digan los muchachos: Es una buena mujer.
Y mañana, cuando seas descolado mueble viejo
y no tengas esperanzas en tu pobre corazón,
si precisás una ayuda, si te hace falta un consejo, acordate de este amigo que ha de jugarse el pellejo pa’ayudarte en lo que pueda cuando llegue la ocasión.
www.todotango.com (Tango argentino)
EL HERMANO POLLINO
Lenguas de luna entraban en la sala por las puertas y ventanas abiertas; al centro se hallaba sentado en un sillón don Irineo, dormitando los humos de una borrachera. A don Irineo le gustaba frecuentar las tiendas de Baco. Siempre estaba achispado.
En esa condición no permitía que nadie lo molestara. De manera que dicha noche reinaba en la casa profundo silencio; la familia se había recogido en las habitaciones interiores. Sólo en la huerta, blanqueada de luna, un ligero viento bisbiseaba en los ramajes de los altos guabos y cocoteros; así como un pollino, irreverentemente parado en el mismo umbral de la puerta de la calle, de cuando en cuando, urgido por alguna comezón, golpeaba los cascos con violencia en el suelo.
-¿Quién se atreve a turbar mi sueño?- rugió don Irineo; y como en ese momento el pollino golpeaba nuevamente los cascos, se dio cuenta de que era aquel; entonces llamó a uno de sus hijos:
-¡Teodoro!
-¡Papá!- se presentó
...