ARISTOTELES Y LA FELICIDAD
Enviado por Yered Jimena Rodriguez Castellanos • 22 de Octubre de 2018 • Ensayo • 1.481 Palabras (6 Páginas) • 133 Visitas
ARISTOTELES Y LA FELICIDAD
La felicidad” partamos de una pregunta ¿Qué es realmente la felicidad? Hoy en día muchas personas no saben que significa esta palabra o sentimiento, algunos creen que es cuando uno se encuentra de buen humor con cosas materiales deseadas o cuando sucede algo con lo que nos sentimos a gusto. Aristóteles dijo:
“Todo hombre tiene derecho a ser feliz porque la felicidad reside en el ocio del espíritu. La verdadera felicidad radica en el libre ejercicio de la mente.”
Nunca habíamos visto la felicidad desde un punto de vista tan claro como el de Aristóteles. La felicidad es un tema que ha preocupado al hombre desde sus inicios, y de la misma manera, a la filosofía y a sus antecesores. Al estudiar a Aristóteles el evaluaba las relaciones directas entre la situación del hombre que actúa y la trascendencia de los actos en las virtudes morales o actitudinales del hombre como resultado de dichas interacciones psicológicas, se decía que Aristóteles habría sido primero un platónico convencido, en el sentido de que no distinguía el bien como idea y el bien como objeto del querer, luego habría tomado consciencia de la imposibilidad de deducir de la vida moral de un ideal de conducta trazado teóricamente, y se habría inclinado por las condiciones concretas de la realización del bien, las condiciones mediante las cuales el hombre se relaciona con su entorno determinan la eventualidad de que se construya en su consciencia el evento de enfocar sus actitudes hacia el bien y de ese bien obtener la felicidad.
Consideramos necesaria algunas aclaraciones sobre la naturaleza de su pensamiento, Aristóteles desarrolla su pensamiento en extensión no solo por su afán de abarcar todos los saberes, sino porque, a diferencia de su maestro Platon, atiende particularmente a las dificultades que plantea en la explicación del mundo la contradicción entre la necesidad de estudiar lo individual y contingente y el hecho de que solamente un saber de lo universal puede ser un saber verdadero.
De esto nos resulta que la dimensión del pensamiento Aristotélico es muy amplia, puesto que este abarca casi todas las posibilidades humanas y científicas que sirven para pensar sobre el mundo. Tornamos a decirlo: queremos separar la posibilidad de concebir la felicidad como una situación que nace de la relación virtuosa que el hombre convierte en hábito en su interacción con la realidad, y a su vez, la transformación o estabilidad que adquieren los objetos o entidades que se relacionan con este tipo de virtud.
El punto medio
En una reflexión sobre las dimensiones que debe tener un acto que se enmarque dentro de una acción virtuosa, las longitudes no podría ser otras que de término medio, puesto que aquellas ubicadas en el límite inferior son acciones nacidas de la naturaleza animal del hombre y tienden a concebirse como naturales en su cotidianidad, lo cual no respecta un esfuerzo por alcanzar un tipo de virtud que conduzca a un estado de felicidad; y la dimensión longitudinal alta es demasiado artificial para abarcar un acto de virtud que no debe estar provisto de una ambición o resultados lucrativos. La virtud, como la felicidad debe ser un acto de prudencia que relaciona al hombre objetivamente con todos los fenómenos que se le presentan en su cotidianidad ya sean estos de características materiales, espirituales o ideológicas; al respecto menciona Aristóteles en su Ética que: “ En toda cantidad continua o discontinua, es posible entonces tomar más, menos o igual cantidad, y ello tanto en referencia a los términos de la cosa en sí como con relación a nosotros, y lo igual es el intermedio entre exceso y defecto. Entiendo por intermedio en el objeto, es decir, aquello que equidista de cada uno de sus extremos, que es un idéntico para todos los hombres; por intermedio con relación a nosotros aquello que no es ni demasiado ni poco en exceso.
Aclaremos: quien está enfocado en imponer sus ideas en una comunicación determinada se encuentra en el término alto, en la artificiosidad; quien está en la dimensión longitudinal baja no reflexiona sobre los acontecimientos o consecuencias que las interacciones podrían tener en el ordenamiento de su pensamiento; y quien está en el término medio, en la proporción virtuosa que hemos venido mencionando, no solo está atento y prudente a lo referido por el otro, sino que, a partir de la veracidad o contrariedad de las ideas que le llegan, comprueba la veracidad objetiva, o el grueso error de las suyas. Esta objetividad se erige como un acto regido por la virtud que es, para Aristóteles, la felicidad. Ahora bien, al actitud eufórica que conocemos como felicidad no podría serlo por definición, porque su concepción sería muy similar a la de la risa, lo cual, sería un tanto más imprudente, cuanto que para llegar a la felicidad bastaría con morir de risa frente a un acontecimiento imprevisto, lo que dejaría a un lado la virtud y la generosidad para el espíritu de una conversación sin tapujos y sin prejuicios, en la que se llegue a un acuerdo común ya sea en ella, o por lo menos en nuestra consciencia. Estas afirmaciones confirman la similitud que existe entre el pensamiento aristotélico y la relación directa que proponemos entre las acciones virtuosas y la felicidad, que postulamos en las ideas avenidas en el texto anterior.
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