Una Escuela Diferente

Una escuela diferente

Cuenta una historia de que varios maestros decidieron abrir una escuela en un hospital pediátrico. Se reunieron y empezaron a elegir las disciplinas que serían impartidas durante el curso. Serán disciplinas de fe, alegrías y esperanzas.

-No es justo que los niños hospitalizados no reciban su educación. Haremos una escuela diferente. – dijo una maestro.

Empezaremos a atender los niños que están en el hospital llevando la alegría, la fe y la esperanza. Los prepararemos para enfrentar la situación que viven con amor.

-Muy buena idea –dijo otro maestro. Será una escuela diferente.

Y saben ¿por qué? Porque los maestros llegaron a la conclusión de que todos somos diferentes. Cada uno tiene sus virtudes y también sus debilidades. Todos los niños no aceptan las situaciones de la misma forma.

Con la ayuda de los padres de los niños prepararon una habitación del hospital para recibir a los niños. Todos esperaban con alegría ese gran día. Los maestros estaban muy contentos con su escuela. Era una escuela diferente. Estaba todo colorido.

Llegó el gran día. Los niños iban muy contentos al salón. Allí los esperaban unos alegres payasos. Sus trajes muy coloridos.

-Buenos días niñitos- dijeron los payasos.

-Buenos días - contestaron los niños a coro.

-Están contentos - preguntó el payaso.

- ¡ Sí ! - exclamaron los niños.

En la parte de atrás del salón había una niña muy triste. Tenía una enfermedad terminal.

Uno de los payasos se acercó a la niña.

-¿Porqué estás tan triste? - preguntó

-Voy a morir- respondió la niña.

-Solo Dios sabe eso. Mientras estés aquí en la Tierra hay que seguir luchando. Dios te puede sanar - le dijo el maestro.

-¿Y qué debo hacer? - preguntó la niña

-Mientras estás aquí hay que ganarse la entrada al cielo. ¿Ves esta cajita? Hay que llenarla de buenas acciones. Todos los días tienes que escribir algo bueno que hayas realizado y eso se cambiará por boletos de entrada al cielo. Y mientras eso ocurre estaremos orando para que sanes- respondió el maestro.

La niña se llevó la cajita y todos los días escribía sus buenas acciones. Un beso a Mamá, una sonrisa al doctor, asistí a la escuelita contenta, y estas acciones se cambiaban por boletos para la entrada al cielo.

Y aunque tuvo muchos días, nunca llegó a llenar la cajita. La niña que se había convertido en la niña más querida de toda la escuelita del hospital, en la más alegre y servicial, terminó curada del todo. Nadie sabía cómo: unos decían que su alegría y su actitud tenían que haberle curado a la fuerza. Otros decían la fe la sanó. El Señor hizo la obra. El caso es que todos decían la verdad, porque tal y como el payaso había visto ya muchas veces, sólo había que poner un poquito

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