UN MENSAJE IMPERIAL

UN MENSAJE IMPERIAL: De Kafka.

Y aquí me encuentro, sentada junto a una ventana fría como la noche que tras ella cae y baña con su humidad el cristal. El tic-tac de un reloj ondula mis pensamientos haciéndolos bailar sobre unas palabras que todavía vuelan sobre mis ojos.

Kafka se ha colado en mi alma como lo ha hecho la oscuridad sobre el mundo y ha logrado dirigir mi ser en una carrera entre la disposición de las palabras del texto y el sentido que este va dibujando en el papel.

Los minutos corren y yo sigo esperando la llegada del gran Hermes, el mensajero que haga el papel de mediador entre el texto de Kafka y mi lectura de éste. Sin embargo, nadie viene a tocar a la puerta de mi casa, debe de haberse rezagado a causa de la multitud y la amplia distancia que nos separa.

De nuevo mis ojos surcan el ancho mar de palabras que Kafka escribió y dejo que me envuelva la ansiedad de querer alcanzar una única interpretación final del texto. Mis razonamientos sobre éste, cada vez se vuelven más densos y me es complicado atravesar las miles de cuestiones que van surgiendo al paso que mi navío atraviesa las olas de un confuso mar.

Así, en mi frustración, releo pausadamente el texto origen de mis desvaríos y caigo en la cuenta de que mi ansiedad se vio iniciada, sin ser consciente yo, por esa sensación de meterme en la piel del mensajero que sigue corriendo entre la multitud y las barreras que lo obstaculizan para poder entregar el mensaje que un muerto le ha dado. Nunca podrá alcanzar él su meta, al igual que yo no podré, ni siquiera rozar una interpretación final y decisiva del texto de Kafka, el mensajero es mi reflejo, mi ansiedad de querer dar con algo abstracto (el mensaje de un muerto, unión de lo abstracto de lo real).

Tras esto abrí los ojos a la literariedad del texto, esto es, a lo amplio que es el terreno de las interpretaciones sobre un texto, y esa amplitud es la que califica a una obra como literaria.

El término literario es algo impuesto por los hombres. El receptor de una obra (o receptores) podría decidir una interpretación decisiva de una obra y perder ésta su literariedad.

Así considero yo la literatura, algo tan abstracto y a la vez tan real como el mensaje del muerto que el mensajero quiere entregar sin llegar nunca a hacerlo. Siempre encontraremos nuevas ventanas que amplíen el terreno al que queremos atar el término de literatura por lo que nunca podremos abrazar una definición exacta de ésta.

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