Vicio no rendirse
Enviado por Ofertas Puerto Cisnes Y Alrededores • 10 de Diciembre de 2015 • Informe • 1.442 Palabras (6 Páginas) • 110 Visitas
*** g94 8/11 págs. 18-20 ¿He cometido el pecado imperdonable? ***
“No hay hombre que no peque”, dice la Biblia. (1 Reyes 8:46.) Pero a veces el joven puede creer que ha incurrido en algo más que una simple falta. Como Marco y Alberto, puede sentirse agobiado por un persistente sentimiento de culpa. Quizás piense que lo que ha hecho es tan vil, tan perverso, que Dios nunca lo perdonará.
¿Alguna vez te has sentido así? Pues bien, anímate. La situación no es ni mucho menos irremediable.
Por qué nos remuerde la conciencia
Es lógico que nos sintamos mal cuando cometemos un error tonto. Todos hemos nacido con la facultad que la Biblia llama “conciencia”, un sentido interior del bien y del mal, una alarma que suena dentro de nosotros cuando hacemos algo incorrecto. (Romanos 2:14, 15.) Piensa en el rey David, por ejemplo. Cometió adulterio con la esposa de otro hombre, llamado Urías, y luego envió a este a una muerte segura. (2 Samuel 11:2-17.) ¿Qué efecto tuvo esto en David?
“Día y noche [la] mano [de Dios] estaba pesada sobre mí”, admitió David. En efecto, sintió el peso de la desaprobación divina. También dijo: “No hay paz en mis huesos debido a mi pecado. Porque mis propios errores han pasado sobre mi cabeza; como una carga pesada son demasiado pesados para mí. [...] Todo el día he andado triste”. (Salmo 32:4; 38:3-6.) La conciencia de David no dejó de atormentarlo hasta que se decidió a actuar y se arrepintió de su error.
De igual modo, si tú, habiendo sido educado por padres cristianos, te apartas de las normas bíblicas, te sentirás mal. Es normal y saludable tener remordimientos de conciencia. Pueden inducir a la persona a rectificar su conducta o a buscar ayuda antes de que la falta se convierta en una costumbre arraigada. Por otra parte, quien reincide en el pecado daña su conciencia. Con el tiempo se le insensibiliza, como la piel cauterizada. (1 Timoteo 4:2.) Y la consecuencia será, sin duda, la corrupción moral. (Gálatas 6:7, 8.)
Tristeza piadosa
No sorprende, pues, que la Biblia hable de “un pecado que sí incurre en muerte”. (1 Juan 5:16; compáralo con Mateo 12:31.) No se trata sencillamente de una debilidad de la carne, sino de un pecado que se ejecuta deliberada y obstinadamente. El factor que lo convierte en imperdonable no es tanto el pecado en sí como la condición de corazón del individuo.
No obstante, el hecho de que te angustie tu mala conducta prueba que no has cometido un pecado imperdonable. La Biblia dice que “la tristeza de manera piadosa obra arrepentimiento para salvación”. (2 Corintios 7:10.) Fíjate en la exhortación que se da en Santiago 4:8-10: “Límpiense las manos, pecadores, y purifiquen su corazón, indecisos. Dense a la desdicha, y laméntense, y lloren. Que su risa se torne en lamento, y su gozo en desaliento. Humíllense a los ojos de Jehová, y él los ensalzará”.
Es probable que el mal sea de naturaleza grave. Por ejemplo, una joven llamada Julie y su novio empezaron a besarse y acariciarse apasionadamente. “Al principio me sentía muy culpable —confiesa ella—, pero con el paso del tiempo me fui acostumbrando. Ya no me remordía tanto la conciencia.” Finalmente, su conducta deshonesta los llevó a tener relaciones sexuales. “Me sentía fatal —dice Julie—. Tenía la conciencia tan adormecida que sucedió varias veces.”
¿Es irremediable tal situación? No necesariamente. ¿Recuerdas a Manasés, uno de los reyes de Judá? A pesar de que cometió pecados gravísimos, como la práctica de espiritismo y el sacrificio de niños, Dios lo perdonó a causa de su arrepentimiento sincero. (2 Crónicas 33:10-13.) ¿Y el rey David? Tras haberse arrepentido de sus actos inicuos, descubrió que Jehová es un Dios “bueno y [está] listo para perdonar”. (Salmo 86:5.)
Los cristianos tenemos la certeza de que “si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados y limpiarnos de toda injusticia”. (1 Juan 1:9.) ¿A quién debemos hacer confesión? Ante todo, a Jehová Dios. “Delante de él derramen ustedes su corazón.” (Salmo 32:5; 62:8.) Te puede resultar útil leer la confesión contrita que realizó David en el Salmo 51.
Por otro lado, la Biblia insta a los cristianos que son culpables de un pecado grave a hablar con los ancianos de la congregación. (Santiago 5:14, 15.) Sus consejos y oraciones sinceros pueden ayudarte a restablecer la relación con Dios y a recuperar una conciencia limpia. Ellos saben distinguir entre la debilidad y la maldad. También deberían procurar que recibas la ayuda necesaria para que no caigas en el mismo error. Julie, que dio este valeroso paso, explica: “Intenté ‘autocensurarme’ e incluso pensé que funcionaba hasta cierto punto. Pero al cabo de un año me di cuenta de lo equivocada que estaba. No se pueden resolver los problemas serios sin la ayuda de los ancianos”.
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