Aristoteles Y La Felicidad
Enviado por alejandraguillen • 21 de Agosto de 2013 • 1.310 Palabras (6 Páginas) • 588 Visitas
4. Aristóteles y la ética de la felicidad.
Junto con Platón, Aristóteles es el filósofo griego más importante de la antigüedad. Los dos, maestro y discípulo, constituyen, en buena medida, los pilares de la tradición filosófica occidental… Cuando tenía 17 años, Aristóteles ingresó en la Academia de Platón, donde permaneció 20 años (posteriormente fundaría su propia escuela: el Liceo)… A la edad de 42 años se hizo cargo de la educación de Alejandro (hijo del rey de Macedonia), el cual pasaría a la posterioridad con el sobrenombre de “Magno” –Alejandro Magno-, debido a sus proezas militares. Esta permanecía en la corte de Macedonia, debió de contribuir mucho a ampliar los horizontes de Aristóteles y a liberarle de la estrechez de miras del griego corriente (con todo, Aristóteles no compartiría nunca las aspiraciones universalistas de Alejandro)… La vida de Aristóteles transcurrió enteramente durante el siglo IV a. C., y será testigo de una serie de acontecimientos trascendentales para el futuro de la civilización griega, tales como la derrota de los atenienses a manos de Alejandro Magno, que trajo consigo el derrumbe del modo clásico de organización política de los griegos: las ciudades-Estado (Polis)… A la muerte de Alejandro se produjeron insurrecciones anti macedónicas en Atenas. Aristóteles, cuya vida personal estaba vinculada a la corte macedónica, se siente en peligro y huye de la ciudad, temiendo que le pudiera ocurrir lo que a Sócrates (para “evitar que los atenienses cometieran un segundo crimen contra la Filosofía”). Poco después moriría a la edad de 62 años.
Aristóteles no compartió la concepción de la Realidad de su maestro Platón: Platón pensaba que la Realidad estaba dividida en dos mundos (el Mundo de las Ideas y el Mundo de las cosas), Aristóteles estaba convencido de que el único mundo real era el mundo material en que vivimos: el mundo natural…
La Ética de Aristóteles está muy relacionada con su concepción de la Naturaleza. La concepción aristotélica de la Naturaleza es teleológica o finalista, en cuanto que considera que todos los seres naturales tienden hacia un fin que les es propio: la plenitud de su ser especifico… La ética es también teleológica: Aristóteles considera buenas solo aquellas acciones que conducen al Fin supremo del hombre que no es otro que lograr la plenitud de su propia perfección como Hombre… La plenitud y perfección producen en el hombre esa satisfacción plena que denominamos felicidad, la cual constituye el Bien supremo del hombre. En este sentido decimos que la ética de Aristóteles es una Ética de la felicidad (=Ética eudaimonista)… Según Aristóteles, a la plenitud y felicidad humanas solo es posible acceder mediante el ejercicio de la facultad que es especifica del ser humano, aquella por la que el hombre es hombre: el intelecto o razón… Aristóteles piensa que la plenitud y felicidad no pueden fundarse en nada exterior al hombre, como la riqueza, el éxito o el poder, porque esos bienes los podrían perder todos en cualquier momento. La auténtica perfección y felicidad no deben basarse en ningún bien exterior al hombre, sino que debe brotar de la misma naturaleza humana y, en concreto, de aquella actividad que contribuya a su perfeccionamiento en cuanto hombre: la actividad intelectual… Ahora bien, para poder dedicarse plenamente a la vida teorética es necesario, previamente, contar con los suficientes bienes materiales; y es que, el hombre no es puro intelecto o razón, tiene un cuerpo cuyas necesidades fisiológicas debe satisfacer para que la búsqueda racional de la perfección y de la felicidad no se vea perturbada por el dolor y las bajas pasiones….
En este sentido, vemos que Aristóteles permanece fiel al intelectualismo y al elitismo griego: solo los sabios y ricos pueden ser felices, y, en consecuencia, se excluye de la felicidad a la persona corriente y común, es decir, a la inmensa mayoría de los seres humanos, ya que estos ni suelen ser sabios ni pueden dedicar su tiempo a la contemplación, pues la tarea cotidiana
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