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Trabajo final Recepción El espectáculo de la violencia en un Chernobyl olvidado


Enviado por   •  2 de Agosto de 2017  •  Resumen  •  2.066 Palabras (9 Páginas)  •  221 Visitas

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María Fernanda Rodríguez Giraldo

Pontificia Universidad Javeriana

Trabajo final Recepción

El espectáculo de la violencia en un Chernobyl olvidado

El sábado 26 de abril de 1986 la vida de las personas de Chernobyl cambió radicalmente, un accidente nuclear los invadió en alma y cuerpo. Durante una prueba en la que se simulaba un corte de suministro eléctrico, un aumento súbdito de potencia en el reactor 4 produjo el sobrecalentamiento del núcleo del reactor nuclear, esto desató una explosión con cantidades exageradas de dióxido de uranio, carburo de boro, óxido de europio, erbio y aleaciones de corconio y grafito; se tuvo que aislar la zona en un área de 30 km de radio la cual denominador Zona de alienación, la que sigue vigente hoy día. Hubo tanta exposición de radiación en algunas personas que fallecieron en los tres meses siguientes, mientras que otras terminaron con malformaciones corporales y secuelas físicas intratables.

El tópico importante a tratar no es el de la catástrofe, sino la recepción tanto del hecho como de la reproducción de las imágenes que empezaron a difundirse alrededor de Ucrania y más adelante, en el mundo entero.

A partir del capítulo La imagen intolerable, del libro El espectador emancipado de Jacques Rancière, y los capítulos dos y tres del texto Ante el dolor de los demás de Susan Sontag, procuraré poner a dialogar el tópico de la fotografía, desde Sontag, como materia de exhibición y la normalización de la violencia, y desde Rancière, abordaré el tópico de la representación de la realidad como rasgo intolerable en la imagen, todos estos tópicos para lograr problematizar la recepción de las fotografías del desastre nuclear del accidente de Chernobyl. Tocaré dos temas importantes que serán el centro del trabajo, tales como: cómo la fotografía retrata la violencia de tal forma que logra normalizarla y espectaculizarla para quien la observa, y cómo a pesar de no ser fotografías de guerra, sí narran sin palabras la violencia que ha recaído en ellos, tanto en el foco de quien las captura como de quien las mira.

Sontag (2003) habla de una difusión de imágenes exclusivamente de guerra en los dos capítulos de su trabajo, y esa difusión de imágenes que se observan con cierto aire de normalidad en la sala de estar es una de las problemáticas más fuertes en su texto: la normalización de la violencia, ¿cómo es posible que los mismos medios permitan mostrar la realidad? Es un poco contradictoria esta pregunta pues ¿por qué deberíamos distanciarnos de la realidad si es en ella donde habitamos?, ¿por qué es necesario no tolerar las imágenes que nos representan como lo que somos: humanos? Abordar estas preguntas problematiza más el sendero que he querido tomar para el presente trabajo, porque la línea entre espectaculizar/normalizar y mostrar la realidad tal y como es, es muy delgada, ¿cuándo se diferencia una recepción de lo intolerable sin que la posibilidad de verla no sea morbo o sencillamente normal?

Es indignante pensar que esta catástrofe, gracias a la difusión de estas imágenes, se convirtió en un espectáculo de lo inimaginable, un espectáculo donde todos los observadores tenían voz y opinión frente a la catástrofe, todos tenían derecho a sentir el dolor del otro aun cuando no vivían el incidente directamente.

Es más preocupante aún cómo estas imágenes intolerables por su contenido violento eran vistas, y esa intolerabilidad estaba directamente relacionado con la carga de realidad que tenía, “uno juzga que lo que ella muestra es demasiado real, demasiado intolerablemente real para ser propuesto en el modo de la imagen”, está tan cargada de violencia y de dolor, que la recepción de ella debe ser juzgada e intolerable, pero “no es un simple asunto de respeto por la dignidad de las personas. La imagen es declarada no apta para criticar la realidad porque ella pertenece al mismo régimen de visibilidad que esa realidad”, es decir que mostrar la realidad desde la misma realidad sería un oxímoron porque sería algo así como un “descaro” de la misma realidad representarse a partir de sí misma, pero cuáles pueden ser esas reglas para representar la realidad, ¿estará mal representarla desde ella misma? El problema tal vez radica en cómo los medios de comunicación se han encargado de difundir las imágenes; se han descubierto casos en donde las imágenes han sido violentadas, cambiadas y modificadas al gusto de los mismos fotógrafos, han decidido ellos cómo quieren mostrar al mundo la violencia, suponen tener una autoridad imaginaria frente a la realidad que están exponiendo al mundo; es como si los medios de comunicación y los fotógrafos hubiesen no solo normalizado la experiencia de la violencia desde la imagen, sino que la hubiesen fetichizado al punto de volverla un espectáculo, todo gracias al afán de controlar la realidad violenta de las víctimas.

En Chernobyl, no solo existe un tema de tergiversación de la imagen, sino de un control hacia quién es fotografiado y la circulación que desea que la imagen tenga. En la mayoría de las imágenes, las cuales están expuestas al final del trabajo, pueden verse dos momentos distintos: unas imágenes que fueron tomadas el mismo año del evento o unos dos años después, y gente que retrata un “Chernobyl 30 años después” con propósitos lucrativos para que la gente vaya allá y demuestre “qué tan extremo es” al exponerse a la radiación que aún se encuentra allí. 
En las imágenes del mismo año o de algunos años póstumos puede verse perfectamente la tristeza, soledad y olvido de las víctimas más doloras para quien observa: los niños. Escenas donde la niñez está despojada de toda inocencia, donde el dolor es la representación más fuerte en las imágenes. Fotografías de niños sin pelo, o con poco, sufriendo enfermedades de malformación o genéticas, con cáncer y tumores que podrían considerarse monstruosos al no saber cómo describirlos, al caer en el silencio de las palabras para hablar de algo. Pero qué acciones puede tomar un observador de la imagen, ninguna. Tal vez, como afirma Rancière, “cerrar los ojos o apartar la mirada” (Ranciêre 87), porque así las imágenes retraten atrocidades de distintos momentos histórico, o de guerra, como propone Sontag, siguen siendo imágenes y no hay batalla contra ellas.

Cuando empezaron a circular en la red las imágenes del antes y después del accidente nuclear, la respuesta de algunas páginas web fue apropiarse de ellas para lograr hacer de Chernobyl una

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